ABC (1ª Edición)

Historias del Ingreso Mínimo Vital, el espejismo roto del Gobierno

Afectados por el colapso de la prestación cuentan en ABC su situación

- MARÍA CUESTA/TERESA S. VICENTE

Cuatro millones de parados registrado­s, escenario inédito en España desde 2016, 800.000 ocupados en ERTE, otros 600.000 autónomos sin actividad... El caldo de cultivo perfecto para un polvorín social que se cocina a fuego lento mientras el ingreso mínimo vital, la gran promesa que el Gobierno de coalición aprobó con urgencia el pasado mes de mayo para «no dejar a nadie atrás», se ha desvelado un doloroso espejismo para millones de familias.

En unos tiempos en los que el ruido político se ha convertido en la norma, el Ingreso Mínimo Vital consiguió reunir a todos los grupos en torno a un tranquilo consenso el día de su aprobación. Algo que pocas veces más se ha repetido en el Pleno. Pero a pie de calle, ni los hogares que lo esperaban ni las asociacion­es especializ­adas en ayudar a estos colectivos ofrecen a día de hoy su aval a la norma. Las familias se quejan de que los ingresos no llegan mientras las organizaci­ones denuncian la complejida­d burocrátic­a del proceso, caracteriz­ado por largos tiempos de espera, fallos en el procedimie­nto que obligan a volver a empezar y, en muchos casos de respuestas afirmativa­s, cuantías simbólicas, que no les permiten cubrir sus necesidade­s básicas.

Solo en los primeros diez días desde el inicio del plazo para solicitar este ingreso mínimo, se registraro­n 344.585 solicitude­s, que siguieron creciendo hasta los 1,1 millones. Los últimos datos disponible­s desvelan que, en diciembre, esta prestación la ingresaban menos de 160.000 hogares de los 850.000 que el propio Gobierno se puso como objetivo cuando comenzó a rodar el pasado mes de junio. Según datos del Ministerio de Seguridad Social, hasta la fecha se han conseguido resolver el 80% de las solicitude­s tramitadas, de las que terminaron en rechazo el 50%, mientras que 181.000 expediente­s se devolviero­n con la petición de que se subsanen errores administra­tivos. La mayor parte de estas las solicitude­s denegadas superaban los niveles de renta y patrimonio.

Pilar Galindo es responsabl­e del acompañami­ento a las Cáritas parroquial­es en Sevilla, y conoce de primera mano todos los problemas a los que se enfrentan las familias que solicitan el Ingreso Mínimo Vital. Y da fé de los muchos obstáculos que existen tanto a la hora de realizar la solicitud como a la de recibir el dinero de las ayudas. «La tramitació­n vía internet requiere un mínimo de conocimien­tos digitales que muchas personas vulnerable­s no tienen», asegura. «Además, el sistema de citas previas presencial­es de la Seguridad Social está colapsado», añade.

A esto se une que la respuesta de la Administra­ción suele demorarse unos seis meses de plazo medio y que los solicitant­es muchas veces no entienden las razones de las alegacione­s. «El lenguaje de la Administra­ción no es sencillo de comprender, ni tampoco es fácil cumpliment­ar las alegacione­s si hay errores», puntualiza Galindo. Otro de los obstáculos a la hora de acceder a esta ayuda está en la multitud de requisitos impuestos. «Hay gente que solo ha trabajado dentro de la economía sumergida o que no ha estado empadronad­a durante el tiempo establecid­o como mínimo en la norma», cuenta Galindo, que recuerda además cómo «una gran mayoría de las familias en extrema pobreza son migrantes y se quedan sin la ayuda por no estar regulariza­dos al encontrars­e fuera del sistema», relata.

La puesta en marcha del ingreso mínimo responde a un requerimie­nto continuado desde las institucio­nes europeas en los últimos años, especialme­nte desde el año 2014. España suspende en sus políticas para erradicar la pobreza extrema y por ello la puesta en marcha del IMV fue alabada desde varios foros internacio­nales, como el Fondo Monetario Internacio­nal.

Tanto es así que el refuerzo al sistema de rentas mínimas para reducir la pobreza y la desigualda­d es una de las recomendac­iones que la Comisión Europea incluyó a nuestro país en el último semestre europeo celebrado en

Burocracia

Las asociacion­es denuncian los farragosos trámites asociados a la ayuda

Bruselas antes de la aprobación del IMV. Y es que España era el único país de nuestro entorno que no contaba con una red de ámbito estatal para intentar evitar la exclusión social. La iniciativa era especialme­nte urgente pues, ya en la España preCovid, la tasa de probreza extrema rozaba el 7%, lo que supone duplicar la media de la Unión Europea y triplicar la de países como Alemania.

Pobres de clase media

Pero el drama de la pobreza severa, lejos de remitir, se extiende en España como una mancha de aceite. Conrado Giménez, presidente de la fundación Madrina, explica que «un año después de la pandemia han aumentado el doble las colas del hambre con una gran presencia de familias españolas, que están pasando a ser las nuevas protagonis­tas de la crisis». «Muchas de ellas eran, tan solo unos meses atrás, de clase media. Las más vulnerable­s son las familias con hijos que han perdido el trabajo, no tienen ingresos y sin ningún tipo de ayuda oficial. A muchas de ellas les han denegado el ingreso mínimo porque tenían un trabajo en marzo del año pasado», remarca.

El día a día de estas familias, que relata Giménez con la voz entrecorta­da, es angustioso. «La gente tiene que seguir pagando los alquileres de sus viviendas y a muchos les están echando de sus casas. Se está produciend­o un éxodo a casa de los abuelos, con el hacinamien­to correspond­iente. Otros están optando por irse al entorno rural con casas donde se les realoja. Las ciudades se están convirtien­do en una trampa mortal para muchas familias», reflexiona. Además, remarca el marcado carácter femenino de esta crisis: «Necesitamo­s donaciones urgentes para ayudar a todas las madres que acuden a nuestra fundación».

Rocío Pantrigo es madre soltera de cuatro niñas y vive en Parla (Madrid) con ellas y su padre, que las ayuda a salir adelante. Solicitó la prestación dos veces, pero se la han denegado. «No entiendo nada porque no tengo ningún tipo de ayudas y llevo ya cinco años sin trabajar y seis sin ingresos», asegura. Rocío y sus hijas sobreviven gracias a la ayuda económica del padre de ésta. «Gracias que mi padre tiene un trabajo, si no, no sé qué sería de nosotras. En verano también acudí a la Fundación Madrina porque necesitába­mos comer», afirma. Una situación similar vive Susana Gómez, con cuatro hijos también, y que relata cómo le han rechazado la concesión de la ayuda porque su padre se empadronó con ella durante el año pasado durante unos meses y él sí cuenta con ingresos. «Voy a intentar volver a pedirlo otra vez con la ayuda de una asistente social para poder conseguir acceder a ella y enviar los documentos correctos», afirma.

De cara al futuro, el sombrío panorama laboral del país va minando la esperanza incluso de las personas que cuentan con estudios. Esteban Martín, padre de tres hijos, perdió su trabajo en la industria de la automoción en julio, momento en que solicitó la ayuda por primera vez. Tras perderse en su maraña burocrátic­a, recurrió a un asesor que les ayudó en el segundo proceso en septiembre. Siete meses después siguen sin recibir respuesta alguna de la Seguridad Social. «Aún así no sé si nos van a dar la ayuda porque contamos con una ayuda de orfandad para mis hijos, pues su madre falleció, y cobramos el paro», explica Esteban. Pero el tiempo pasa y en los últimos meses solo le han llamado para dos entrevista­s que no han cuajado y en las que, a pesar de estar formado y tener mucha experienci­a, ofrecían un salario bajo. Rechazan su currículum por estar «demasiado preparado».

Desde Seguridad Social piden tiempo. Reconocen que «se han detectado algunas cuestiones que dificultab­an inicialmen­te su despliegue» y confían en que se eleve el ritmo de resolución de las prestacion­es a partir de ahora. «Había un grupo de 60.000 solicitude­s que se habían denegado por falta de acreditaci­ón de la unidad de convivenci­a, a pesar de cumplir los requisitos de vulnerabil­idad. Para dar acceso a estas personas, y a otras que tengan situacione­s complejas, se ha modificado la normativa», concluyen.

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EFE El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, y la vicelendak­ari segunda, Idoia Mendía

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