ABC (1ª Edición)

La España vaciada, cuna de estrellas para la Liga

Los ocho futbolista­s nacidos en pueblos de menos de 1.000 habitantes y que juegan en Primera división son orgullo y referencia para sus vecinos

- EMILIO V. ESCUDERO

Una portería de madera en medio de la nada. Tres palos que ni siquiera han aguantado el paso del tiempo, pero que mantienen viva la esencia y la ilusión de un niño. Un campo de barro o de polvo, según el tiempo, rodeado de tierras de labranza. Terreno de nadie que simula ser el Santiago Bernabéu o el mismísimo estadio de Wembley. Escenario que se repite a lo largo y ancho del país en esos pueblos que están cada día más castigados por la falta de oportunida­des y que, aún así, se las han apañado para hacer crecer estrellas que hoy brillan entre los grandes en la mejor liga del mundo. Futbolista­s de Primera división que nacieron en la España vaciada y que ahora son ejemplo y modelo para los chavales cuyas familias se resisten a abandonar su hogar. Deportista­s que reclaman más oportunida­des para esos niños y que lucen con orgullo sus orígenes. Del pueblo al olimpo del fútbol, sin olvidar sus raíces.

Es el caso de Jorge de Frutos, uno de los futbolista­s de moda de la Liga, que nació y vivió hasta los 18 años en Navares de Enmedio, un pueblo de la provincia de Segovia donde normalment­e habitan menos de 100 personas. «Navares es pequeño, pero tiene de todo y estoy muy orgulloso de haber nacido allí y de representa­r a la España vaciada. Me gusta ser un ejemplo para que los niños de pueblos como el mío vean que con esfuerzo, dedicación y ganas se pueden conseguir los retos que uno se proponga. Que no hay que ser de una gran ciudad para que los sueños se cumplan», explica el delantero del Levante en conversaci­ón con ABC. Su carrera, como muchas otras, comenzó en un frontón y se acunó entre dos piedras que hacían de portería. «No nos hacía falta nada más. Éramos felices, nos divertíamo­s con eso, que es lo más importante», recuerda el futbolista.

Como él, Fede San Emeterio, centrocamp­ista del Valladolid, creció con la pelota como epicentro vital. Pasión que el cántabro podía compartir con su hermano gemelo. Una suerte cuando naces en un pueblo como Sierra de Ibio, en el que los niños se contaban con los dedos de una mano. «Nosotros y mi hermano mayor éramos los únicos chavales del pueblo entonces. Algunas veces se venían los de otras localidade­s cercanas o íbamos nosotros en la bicicleta, pero casi siempre éramos solo los tres», señala San Emeterio, que a pesar de las dificultad­es supo encontrar el camino para hacerse un hueco en el fútbol de élite.

El milagro de Garínoain

Tanto él como su hermano gemelo Borja –jugador del Numancia, de Segunda división– tuvieron en su familia a los mejores arquitecto­s de su sueño. «Mi padre pidió permiso y se quedó con unas porterías que iban a tirar en otro pueblo de al lado y las puso en el jardín de nuestra casa. Él soldó los hierros, mi madre las pintó y nosotros pusimos una red como pudimos. Aquello se convirtió en nuestro campo de fútbol particular, donde pasábamos las tardes jugando el uno contra el otro», explica Fede, que siempre que puede sigue yendo a Sierra de Ibio, donde los dos gemelos son célebres. «Si nos presentamo­s a la alcaldía arrasamos en votos», bromea.

Aquellas porterías no evitaron que ambos tuvieran que salir de casa para tener una oportunida­d de verdad. «Por desgracia, para triunfar y hacer deporte hay que salir del pueblo. Pasa igual hoy, pues apenas quedan niños allí que puedan jugar juntos», explica Fede San Emeterio.

Menos niños cada año

Más suerte que ellos tuvo el navarro Jon Moncayola, pues en su localidad se concentrab­an las instalacio­nes deportivas de la comarca. «Garínoain es uno de los pueblos más grandes de la zona, aunque no sé si puede decirse que lo es teniendo 500 habitantes como mucho… La suerte que teníamos es que el campo de fútbol y las pistas de fútbol sala estaban allí y eso nos permitía jugar sin problema todas las tardes. Había tanta pasión que hasta hace nada había hasta cuatro chavales de allí jugando en Osasuna», señala con orgullo el jugador del club pamplonica, que reconoce con cierta tristeza que cada vez hay menos chavales en aquellas pistas que antes se llenaban.

Es una de las señales de la despoblaci­ón de las zonas rurales, que se

Jorge de Frutos

DELANTERO DEL LEVANTE

«Estoy muy orgulloso de ser parte de la España vaciada. No hay que ser de ciudad para cumplir los sueños» Fede San Emeterio

CENTROCAMP­ISTA REAL VALLADOLID «Creo que el fútbol debería servir para ayudar a que esas zonas despoblada­s puedan generar riqueza» Jon Moncayola

CENTROCAMP­ISTA DEL OSASUNA «Cada vez que voy al pueblo veo que hay menos chavales jugando en la pista donde lo hacíamos nosotros de niños»

están quedando sin niños por la falta de ayudas y de oportunida­des. «Creo que el deporte puede y debe ser una manera de crear riqueza en la España vaciada. Se debería hacer un esfuerzo para que los niños de estas zonas puedan practicar la modalidad que quieran con un material y unas instalacio­nes adecuadas. Que se puedan seguir formando a través del deporte, porque así se contribuye a su desarrollo y se ayuda a que no se vayan del pueblo. También a que los padres opten por quedarse y generar riqueza para esas zonas», señala De Frutos, crítico con la situación.

Según un informe de ‘BeSoccer’ sobre el origen geográfico de los futbolista­s españoles, apenas el 1,5 por ciento de los jugadores nacionales de Primera y Segunda división han nacido en pueblos de menos de mil habitantes, porcentaje que se eleva hasta casi el 2,5 por ciento si se tiene también en cuenta a los que juegan en Segunda B. En total, son solo 57 futbolista­s en las dos categorías profesiona­les los que han logrado superar las dificultad­es para alcanzar su sueño.

La Liga acoge en sus equipos a ocho jugadores nacidos en pueblos de menos de mil habitantes. Algunos, como el mencionado De Frutos, vivieron allí casi toda su vida. Otros, como David García, tuvieron que emigrar pronto a la gran ciudad. Aun así, todos ellos guardan un sentimient­o único, que tratan de exhibir en el vestuario y en el césped.

«A mí sí que me da un poco más de orgullo salir a un campo de Primera viniendo de un pueblo tan pequeño en el que todo es más complicado. No sé si el resto lo ha tenido más fácil, pero seguro que sí lo tenían todo más a mano. El fútbol debería ayudar a esas zonas despoblada­s. A los niños les permite conocer a otros chavales y abrir sus horizontes, y al resto les da oportunida­des de trabajo que generan riqueza para la comarca», explica San Emeterio, feliz por llevar el espíritu de la España vaciada por los mejores estadios del país. Orgulloso por echar la vista atrás y ver cómo aquellos goles compartido­s con su hermano en el jardín de casa fueron el germen de una carrera exitosa que muestra que se pueden alcanzar los sueños naciendo lejos del bullicio.

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