Habla el Gran Inquisidor
Disfrutad de lo que habéis conseguido, pequeñuelos míos
OS explicaré, ¡oh pequeñuelos míos!, cómo habéis llegado a amar la servidumbre, aceptando llevar puesto un bozal las veinticuatro horas del día, acatando el toque de queda perpetuo, resignándoos a vivir alejados de vuestros familiares, permitiendo que os vacunen como ganado.
El procedimiento para convertiros en bestias que aman su servidumbre ya os lo expliqué en cierta novela de Dostoievski: «Les permitiremos pecar, ya que son débiles, y por esta concesión nos profesarán un amor infantil. Les diremos que todos los pecados se redimen si se cometen con nuestro permiso. Y ellos nos mirarán como bienhechores, al ver que nos hacemos responsables de sus pecados ante Dios. Y ya nunca tendrán secretos para nosotros. Según su grado de obediencia, nosotros les permitiremos o les prohibiremos vivir con sus mujeres o con sus amantes, tener o no tener hijos, y ellos nos obedecerán con alegría». Os hemos dejado abandonar a vuestras familias, os hemos dejado asesinar a vuestros hijos, os hemos dejado explorar todos vuestros orificios, os hemos dejado chapotear en todos los vicios, como la piara chapotea en el albañal. Y, a cambio, vosotros nos habéis entregado todas las prerrogativas de vuestra condición humana.
Así, aceptando las concesiones que hicimos a vuestra debilidad, os habéis convertido en bestias sumisas, dispuestas a aceptar los mandatos más irracionales. Quienes pertenecéis a las generaciones mayores, acatasteis la alteración de vuestro ser natural a cambio de liberar cobardemente vuestra conciencia. Y vuestros hijos nos sirven con entusiasmo de jenízaros, pues para ellos no existe ya otra forma de vida. Así, los jóvenes hacen voluntariamente lo que sus predecesores hicieron mediante halagos y engaños; así han llegado a concebir la servidumbre voluntaria como parte de su naturaleza. Y así, mayores y pequeños, desnaturalizados todos, aceptáis con alegría pánfila las imposiciones más peregrinas y aberrantes (pero no más peregrinas ni aberrantes que los vicios que reclamáis como ‘derechos’). Sin daros cuenta, os habéis convertido –como explica Étienne de la Boétie– en gentes de ‘corazón bajo y endeble’, incapaces de todas las grandes acciones. Y nosotros, para sostener nuestro dominio, no tenemos que hacer otra cosa sino fomentar vuestra debilidad, regalándoos nuevas vilezas disfrazadas de ‘derechos’ que os mantengan distraídos y genuflexos. Y, a cambio de poder disfrutar de estas dádivas, no os importará poneros la mascarilla incluso mientras dormís, y vacunaros todas las semanas, y renunciar a las celebraciones que antaño congregaban a vuestras familias en torno a Dios. Y acabaréis vuestros días suplicándonos la eutanasia, que por supuesto os concederemos gustosamente; aunque, por humillaros un poco más, os haremos antes pruebas de coronavirus por vía rectal, porque sabemos que os gusta disfrutar de la ‘petite mort’ por todos los orificios, antes de condenar vuestras almas a la muerte perpetua. Disfrutad de lo que habéis conseguido, pequeñuelos míos.