Perros de asistencia, los mejores amigos de niños con autismo
∑ Más de 50 familias esperan recibir uno de los canes que entrena la asociación Dogpoint
Con 6 años, a David le cuesta un mundo socializar. Sin embargo, cuando está con Wasabi, uno de los perros de asistencia para niños con autismo que entrena la asociación Dogpoint, todo son caricias, cosquillas y abrazos. De hecho, no para de llamar a sus padres para que vean todo lo que hace el tranquilo can. «No lo verás jamás acercarse a otro niño y hacer esto. Ni tampoco llamarnos en busca de reconocimiento, porque a los niños con TEA como David les cuesta mucho canalizar emociones. Esto es un logro», cuentan orgullosos sus padres, Ignasi y Cecilia. Ellos forman parte de las más de 50 familias que esperan poder dar pronto la bienvenida a casa a uno de estos perros terapéuticos.
Sin embargo, puntualiza Olivia de Matteis, fundadora de Dogpoint, el proceso para adoptar a un perro de asistencia no es tan sencillo: «Lo primero, hay que valorar si la familia lo necesita. Por eso, nuestro trabajo es muy individualizado». Todos sus perros de asistencia –a los que bautizan con nombre de comida–, son labradores, porque es «una raza muy sociable que se adapta bien a los cambios», relata desde la finca de Valdeavero (Madrid) donde tienen su sede. Los primeros meses se crían con una familia adoptiva educadora que se encarga de su socialización y entrenamiento básico. Como los perros guías, estos animales pueden acompañar a sus pequeños dueños a prácticamente cualquier sitio. Después, pasan varios meses más con los entrenadores trabajando habilidades específicas: bloquear los intentos de fuga de los niños, ayudarles cuando sufren una crisis, rastrearlos si huyen...
Pese al coronavirus, este año han logrado entregar unos quince perros. Las familias no pagan nada, aunque el coste de mantener a cada animal supera los 20.000 euros. Ernesto acaba de recibir a Rocky, que le ayudará a cuidar de Elías y Junior, dos mellizos con autismo. «Cuando les diagnosticaron fue un shock», cuenta. «Para mí, que acabo de divorciarme, es una ayuda muy grande. Rocky me da un poco de control, yo le doy la mano a uno de los niños y el otro va atado al perro y así no se me escapa. Además, si tienen un berrinche, mando al animal y se les olvida antes. Tener un perro así también da seguridad porque si se te escapa el niño lo encuentra muy rápido. Aunque toda la casa acaba llena de pelo da mucha tranquilidad». Noelia, cuyo hijo lleva cuatro años con un perro de asistencia, añade además otros beneficios: «Gracias a Brownie supimos que tenía problemas en el cole, porque lo que no nos contaba a nosotros se los contaba a él. Además, Adrián ya tiene 12 años y queremos que le ayude a ir solo a ciertos sitios. Y es también un refuerzo a la hora de estudiar», recuerda. Este animal ha cambiado tanto su vida familiar que ahora trabaja también como entrenadora de futuros perros de asistencia.
Alta demanda Este año, pese al coronavirus, la asociación ha entregado quince animales