«Mussolini fue el inventor de la figura del líder populista»
El autor italiano publica ‘M. El hombre de la providencia’, el segundo título de una trilogía que aborda la consolidación en el poder del Duce
Benito Mussolini (18831945) fue el fundador del partido fascista y el inventor de una figura de liderazgo populista que nos llega hasta nuestros días, como se puede apreciarse en muchos líderes actuales. Sobre la importancia, consecuencias de este fenómeno y las lecciones que todavía hoy se pueden sacar, Antonio Scurati (Nápoles, 1969). El escritor y profesor de Literatura Contemporánea se ha embarcado en un ambicioso proyecto literario, con una trilogía, cuyo primer volumen fue ‘M. El hijo del siglo’, publicado en 40 países con medio millón de ejemplares vendidos. El segundo libro, ‘M. El hombre de la providencia’, se pone desde hoy a la venta en España (Alfaguara). Scurati lo dedica al periodo en el que Mussolini consolidó su poder, desde 1925 a 1932. Los dos libros han sido leídos por políticos de todo el arco parlamentario en Italia e incluso por el presidente de la República, Sergio Mattarella, y el primer ministro, Mario Draghi. Con el profesor Scurati mantuvo ABC una larga entrevista mediante zoom. —Los dos primeros volúmenes de su trilogía se han convertido en un fenómeno editorial. ¿Cómo lo explica? —Aunque esta novela narra hechos ocurridos hace cien años, los lectores encuentran allí una especie de mapa para leer el oscuro e incierto presente político y social. No solo lo lee la gente común, sino también la clase política. Además, es una nueva forma narrativa sin precedentes que ha acercado al conocimiento del fascismo a cientos de miles de personas. —El título del libro es muy significativo, porque es precisamente un papa el que llama a Mussolini «hombre de la Providencia». Pío XI en 1929 dijo: «Y quizás era necesario también un hombre como el que la Providencia nos ha hecho encontrar, un hombre que no tuviera las preocupaciones de la escuela liberal». ¿Por qué la fascinación en Italia por el hombre fuerte hasta casi nuestros días?
—Hay una manifestación de infantilismo persistente, que se repite en todos los momentos de crisis y debilidad de la democracia. Es un síntoma de fiebre, un síntoma de una enfermedad de la democracia. Berlusconi casi se nos presentaba como un hombre de la Providencia. Pero también si miramos la historia política reciente, incluso en la actualidad política italiana, se ha visto la rápida aparición de tantos pequeños hombres de la Providencia. Podríamos mencionar a Grillo (el cómico Beppe, fundador del Movimiento 5 Estrellas). —Pero es un fenómeno que se da igualmente en otros países.
—Sí, por supuesto. Pensamos en Trump en EE.UU., o Bolsonaro en Brasil, y muchos otros casos que podríamos hacer. El hombre de la Providencia es la ilusión de que un individuo con talento fuera de lo común, mediante un gesto brutal, violento, haga una radical simplificación de la complejidad de la realidad. Siempre que la democracia está en crisis reaparece esta seducción e ilusión del hombre de la Providencia. —Cuando Mussolini se hace con todo el poder e instaura la dictadura, no se alzan voces para frenarlo. ¿Por qué la aparente indiferencia o resignación? —Más que hablar de indiferencia, yo hablaría de una especie de resignación eufórica. Muchos italianos están resignados. La llamo eufórica porque en este
Democracia en peligro
«Siempre que la democracia está en crisis, reaparece esta seducción e ilusión del hombre de la Providencia»
Propaganda periodística
«Todo eran eslóganes que al día siguiente se contradecían entre sí. Se inventó un lenguaje sugestivo, fuertemente emocional, y luego lo llevó a la política»
abandono al presunto hombre de la Providencia con plenos poderes, con la renuncia al ejercicio individual de las prerrogativas democráticas, también hay un poco de exaltación: uno se siente aligerado, confía en que haya un hombre fuerte que cubrirá sus necesidades y su protección. Este también es un fenómeno que se repite en todos los momentos de crisis de la democracia. La democracia es exigente, agotadora con el día a día, y requiere un estado de madurez en el individuo, una constancia. —Ocurre en más países.
—Yo creo que ya hoy en Italia, así como en Europa, en los EE.UU. y en otros lugares, una parte sustancial de la ciudadanía está dispuesta a intercambiar o ceder estas fatigosas prerrogativas democráticas a cambio de una promesa de protección, de una promesa salvadora, que lo devuelva a un estado de minoría casi filial, casi infantil. Y estamos siendo testigos de este intercambio, que ya está en marcha.
—En el primer volumen de la trilogía se cuenta la revolución. En el segundo muestra el acceso al poder y cómo aquellos fascistas que antes despreciaban a los jerarcas, cuando llegan a los ministerios gozan los privilegios del poder. Una dinámica que hoy también tiene sus analogías.
—Sí, de hecho es algo universal. Con Mussolini todo el poder real efectivo se concentró en sus manos. El partido fascista quedó despojado de cualquier papel real. Mussolini cambió el poder político real dando a sus jerarcas la posibilidad de la corrupción sustancial, del robo y del enriquecimiento. Se dio un intercambio entre él y lo que debería haber sido la clase dominante fascista, que Mussolini fue consciente de no haber podido crear. —¿Qué características le llaman la atención del liderazgo de Mussolini?
—Hay una característica que hace de Mussolini un nuevo tipo del líder del siglo XX y también del XXI. Una de sus ideas e intuiciones más trascendenta
les fue meter el cuerpo en la escena política para la comunicación de masas. El cuerpo de Mussolini se convierte en su enlace con la base electoral. Es el caso hoy de Donald Trump, con un cuerpo claramente grandón que establece un vínculo con su propio electorado.
—El lenguaje de Mussolini, en cierta forma, ha sido imitado por populistas. Él habló de «tomar al asalto la historia». Recientemente se ha podido escuchar a otro líder populista hablar de «asalto a los cielos».
—Mussolini fue un formidable periodista. Lo primero que hizo cuando llegó a Milán en 1912, desde una pequeña ciudad de provincias, fue dirigir el ‘Avanti’, el periódico bandera del socialismo italiano cuando aún era socialista. Enseguida logró cuadruplicar las copias vendidas y reducir a la mitad su sueldo, con un típico gesto demagógico. Hace una simplificación extremadamente eficaz del lenguaje periodístico y reduce cada frase a un eslogan. Se inventó un lenguaje de pura sugestión, fuertemente emocional, y lo llevó a la política.
—Entre las contradicciones que muestra en su libro está el hecho de que el padre de la Patria olvida ser padre de familia y lleva una vida sexual desenfrenada e incluso ostentada.
—El mito de Mussolini, gran amante, seductor de cientos de mujeres, era parte integrante del culto a la personalidad del dictador y de la propaganda del régimen. Es decir, no era un chisme que entraba por detrás de las puertas, era en el centro de su mito político y llegó de alguna manera incluso inflado por la propaganda oficial. La opinión pública lo convirtió en el objeto constante de chismes. Como suele suceder hoy en día, esto sucede cuando la vida política y civil de un país se apaga; entonces, la difusión del chisme sobre la vida sexual, erótica, es señal de una enfermedad de la democracia y de la vida civil.
—¿Cuál es la advertencia la lección que se desprende de su libro frente a los populismos?
—Creo que cualquier lector que lea estas páginas se da cuenta de que Mussolini, además de ser el fundador del partido fascista, también fue el inventor de una figura de liderazgo populista que muchos de los dirigentes actuales, aunque no desciendan de una cultura política fascista, hacen vivir y prolongar. Y todos lo vemos. Cada vez que un líder apunta toda la pasión política en el miedo, en el resentimiento en lugar de la esperanza, tenemos un líder populista.