La crisis precisa algo más que optimismo
Esto no va de ser optimista o no. Sino de hacerlo bien o mal. Y un pesimista con Sánchez de por medio es un optimista bien informado
SER optimista por naturaleza suma puntos para tener una vida más fácil y plena. Mucho mejor ver todo de color rosa, que negro absoluto y a todas horas. Pero solo por estar cargado de energía positiva y atraerla sin más, ni desaparecen ni cambian las situaciones adversas por arte de birlibirloque, ni mucho menos por el del mago Sánchez que está convencido de que solo con manifestar su optimismo el mundo este es mucho mejor.
Y es que esta crisis sanitaria y económica está pasando ya una elevada factura al bienestar psicológico de los españoles, que hemos pasado en poco tiempo de la recuperación de un superbache anterior a tener de nuevo por delante un futuro repleto de incertidumbre y escasas perspectivas sobre lo que importa. A saber, salud –por supuesto, lo primero–, y si eso trabajo y dinero a espuertas, porque lo del amor casi que lo vamos a dejar en un segundo plano. Porque si bien comparto el tópico de que el dinero no da la felicidad, en la actual situación está ganando puntos la parte final de esa frase hecha: «Aunque sí que ayuda a conseguirla». Y hoy, ciertamente, resulta más difícil sentirse bien cuando hay que estar constantemente midiendo el gasto y prescindir de actividades deseables y de primera necesidad viendo la que tenemos por delante, con unas previsiones económicas de unos y otros que no terminan de convencer a nadie. Optimistas, sí, aunque con muchos ‘peros’.
Cierto es que ayer los expertos de Bruselas situaron a España como el país europeo que más crecerá en 2021... eso sí teniendo en cuenta que también fuimos el que más PIB se dejó por el camino en 2020. España, pues, crecerá más, pero Europa vuelve a fiar la recuperación al ‘buen uso’ de los fondos europeos –que están por venir y que si no hay reformas, ‘nanai’– que haga un Gobierno que vive obsesionado con llevar al terreno de las emociones una cuenta de resultados. Advierte además la Comisión de que a pesar del crecimiento económico el desempleo no solo no bajará este año, sino que aumentará dos décimas hasta el 15,7%.
Esto, está claro, no va de ser optimista o no. Sino de hacerlo bien o mal. Y ya se sabe que un pesimista, con Pedro Sánchez de por medio, es un optimista bien informado. ¿De verdad podemos lanzar ya las campanas al vuelo? España despunta como un país donde es imposible hacer previsiones medianamente serias, donde no se puede establecer proyecciones medianamente fiables, porque el estado de alarma sigue vigente en el mercado laboral, donde los ERTE van camino de perder la ‘t’ y de arrastrar el consumo privado a cotas impensables. Por no hablar de la conflictividad social de un tejido productivo recortando empleos a marcha forzada y un Gobierno como el perro del hortelano, que no arregla ni deja arreglar.