ABC (1ª Edición)

Manolo Escobar contra Marlaska

La palabra España no tiene dueño, y ya nos convendría usarla con vocación conciliado­ra

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

La otra mañana, en plena calle, Grande-Marlaska era recibido por la afición bajo un confeti de injurias. Hasta machote le pudieron decir al ministro, aunque a mí me impresionó más, entre tanta abundancia palabrona, un grito insólito: «Viva España». De modo que ahora la palabra España sirve de salfumán de insulto, según el político con el que se crucen los contestata­rios, obviamente. Vamos rescatando algunas esencias nacionales, pero para envenenarl­as a conciencia.

Es insólito, por preocupant­e, y es preocupant­e, por creciente, que la palabra España sirva a un afán de calumnia, cuando España es un término solidario y saludable, lo mires desde la orilla derecha, o desde la orilla izquierda. Un término, y un concepto. Cómo andará la liga de la crispación, casi ahí al borde del rencor, que la palabra España puede cumplir de martillo tirado al aire, en la calle, si no tienes herramient­a a mano, y te cruzas con un jefazo adverso. La palabra España no tiene dueño, y ya nos convendría usarla con vocación conciliado­ra, y no con ahínco homicida. La culpa va a ser de los políticos, como siempre, pero quizá no tanto.

El diccionari­o no vamos a revisarlo, pero igual es mejor no abrirlo siempre por la misma página, ahí donde pone España, o español. Le han dicho «Viva España» a Marlaska, y yo veo en el momento más una falta de respeto a la palabra España que al propio ministro, que iba al trote de la despreocup­ación o la jactancia, como tantas otras veces, por cierto. No me gustó la escena, a pesar del rescate, sin premeditac­ión, de Manolo Escobar en la faena, que aupó el «Viva España», en su momento, y que ahora vuelve como solista punk. Antonio Banderas, que a menudo trae la anomalía del sentido común, soltó meses atrás que Franco llevaba más tiempo muerto en los ochenta que ahora. No está mal la ‘boutade’, que incluye un diagnóstic­o. No es España un latifundio sino un horizonte. No un improperio sino un vínculo. Pero nos da igual. Hasta Manolo Escobar resucita de salvaje letrista radical en medio de un panorama con política de variedades.

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