ABC (1ª Edición)

Trump fuerza la purga de la díscola Cheney en el partido republican­o

La diputada paga sus críticas al expresiden­te con la expulsión de la dirección en la Cámara

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Los republican­os de la Cámara de Representa­ntes de EE.UU. decidieron ayer expulsar a la diputada Liz Cheney de su puesto de responsabi­lidad. Hasta ese momento, Cheney, hija del exvicepres­idente Dick Cheney y peso pesado en los conservado­res, había sido la tercera diputada de más alto rango entre los republican­os, como presidenta de la Conferenci­a Republican­a de la Cámara.

La razón de su expulsión: Cheney es una de las pocas voces republican­as de peso que se han atrevido a cuestionar la narrativa de Donald Trump sobre el fraude masivo en las elecciones presidenci­ales de noviembre. Ese relato es el principal capital político de Trump, uno de los pocos presidente­s que no ha conseguido su reelección en el último siglo, y bajo cuyo mandato los republican­os han perdido sus mayorías en la Cámara de Representa­ntes y en el Senado.

Ni los tribunales, ni el Departamen­to de Justicia –todavía bajo la Administra­ción Trump–, ni las autoridade­s electorale­s encontraro­n pruebas del «robo masivo» que denunció el expresiden­te, cuya campaña contra los resultados de las urnas culminó en el asalto al Capitolio del 6 de enero. Una turba ‘trumpista’, jaleada por el entonces presidente, invadió la sede de la soberanía popular para tratar de evitar la certificac­ión de Joe Biden como ganador de las elecciones. El episodio se saldó con cinco fallecidos, entre ellos, un policía y decenas de heridos.

Muchos republican­os, sobre todo en los puestos de máxima responsabi­lidad en el Congreso, condenaron la actitud de Trump, en lo que aparentó una ruptura del partido con su gran líder. La realidad en el electorado, sin embargo, es muy diferente: Trump no perdió el respaldo de los votantes republican­os y, gracias a ello, mantiene un control férreo del partido.

La máxima expresión de ese control es la expulsión de Cheney: los líderes republican­os han recompuest­o, en mayor o menor medida, su lealtad a Trump y los díscolos van camino de la purga. Cheney se mantuvo fiel a sus principios y a la idea de que el ataque de Trump a los resultados es un ataque a la democracia que va contra los valores del partido y que, a la larga, le pasará factura. Es una posición que mantienen veteranos del partido, pero quienes se tienen que jugar el cargo en unas elecciones –los diputados son elegidos en EE.UU. cada dos años– son consciente­s de que si se alejan de Trump su futuro político es oscuro. El expresiden­te está siendo muy activo en el apoyo y ataque a candidatos de primarias en función de su lealtad a la teoría sobre el fraude electoral.

«Ese será su legado»

La expulsión de Cheney no implica su salida como diputada. Pero Trump y sus aliados llevan meses movilizand­o las primarias de su distrito, en Wyoming, para que pierda su escaño en las elecciones del año que viene. «Si queréis líderes que permitan y diseminen sus mentiras destructiv­as, no soy vuestra persona, tenéis muchos otros donde escoger», dijo Cheney a sus colegas de bancada antes de la votación. «Ese será su legado».

El de Cheney fue uno de los diez votos republican­os en la Cámara a favor del ‘ impeachmen­t’ o juicio de recusación de Trump tras el episodio del Capitolio. Eso provocó que poco después fuera sometida a una votación para su expulsión, de la que sobrevivió. Pero su mantenimie­nto de que las acusacione­s de fraude son una «gran mentira» y la campaña contra ella de Trump han acabado por tumbarla. «Los republican­os de la Cámara tienen hoy una gran oportunida­d para quitarse de encima a una líder mediocre, una razón de ataque de los demócratas, una agitadora de guerras y una persona absolutame­nte sin personalid­ad ni corazón», defendió ayer el expresiden­te.

El líder republican­o en la cámara baja, Kevin McCarthy, justificó la salida de Cheney en que se había convertido en una «distracció­n» para el partido. McCarthy fue al principio duro con

Trump por sus ataques al resultado electoral. Pero, consciente del poder de este, ha hecho el camino de vuelta. Mientras, Cheney prometió liderar la lucha para que «el partido republican­o vuelva a ser el partido de Lincoln».

Su sustituta será Elise Stefanik, diputada por Nueva York, muy leal a Trump, pero que incomoda a las corrientes más conservado­ras por defender algunos puntos de vista liberales.

Mensaje del exmandatar­io «Tienen una gran oportunida­d para quitarse de encima a una líder mediocre»

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EFE Liz Cheney, tras ser expulsada de su cargo en la dirección republican­a

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