Regreso al futuro
Quedan 97 días para el futuro. Los que van a morir mañana son el pasado
En la marabunta que quiere matar el bicho invisible con cubitos de hielo y sustancias hidroalcólicas sin destilar de esas que anestesian el hígado, se puede medir la cuota de idiotas que hay ahora mismo en España. Siempre se ha dicho que aquí no cabe un tonto más y que, si entra uno por Galicia, se cae otro al mar por Almería, pero esa medición era a ojo de cubero, al puñado. Ahora, en cambio, la cuenta es exacta. Basta con examinar las imágenes de las bullas pandémicas para tener la estadística actualizada de la insensatez, que lleva a varias reflexiones pastoriles. La primera es que toda esa burricie sale de la manivela de la educación pública, históricamente exenta de consenso político y, por ende, de valores. La otra es que no tendría que ser necesario prohibir lo que ya prohíbe el sentido común. Y la última es que el nivel de la clase política no es superior al de los imprudentes del botellón.
El pendulazo de Sánchez con el estado de alarma parece decidido en un cursillo de mago. Nada durante meses y, de repente, todo. La restricción de libertades sin control parlamentario era una barbaridad. Desentenderse del asunto es otra. Un buen gobernante permite y vigila, no se quita del medio nunca. Lo que pasa es que al presidente le ha resbalado siempre la pandemia. Como a los de la botellona. Señaló el 9 de mayo como si fuera la bruja Lola, sin ningún criterio epidemiológico y avizorando la evolución del virus en su infalible bola de cristal. Y sin tener en cuenta la incidencia actual, ha cumplido su augurio. Porque él no estaba en el lío sanitario, estaba en su rol de profeta. Y ahora, como si todos los españoles fuésemos miembros de la manada del cubito de hielo y el abrazo sin mascarilla, nos repite que el estado de alarma ya es historia. Los muertos de mañana son el pasado. Según él, sólo quedan 97 días para el porvenir de la inmunidad. Mientras tanto, los que no estamos vacunados pasaremos tres meses balando por los prados al acecho del lobo mientras los tribunales se comen el marrón con las leyes obsoletas que él no ha querido modernizar. O decide su eminencia o nadie. Sálvese quien pueda. Pedro nos espera tranquilamente con Marty McFly en el futuro.