Ni hablar de todo eso
El supervisor alerta contra el optimismo económico del Gobierno y los riesgos de su cortoplacismo
A la vista gorda y la manga ancha del Banco del España debemos episodios como el de la salida a Bolsa de lo que fue o quiso ser Bankia, operación de la que fue cómplice y cuyo previsible fiasco llevó al supervisor a dejar atrás una etapa definida por la conchabanza para hacer examen de conciencia y ejercer en adelante de mosca cojonera. El corto plazo que, como contenedor de promesas, se marca el Gobierno como mera estrategia de supervivencia política contrasta con las perspectivas que, por lo que pueda pasar, esboza un organismo cuya amplitud de miras, cada vez más desinhibida e incorrecta, le permite nombrar la soga en la casa del ahorcado y plantear todas las cuestiones que el sanchismo ignora y traspapela por incómodas o inoportunas. Frente al regateo con que Escrivá intenta cuadrar el círculo del agujero de las pensiones, el Banco de España insistió ayer en la implantación de una ‘mochila austríaca’ en la que meter unos despidos laborales abaratados y llevaderos. No pesan los kilos, sino los años, y el tiempo pasa también para quien no quiere mirar el reloj y vive del señuelo de un porvenir inmediato, falsificado por la propaganda de la recuperación y la llegada de vacunas, financieras o farmacéuticas. De todo aquello que no quiere ni hablar el Gobierno –también de la despoblación, cuyo reto demográfico lleva una vicepresidenta colgado como una medalla escolar, con la efigie del diputado de Teruel Existe– habla una entidad que intenta que todo esto de España no acabe un día de estos como lo de Bankia.