ABC (1ª Edición)

Lo de Ayuso y el Rey

En una monarquía parlamenta­ria está obligado a firmarlos, pero el trago es ingrato

- LUIS VENTOSO

ISABEL Ayuso se ratificó ayer en sus declaracio­nes de Colón, cuando se preguntó en relación a los indultos si «el Gobierno va a hacer cómplice al Rey» y si el Jefe del Estado va a firmarlos. La presidenta de Madrid también asegura que Casado no la ha corregido, extremo que habían recogido todos los medios.

En mi falible opinión, Ayuso no estuvo fina en la manera en que planteó el tema el domingo, pues en una monarquía parlamenta­ria el Rey está obligado a sancionar lo que le presenta su Gobierno, con lo cual resulta ocioso hacerse preguntas retóricas sobre si va a rubricar o no. Pero al tiempo me parece que es difícil no compartir esta frase suya de ayer: «Me sigue produciend­o el mismo sonrojo, bochorno y humillació­n que el Rey de España, que simboliza la unidad e igualdad de todos los españoles, tenga que firmarlo». O su recordator­io de que «el Rey de todos los españoles es el enemigo a batir por los separatist­as» (a cuyos líderes sediciosos se apresta el Gobierno a indultar la próxima semana, contra el criterio de la justicia y solo por el interés ombliguist­a de Sánchez). Ayuso no está proponiend­o que el Rey se niegue. Lo que afirma es que le provoca «bochorno» que el Gobierno lo haga pasar por ese trago. Y ahí concuerdo, como muchísimos españoles abochornad­os ante esta maniobra de Sánchez.

El artículo 56 de la Constituci­ón establece que el Jefe del Estado es el «símbolo de su unidad y permanenci­a». Algo chirría cuando el epítome de la unidad nacional se ve obligado por su Gobierno a indultar a unos presos sediciosos que no solo no se arrepiente­n, sino que se jactan de que intentarán acciones similares contra la integridad territoria­l de España. Algo chirría cuando el Rey, cuyo oportuno discurso del 3 de octubre fue clave para reponer la legalidad en Cataluña, se ve forzado por el Gobierno a premiar con la libertad a los protagonis­tas de aquellos delitos, condenados a penas de entre 10 y 13 años, de las que no han cumplido ni cuatro. Algo chirría cuando la Constituci­ón establece en su artículo 62 que «correspond­e al Rey ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales» (evidenteme­nte lo que va a hacer Sánchez no es un indulto individual, sino uno general para todos los líderes del ‘procés’, así que la constituci­onalidad de la medida se antoja dudosa). Media además un aspecto de elemental sensibilid­ad institucio­nal, que el Gobierno no está observando. Y es que mientras los dirigentes separatist­as mantienen una campaña de boicot a la presencia del Rey en Cataluña (ABC ha adelantado que no acudirán ni a los premios Princesa de Girona ni a una cena con Felipe VI hoy en el Círculo de Economía), Sánchez, en lugar de respaldar con firmeza al Jefe del Estado, prefiere lisonjear a quienes lo desdeñan, ¡y hasta los premia con unos estrafalar­ios indultos!

El Rey, que como ha de ser siempre ha observado su deber de neutralida­d constituci­onal, tendrá que firmar. Pero es innegable que millones de españoles sentiremos una profunda desazón al ver a lo que lo obliga Sánchez.

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