Guerra abierta

Ayuso ya no acepta tutelajes y ha destapado un ruido hasta ahora sordo

HAY QUE VIVIR

Si hay intelectuales mayores como el recientemente fallecido teólogo suizo Hans Küng que niegan la infalibilidad del Papa, ¿cómo le vamos a conceder semejante don a Isabel Díaz Ayuso? Puedo entender que una persona que arrasa en unas elecciones después de años habiendo sido el pim, pam, pum de la izquierda sienta que se ha ganado el derecho a decir lo que le da la gana, sobre todo si en España te aplauden por la calle y en Francia ‘Le Figaro’ te bautiza como «la musa de la derecha». No seré yo quien le niegue a la presidenta de Madrid ese derecho, y también a marcar perfil propio, pero eso en ningún caso quiere decir que lo que vaya a defender sea siempre cierto; ni siquiera conveniente. Su pregunta al viento de la plaza de Colón sobre si el Rey va a firmar los indultos y si al hacerlo le van a convertir en «cómplice» está fuera de lugar, y por eso la opinión pública lo ha censurado y Pablo Casado quiso corregirla públicamente. Pero Ayuso ya no acepta tutelajes, y ayer lo demostró en un solo movimiento: llevó la contraria a su presidente nacional y acaparó los focos en un acto organizado para el alcalde de Madrid. Como bien describe hoy Mariano Calleja, Ayuso ha tensionado a su partido y ha destapado un ruido hasta hora sordo. La conclusión me la envía por whatsapp alguien de dentro: «Hay guerra abierta». «¿Con Almeida, con Casado o con los dos?», pregunto ingenuo. «Entre todos». Y en ese plan.