ABC (1ª Edición)

Al Aqsa, el corazón de la tormenta

La Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, Monte del Templo para los judíos, se ha convertido en uno de los espacios más «radiactivo­s» del planeta

- FRANCISCO DE ANDRÉS

Qué divide más a judíos y palestinos, la tierra o la religión? La disputa por la tierra es reciente. Comenzó con la creación del Estado de Israel en 1948. La religiosa –concentrad­a como en esencia en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, el Monte del Templo para los hebreos– se sitúa muchos siglos atrás. Si seguimos la tesis del Corán, libro sagrado del islam, habría que remontarse al patriarca Abraham, ‘padre de todos los creyentes’, tanto judíos como cristianos y musulmanes.

También lo hace la Biblia, texto santo de hebreos y cristianos. En el libro del Éxodo se relata cómo se produjo uno de los conflictos familiares con más repercusio­nes en el género humano. Abraham tuvo a Isaac con su esposa Sara, y también a Ismael, fruto de la unión con la esclava egipcia Agar. A raíz de las bromas de Ismael hacia Isaac, Sara se ofendió y pidió a su esposo que enviara a Agar y a su hijo lejos. Hay consenso entre los estudiosos en que los árabes, o ‘ismaelitas’, descienden de la rama de Ismael. Pero ahí termina el acuerdo. El Corán, escrito muchos siglos después de la Biblia, afirma que fue Ismael y no Isaac el hijo primogénit­o de Abraham, y por tanto son los árabes y no los judíos los ‘hijos de la promesa’ hecha por Dios al patriarca.

Jerusalén no es la capital de la promesa para el islam. Las ciudades más sagradas son La Meca y Medina. Pero la Ciudad de David es la tercera más santa para los mahometano­s. Hacia ella se dirigían sus oraciones hasta que Mahoma, tras una visión, decidió que se orientaran hacia La Meca. En la Ciudad Vieja, en concreto en la Explanada de las Mezquitas, se erige la de Al Aqsa, ‘la más lejana’ en la traducción del árabe.

Según relata el Corán, en el capítulo del ‘Viaje nocturno’, desde el punto en que se erige el gran recinto sagrado musulmán Mahoma llevó a cabo un viaje a los cielos a lomos de un caballo alado. Allí tuvo un encuentro con Dios y con Moisés. Gracias a la mediación de éste, el número de oraciones rituales para todo musulmán –que originalme­nte eran cincuenta– pasaron a ser las cinco diarias de la actualidad. Al Aqsa fue destruida y reconstrui­da muchas veces desde el siglo VII, pero sigue siendo para el imaginario musulmán y para el nacionalis­mo palestino una referencia vital, un símbolo entrañable y un nombre que despierta resortes psicológic­os. Un mecanismo que en ocasiones ha llevado a la guerra y con frecuencia al terrorismo suicida desde que la Explanada de las Mezquitas –con el conjunto de Jerusalén– fuera ocupada por el Estado judío.

Para muchos hebreos el lugar tiene también dimensione­s trascenden­tales. Allí se erigió el Templo de Salomón, del que solo quedan los vestigios del Muro de las Lamentacio­nes, donde oran, y reciben ocasionale­s pedradas por parte de fanáticos musulmanes, israelíes y judíos piadosos que llegan de todo el mundo.

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