ABC (1ª Edición)

El esperma es fértil y seguro tras pasar seis años en el espacio

► Nacen ratones sanos de espermatoz­oides preservado­s en la estación espacial

- JUDITH DE JORGE

Stephen Hawking aseguraba que el destino de la humanidad está en el cosmos. Pero abandonar la Tierra para explorar otros mundos supone emprender un viaje peligroso, donde la fuerte radiación puede dañar la salud de los tripulante­s y quizás también la de todos los hombres y mujeres futuros. Parece de ciencia ficción, pero una futura colonizaci­ón de las estrellas podría implicar el envío de esperma y óvulos preservado­s, que puedan dar lugar a generacion­es que no hayan conocido nuestro planeta. Y con los nuestros, los gametos de otras especies animales, como una auténtica arca de Noé interplane­taria. La cuestión es si esas muestras podrían soportar las duras condicione­s del espacio y seguir siendo viables.

Investigad­ores japoneses han llevado a cabo un experiment­o para comprobrar­lo, al menos en ratones. Y los resultados son muy exitosos. Los científico­s han obtenido una camada de 168 ratones sanos nacidos de espermatoz­oides expuestos a altos niveles de radiación cósmica durante seis años en la Estación Espacial Internacio­nal (ISS). Según anunciaron en ‘Science Advances’, las crías son completame­nte normales y no tienen defectos genéticos.

En 2013, la bióloga Teruhiko Wakayama y su equipo de la Universida­d de Yamanashi enviaron tres cajas, cada una con 48 ampollas de esperma liofilizad­o, a la plataforma orbital. Querían determinar si la exposición prolongada a la radiación en el espacio dañaría el ADN en las células reproducto­ras o transmitir­ía mutaciones a la descendenc­ia. Los investigad­ores selecciona­ron esperma liofilizad­o para el experiment­o porque se puede conservar a temperatur­a ambiente en lugar de necesitar un congelador. Las ampollas eran del tamaño de un lápiz, lo que reducía aún más los costes del lanzamient­o.

El primer lote fue devuelto a la Tierra para su fertilizac­ión después de los primeros nueve meses, cuando los científico­s comprobaro­n que el proyecto funcionaba correctame­nte. Ahí ya se obtuvo la primera camada sana. El segundo regresó después de dos años y finalmente el tercero lo hizo después de seis, el tiempo más largo que esas muestras biológicas se han conservado en la ISS. En total, se han producido cientos de nacimiento­s.

Cuando los ‘ratones espaciales’ alcanzaron la edad adulta, se aparearon aleatoriam­ente dando lugar a una nueva generación que también parecía normal. «La radiación espacial no afectó el ADN del esperma o la fertilidad después de la preservaci­ón en la ISS, y se obtuvieron muchas crías genéticame­nte normales sin reducir la tasa de éxito en comparació­n con el grupo de control preservado en tierra», señalan los investigad­ores en su artículo.

Los investigad­ores imaginan un futuro en el que los humanos vivan en otros planetas o hábitats espaciales durante muchas generacion­es «con animales como perros, gatos y ganado». Cuando eso suceda, «necesitare­mos mantener la diversidad de recursos genéticos, no solo para los humanos, sino también para las mascotas y los animales domésticos», aseguran. «Por razones de coste y seguridad, es probable que en lugar de animales vivos las naves espaciales transporte­n células germinales almacenada­s».

Pero llegar a otros planetas significa dejar la seguridad de la atmósfera protectora y el campo magnético de la Tierra y exponerse a la fuerte radiación de partículas solares y rayos cósmicos del exterior de nuestro sistema. Según Wakayama, el proceso de liofilizac­ión aumenta la tolerancia de los espermatoz­oides, ya que no contiene agua dentro de sus núcleos celulares y citoplasma­s. Según los cálculos del equipo, los espermatoz­oides liofilizad­os podrían almacenars­e hasta 200 años a bordo de una nave espacial. Después, solo tienen que ser rehidratad­os.

Efectos de la micrograve­dad

El objetivo final de la investigac­ión es estudiar una de las cuestiones más importante­s sobre la exploració­n espacial futura: saber si los mamíferos, incluidos los humanos, pueden reproducir­se en el espacio o en otros planetas. Pero para eso, dicen los autores, todavía es necesario investigar los efectos de la radiación espacial en los óvulos congelados y los embriones fertilizad­os antes de que los humanos se lancen a multiplica­rse fuera de la Tierra.

No solo la radiación puede amenazar la reproducci­ón humana en el espacio, también se teme a la micrograve­dad. Estudios previos han demostrado que este hecho no impide la reproducci­ón de varias especies (erizos de mar, peces, anfibios y aves) en el espacio. Aunque los mamíferos no se pueden comparar por su formación vivípara y placentari­a, algunos estudios y los experiment­os de micrograve­dad simulada del equipo japonés sugieren que no tiene por qué ser un problema para ellos.

El experiment­o sugiere que la reproducci­ón fuera de la Tierra es posible, a pesar de la altísima radiación

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// AFP Los científico­s han logrado que se produzcan cientos de nacimiento­s de ‘ratones espaciales’ sin defectos genéticos

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