ABC (1ª Edición)

La fibra moral

«La despolitiz­ación del hombre y la sinonimia entre moral y social son la fuente de la servidumbr­e, del despotismo gubernamen­tal, del miedo y del terror»

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

ESPAÑA es hoy un país de damas politóloga­s y de caballeros de patas de pollo callejeand­o por la ‘cives’ en pantalón corto, que es verano. ¿Qué fibra moral es ésta? Pues la fibra moral del Estado Moral de Rousseau que nos trae la llamada izquierda, la que traicionó la ruptura democrátic­a para meter su pajita en el bote del Estado y quedarse con el bote y con las propinas. Eurocomuni­smo y Estado, lo llamó Carrillo, pero el único que en el 78 supo verlo fue el fundador, alemán, de la ciencia constituci­onal.

El izquierdis­ta es ante todo un ser moral, y por ‘moral’ entiende Rousseau ‘social’. Ésta es, para Negro, la clave del moralismo político dominante: la equiparaci­ón entre social y moral, un puritanism­o.

—La despolitiz­ación del hombre y la sinonimia entre moral y social son la fuente de la servidumbr­e, del despotismo gubernamen­tal, del miedo y del terror.

El músculo moral de la izquierda oportunist­a (tampoco sé si existe otra) es su ‘humor negro’, concepto reelaborad­o por el juez Pedraz en su auto sobre el concejal Zapata, ‘gagman’ de la Shoá (número de judíos que caben en un cenicero, etcétera), que estrujó su ingenio para imaginar a Irene Villa, niña que perdió sus piernas por un bombazo de la ETA, yendo ‘por repuestos’ al cementerio de Alcácer. ¡Señores: ante todo, libertad de expresión! No tenemos libertad política, pero que no nos toquen la libertad de expresión, que, por otro lado, excluye a la libertad de pensamient­o, aplastada por la unanimidad del consenso ‘que con tanto trabajo nos dimos todos’, y que condena al disentimie­nto a la locura o al crimen.

Es ‘humor negro’ de la izquierda moral el ‘caganer’ en bronce de Prieto en la misma avenida del monumento a Calvo-Sotelo, y culmina con las risas de ‘El Jueves’ a costa de las torturas a Ortega Lara (el ingenio izquierdis­ta tiene razones que sólo la razón ilustrada entiende), en contraste con el respeto oficial debido a sus torturador­es. Los pueblos, advirtió Maura, no mueren por débiles, sino por viles.

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