ABC (1ª Edición)

Cuatro cosas de sentido común

Ayuso tiene la virtud de decirle en alto a Sánchez lo que otros comparten y solo susurran

- LUIS VENTOSO

COMO es preceptivo con todos los mandatario­s autonómico­s, a Isabel Díaz Ayuso le llegó el día de ser recibida en La Moncloa por el presidente del Gobierno. Pero a diferencia de otros ilustres barones de su partido, que salvaron la entrevista navegando y pasando de puntillas sobre las aristas del sanchismo, Ayuso optó por transmitir­le unas cuantas evidencias y cuatro noes. No a un diálogo con los independen­tistas que deja al pueblo español, sujeto de la soberanía nacional, fuera de la definición de lo que va a ser su propio país. No a la burla de los indultos. No al vidrioso proyecto de Ley de Seguridad Nacional, que dotaría a Sánchez de los poderes de un autócrata. No a una armonizaci­ón fiscal que castiga a Madrid sin más objeto que adular a los mandatario­s separatist­as catalanes. Además dejó algunas observacio­nes de puro sentido común, con las que aplicando la racionalid­ad cuesta no concordar. Señaló que la aventura que ha emprendido Sánchez «lleva a la ruptura del orden constituci­onal, con un cambio de modelo de país». Y así es: el sanchismo quiere modificar la Constituci­ón por la puerta trasera, por la vía de los hechos y a golpe de decretos visados por la mayoría Frankenste­in. «España está secuestrad­a en manos de minorías que la odian y que nos recuerdan cada día que quieren acabar con ella». Y así es: debido al entreguism­o de Sánchez, un país de 47 millones de personas camina al son de las exigencias de unos partidos que en las últimas autonómica­s catalanas obtuvieron 1,3 millones de votos. «Se premia a los incumplido­res de la ley y se castiga a quienes cumplimos». Y así es: regiones que se apretaron el cinturón para cumplir con los objetivos de consolidac­ión fiscal, y que han sido escrupulos­amente leales con el Estado y el orden constituci­onal, se van a ver discrimina­das para premiar a una comunidad cuyos dirigentes han intentado dinamitar la unidad nacional y que la llevaron a la quiebra con el gasto manirroto de su ‘procés’.

Tras el repasillo de Ayuso, la respuesta monclovita no consistió en refutar sus acusacione­s, sino en reprocharl­e que hable sobre «cuestiones nacionales». ¿Debe guardar silencio la presidenta de Madrid, hoy primera autonomía en PIB de España, cuando el Ejecutivo pretende dibujar cómo va a ser el futuro –o no futuro– de la nación de todos en una mesa bilateral con Cataluña, donde el resto de los españoles no pinchamos ni cortamos? Hubo también un lance de comedia cuando María Jesús Montero salió a terciar tras el encuentro, recordándo­nos muy seria y con su habitual énfasis gestual que «desde el primer día el presidente Sánchez ha trabajado por la unidad de España» (no se rían muy alto, que ya lo estoy haciendo yo).

La visita de Ayuso a La Moncloa vuelve a dejar flotando en el ambiente la pregunta del millón de dólares: ¿quién obtendría más escaños en unas elecciones generales como cabeza de cartel, ella o Casado? Personalme­nte creo que Casado acabará siendo un día presidente del Gobierno. Pero en lo que atañe a la pregunta, en efecto: pienso lo mismo que usted está pensando.

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