Fundar un sello es más atractivo que fichar por una editorial
La mayoría de los aspirantes a incorporarse a la industria del libro quieren hacerlo al frente de sus propios proyectos y no como trabajadores de los grandes grupos editoriales que se reparten el mercado
Los editores son hijos del diablo y merecen un infierno aparte. La frase atribuida a Goethe (también en una versión para libreros) tiene tanto de escarnio como de elogio. Agitadores, visionarios y, ¡cómo no!, empresarios, los editores son los herederos del proyecto ilustrado, pero eso no los exime de la obligación de ser rentables. Así lo demostraron Giulio Einaudi, Roberto Calasso, Gaston Gallimard o Jorge Herralde, quienes a lo largo del siglo XX publicaron alta literatura al mismo tiempo que hicieron fructificar su negocio.
Tanto la crisis económica de 2008 –que en España produjo una contracción del 40% en el mercado del libro– como el fenómeno de concentración editorial en marcha desde los años ochenta propiciaron la aparición de los llamados editores independientes. Muchos de aquellos sellos siguen en activo veinte años después y sirven de inspiración a los aspirantes a incorporarse al sector. Eso sí, los noveles prefieren dirigir un sello propio en lugar de incorporarse a un gran grupo.
Cubiertos en ocasiones por un halo casi beato, los editores independientes se han movido entre el romanticismo y el cataclismo. Llegaron al negocio desde otros oficios –periodistas, traductores o libreros–, justo en el cambio del modelo del libro tradicional al digital. La expansión de las redes sociales y la aparición de nuevos formatos en las industrias culturales lo cambió todo. «El mundo pasó de la era Gutenberg a la era Zuckerberg», sentenció hace poco Carlo Feltrinelli, presidente del cuarto grupo editorial en Italia y primer accionista de Anagrama.
En tiempos inciertos hubo que aprender a pescar en río revuelto: desde la expansión empresarial de las multinacionales a la estrategia de ocupación de las plataformas tecnológicas (Amazon, Google, Facebook, Apple), así como el dominio del algoritmo como mecanismo de amplificación de productos no fiables que van en detrimento de la labor editorial profesional. Quienes pretenden tomar el testigo lo tienen igual de difícil, aseguran los editores, convencidos de que nunca el tiempo es económicamente propicio cuando de nuevos proyectos se trata. La clave, eso sí, pasa por tener una idea clara de qué buscan y qué pueden ofrecer.
Absorción editorial
Los editores que publican entre tres y veinte libros al año suponen cerca del 20% del mercado editorial en España. Si a finales de los años noventa y durante la primera década del siglo XXI la edición independiente fue percibida como moda o temeridad, hoy muchos valoran su crecimiento como respuesta a la desaparición de las editoriales medianas y la disolución de sus catálogos tras ser absorbidas por las multinacionales. Así lo explica Valeria Bergalli, fundadora en 1999 de Minúscula, uno de los primeros sellos independientes de aquella nueva ola.
A día de hoy, una de cada tres editoriales está vinculada a un gran grupo. La titánica fusión de la alemana Random House y la británica Penguin, del Grupo Pearson, fue tan solo uno de los ejemplos de un proceso que viene de lejos. En España algunos de los movimientos más significativos ocurrieron ya en los ochenta con la compra que hizo Bertelsmann de Plaza & Janés o la adquisición de Grijalbo por la italiana Mondadori. En 2012, la editorial Tusquets, fundada por Beatriz
de Moura, pasó a formar parte del Grupo Planeta; Penguin Random House compró en 2016 Alfaguara, Suma de Letras, Taurus y Aguilar, y en 2015 se hizo efectiva la fusión de Anagrama con Feltrinelli.
Muchas de estas operaciones coincidieron con la aparición de editoriales como Páginas de Espuma, Acantilado, Alpha Decay o Libros del Asteroide, esta última creada por Luis Solano en 2005, y que acabaría conformando el Grupo Contexto junto con Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso. Hoy la mayoría sobrepasa los veinte años de actividad y comparte mercado con otras empresas más jóvenes como Capitán Swing, Blackie Books, Pepitas de Calabaza, Errata Naturae, Libros del K.O. o Círculo de Tiza, además de las veteranas Turner y Pretextos.
Ir por libre
¿Independientes de qué? ¿Del lector? ¿Del mercado? «Evidentemente no lo es, al menos en parte, pues creo que el editor independiente es aquel que sabe hacer de su gusto personal una aventura rentable y esto conlleva construir una marca editorial, como diría Jorge Herralde. En definitiva, se trata de generar una necesidad lectora», asegura Juan Casamayor, quien hace 22 años creó Páginas de Espuma, editorial especializada en relato breve y que a día de hoy tiene un sólido catálogo de clásicos y novísimos del género.
Los fundadores de algunos de los proyectos editoriales independientes con mejores resultados vienen de grandes grupos o experiencias previas: Luis Solano había trabajado en Planeta y Eva Serrano, fundadora de Círculo de Tiza en 2015, como lectora editorial. Otros, en cambio, siguieron su intuición, como Emilio Sánchez, Guillermo López y Álvaro Llorca, quienes en 2011, en pleno fin de fiesta de los grandes medios, fundaron Libros del K.O., un sello especializado en no ficción, crónica y periodismo. «Todo va a salir mal, y nos parece estupendo», fue su lema. Diez años después pueden presumir de fenómenos editoriales como ‘Fariña’, reportaje de Nacho Carretero que sobrepasó las diez ediciones y sorteó un secuestro judicial, o ‘El director’, de David Jiménez, del que se vendieron más de 45.000 ejemplares.
Pocos aprenden de la experiencia ajena, pero conviene tener en cuenta algunos casos de éxito. El sello Libros del Asteroide se caracterizó desde sus inicios por la recuperación de autores como Manuel Chaves Nogales, así como la traducción de contemporáneos como Nickolas Butler o Rachel Cusk. Pocos elementos, bien utilizados; esa es la máxima de su fundador, Luis Solano: «En edición literaria, por diferenciarla de la puramente comercial, lo esencial no es tener determinado gusto personal ni tener buena información del sector. La clave es detectar aquello que les gusta a los lectores», pero, sobre todo, «aquello que les va a gustar».
El agua tibia está inventada
Cuando Blanca Cambronero fundó Capitán Swing en 2009, la crisis económica castigaba con fuerza y el movimiento de los indignados se abría paso. Determinados libros de su catálogo se convirtieron en sus mayores aciertos: ‘Chavs’, de Owen Jones; ‘El minotauro global’, del economista griego Yanis Varoufakis –el hombre que le jugó un pulso a la Troika y en cuyo espejo Pablo Iglesias se veía reflejado–, hasta los ensayos de Rebecca Solnit. «La clave para una editorial es el equilibrio, la capacidad de recuperar libros y crear un fondo que se siga vendiendo», asegura.
Algo parecido ocurrió con Errata Naturae. «Eran momentos de mucha incertidumbre. En eso no creo que haya cambiado con respecto a hoy (…) Sin embargo, después de trece años, hay más editoriales independientes, se han publicado multitud de artículos sobre ellas, todo el sector está acostumbrado a que surjan nuevos proyectos y los suele acoger con entusiasmo», explica Irene Antón, quien, junto con su socio Rubén Hernández, ha conseguido colocar en las listas de los más vendidos a autores como Mary Karr o Angelica Schrobsdorff, autora de ‘Tú no eres como las otras madres’, un ‘long seller’ coeditado con Periférica.
«Las editoriales independientes han de tener una marca, una condición que las identifique porque la oferta es inmensa y los pequeños nos vemos obligados a limitar la oferta. Círculo de Tiza se centró en el periodismo literario, un género poco cuidado en España, aunque los autores son muy reconocidos por un gran número de lectores, dado que escriben a diario en los medios». Cinco años después de fundar su sello, Eva Serrano se ha convertido en una referencia y libros como ‘Feria’, de Ana Iris Simón, lo demuestran. Así como ella optó por delimitar un género, hubo quienes colocaron el foco «en autores americanos de los años 50», «en libros más políticos o sociales, o en el relato corto o en rescatar a autores muertos y olvidados, en voces de los países que quedaron tras el Telón de Acero y que nunca fueron traducidos en España… Casi todas buscábamos cubrir un hueco que las grandes dejaban».
Editar es otra cosa
El Máster Internacional en Edición de la Universitat Pompeu Fabra tiene 25 años. En todo ese tiempo ha servido de semillero para los nuevos profesionales del sector, pero también como termómetro. «En los últimos 6 o 7 cursos, hemos observado un porcentaje de estudiantes internacionales que decide hacer el Máster para crear su propia empresa», explica Javier Aparicio Maydeu, fundador y responsable del programa de posgrado.
«Cada curso se crean dos o tres empresas, incluso durante el año 2020, en plena pandemia, han surgido proyectos de este tipo», afirma. El fenómeno es percibido con recelo por la vieja guardia, formada en las grandes editoriales. A pesar de eso, para muchos resulta viable crear editoriales de nicho, siempre que se conozca el mercado y la nueva propuesta aporte innovaciones en los contenidos o los formatos. Las cifras de la ‘Panorámica de la edición en España’ confirman la tendencia al emprendimiento con 207 altas de agentes editores en 2019.
Madrid y Cataluña, seguidas de Andalucía y Valencia, son las comunidades donde más proyectos nuevos se registran. De ahí la advertencia de Javier Aparicio Maydeu a quienes desean recoger el testigo: «No es conveniente confundir lo que lees con lo que editas, y los editores que ejercen de profesores hacen hincapié en este punto. Puedes crear una editorial que se corresponda con tus intereses siempre y cuando el proyecto, el plan de negocio, sea sostenible y sea oportuno en el mercado».