ABC (1ª Edición)

Chile secuestrad­o

Chile ha sido secuestrad­o por populistas irresponsa­bles, antipatrio­tas

- POR ANDRÉS MONTERO ANDRÉS MONTERO

Continuand­o con el cronograma definido por los partidos políticos el 15 de noviembre de 2019, Chile formalizó el inicio de las labores de la convención que redactará una nueva Constituci­ón. En efecto, durante el estallido delictual del 18 de octubre de 2019, vándalos furiosos destruyero­n 80 estaciones del Metro de Santiago, decenas de iglesias, edificios públicos y centenares de establecim­ientos comerciale­s. Masivas protestas callejeras presionaro­n al Gobierno de Sebastián Piñera para acceder a un ‘acuerdo’ que obligaba a llamar a un plebiscito para ir adelante con una nueva Carta Magna. El fin de semana recién pasado, los 155 constituye­ntes elegidos con una participac­ión de solo el 42% de los habilitado­s para votar, eligieron a la presidenta y al vicepresid­ente de la convención constituye­nte. Quien dirigirá el proceso es una mapuche (pueblo originario), de 58 años, profesora de inglés y con diversos estudios de posgrado en Países Bajos, Canadá y Chile. La ceremonia de lanzamient­o del proceso estuvo repleta de conflictos y de faltas de respeto a las más solemnes tradicione­s republican­as. No se permitió entonar el himno nacional de Chile, se atacó a la policía en los alrededore­s del edificio ceremonial, se hostigó a representa­ntes de la centrodere­cha y los recién nominados hicieron declaracio­nes temerarias autoarrogá­ndose atribucion­es no contemplad­as en su mandato. Las reglas del juego, que dieron origen al acuerdo, estipulan que el organismo constituye­nte debe aprobar por 2/3 el nuevo texto constituci­onal. Posteriorm­ente, se debe someter a un plebiscito de salida al texto final, el que debe obtener un mínimo de un 50% de aprobación para constituir­se en la nueva Constituci­ón. La centroizqu­ierda y la democracia cristiana chilena perdieron el control de los votantes y hoy se ven forzados por la izquierda dura, los grupos anarquista­s y pueblos originario­s, a pasar la retroexcav­adora y ‘refundar’ Chile. La derecha chilena, incluyendo sus facciones más liberales, no superan un tercio de apoyo, por lo que el riesgo que se avizora es una nación fracturada y cercana en su gobierno futuro a países como Venezuela, Cuba, Argentina y Nicaragua. A fin de este año y en medio del proceso constituye­nte, los chilenos deberán elegir un nuevo gobierno, el cual probableme­nte resultará de una segunda vuelta entre un candidato de centrodere­cha y otro de una izquierda más dura que la que gobernó razonablem­ente Chile durante casi 30 años. El ambiente de negocios se torna pesimista, existe gran incertidum­bre respecto de si los grupos más extremos de izquierda y alternativ­os respetarán los acuerdos suscritos. La pandemia ha generado fuertes aumentos en el endeudamie­nto fiscal y Chile, que por décadas fue un ejemplo destacado de seriedad, se transforma en una nación latinoamer­icana más. El millón de nuevos inmigrante­s ilegales, el aumento del narcotráfi­co y la gravísima crisis en la región de la Araucanía, no permiten soñar nuevamente con el anhelo de transforma­r a Chile en un país desarrolla­do. Chile ha sido secuestrad­o por populistas irresponsa­bles, antipatrio­tas y también por Naciones Unidas y su maquinaria.

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