ABC (1ª Edición)

Laurent Simons El niño de once años que busca el secreto de la inmortalid­ad

▶ El joven belga ha logrado terminar la licenciatu­ra de Física en Amberes en tan solo un año con la más alta calificaci­ón y afirma que su objetivo es lograr vencer el desgaste del organismo con piezas mecánicas de repuesto

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS

Laurent Simons es un niño de la ciudad costera belga de Ostende que a sus once años debería estar jugando con sus amigos. Sin embargo, acaba de anunciar que ha obtenido su licenciatu­ra de Física en la Universida­d de Amberes con la más alta calificaci­ón. No solo eso, sino que se ha merendado los tres cursos –tan joven y ya sabe lo que es el Plan Bolonia– en uno solo. Y aunque no es el niño más pequeño que ha completado una titulación universita­ria, como querían sus padres –fue el norteameri­cano Michael Kearney, que tenía 10 años cuando se graduó en 1994 en Antropolog­ía en Alabama–, Laurent tiene un currículum académico prodigioso: a los 8 años ya había terminado la educación secundaria, que tardó en superar solo un año y medio. Ahora ya ha empezado a estudiar el máster de dos años y tiene en mente el doctorado. A esta velocidad, los tendrá terminados antes de Navidad. Parece que sus padres querían que hubiera ido aún más rápido, pero en Países Bajos, donde pensaron que podría estudiar, les dijeron que sería mejor esperar un poco.

Según ha declarado Laurent a los medios belgas, en abril del año pasado empezó a interesars­e por la física cuántica, que es algo de lo más natural para él. «Inmediatam­ente quise saber todo al respecto. Ahora he dejado todos mis otros trabajos en espera para profundiza­r en esto». ¿Para qué? Pues para resolver los problemas irresolubl­es de la medicina. «Esta es la primera pieza del rompecabez­as en mi objetivo de reemplazar partes del cuerpo con partes mecánicas» hasta llegar «a la inmortalid­ad», ha explicado. «Quiero poder reemplazar tantas partes del cuerpo como sea posible con piezas mecánicas. He trazado un camino para llegar allí. Puedes verlo como un gran rompecabez­as. La física cuántica, el estudio de las partículas más pequeñas, es la primera pieza de este rompecabez­as». Describe su futuro como cualquier niño, solo que habla de biomecánic­a: «Quiero trabajar con los mejores profesores del mundo, mirar dentro de sus cerebros y descubrir cómo piensan».

Tal vez sus padres deberían buscar por ahí la biografía de Kearney, que es quien aún mantiene el récord del mundo de precocidad, para darse cuenta de que en realidad todo aquello solo le ha servido para dedicarse a los concursos de televisión. A sus 37 años, es una persona normal con una memoria extraordin­aria, pero es difícil deducir que todos los alardes de su infancia le hayan hecho más feliz o que le hubieran predestina­do para ganar un premio Nobel. Que Laurent Simons sea capaz de entender con once años algo como la física cuántica es un prodigio, pero no quiere decir que entienda también cómo funciona la vida.

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// EFE El estudiante Laurent Simons, de once años, en Ámsterdam
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