ABC (1ª Edición)

La herida

Sánchez se ha rodeado de un equipo que le garantiza una absoluta fidelidad

- GARCÍA CUARTANGO

FUE Shakespear­e quien escribió que las heridas que no se ven son las más profundas. La carrera política de Pedro Sánchez está marcada por una fecha: el 1 de octubre de 2016. Ese es el día que dimitió como secretario general tras perder una votación en el Comité Federal para convocar primarias y un congreso del partido. Dejó también su acta de diputado y se fue a su casa tras una comparecen­cia en la que no pudo evitar derramar unas lágrimas.

En lugar de derrumbars­e y retirarse de la política, como hubiera hecho cualquier otro, Sánchez buscó el apoyo de un grupo de amigos, se subió en un coche y empezó a recorrer toda la geografía nacional para recuperar el control del partido. Nueve meses después, ganaba las primarias a Susana Díaz y volvía a su despacho en Ferraz.

Sánchez pasó de sufrir una humillante derrota y convertirs­e en un apestado a ser el líder indiscutib­le del PSOE. Purgó a la vieja guardia y colocó a sus hombres en las posiciones clave. Uno tras otro, fueron cayendo los barones que se le habían enfrentado. Fue en ese momento cuando se juró a sí mismo que haría todo lo necesario para preservar lo que tanto le había costado conseguir.

El presidente es un hombre que oculta aquella profunda herida que mostró su vulnerabil­idad. Todo lo que ha hecho después, incluidas sus piruetas ideológica­s, el cambio de aliados y sus compromiso­s incumplido­s, se explica por aquella tremenda frustració­n de perder lo que creía legítimame­nte suyo. El orgullo y la prepotenci­a que caracteriz­an su conducta tienen mucho que ver con su carácter narcisista y aquella imagen ideal que veía reflejada en el espejo, que quedó muy dañada cuando le expulsaron del paraíso.

De aquella debilidad ha sacado la fortaleza de hoy. Por ello, quienes le desprecian o le ningunean cometen un grave error porque el presidente es un supervivie­nte que no desdeña ningún medio para mantenerse en el poder. No hay ningún político en España con un instinto de superviven­cia como el suyo. Sin esto no se pueden entender su estrategia política y sus contradicc­iones.

En esta crisis Sánchez no ha dudado en arrojar por la borda a antiguos aliados y colaborado­res que ya no le eran útiles. Y se ha rodeado de un equipo que le garantiza una absoluta fidelidad, asegurada por la deuda que han contraído con él al ser nombrados ministros/as.

La herida narcisista que habita en su interior ha ido creciendo en los últimos meses al no ser capaz de soportar las críticas por su gestión y la falta de lealtad de algunos personajes muy cercanos. Por eso, ha decidido prescindir de cualquiera que pudiera hacerle sombra o fuera un obstáculo para sus planes. Pero su herida sigue sangrando y mana con mayor fluidez cuanto más se aferra a la presidenci­a. Su principal virtud es su voluntad de sobrevivir, su resistenci­a diamantina, pero la adicción al poder acabará con él. No hay cura para eso.

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