Sin preguntas, sin mentiras
La última vez que a Pedro Sánchez le preguntaron sobre la crisis de gobierno que barruntaba –ocurrió al final de una rueda de prensa forzada por sus compromisos internacionales–, el jefe del Ejecutivo negó la mayor y de inmediato cambió de tema. Eso fue el pasado jueves, hace una eternidad en la medida sanchista del tiempo. Hay que reconocer que lo de cambiar de opinión de forma repentina se le da cada vez mejor. Ayer destituyó a sus ministros más leales, los que con más intensidad habían sufrido el desgaste derivado de su cesarismo, quemados por las llamas que él mismo avivó. «Se han dejado la piel en las circunstancias más duras», dijo Sánchez a modo de reconocimiento y despedida. Poco más. No hubo preguntas porque en el patio de butacas no había periodistas, ni siquiera fotógrafos. Todo fue envasado, televisado y retratado por el equipo de cámara de La Moncloa. Si miente cada vez que le preguntan, Sánchez quiso ayer evitarse y evitarnos otro mal trago.