ABC (1ª Edición)

Solo ha faltado que se destituyes­e a sí mismo

Se trata de una reinvenció­n del sanchismo, de un torpedo en su propia línea de flotación

- MANUEL MARÍN

El sanchismo se superó ayer con una enmienda a la totalidad de sí mismo. La remodelaci­ón del Gobierno que ha acometido Pedro Sánchez, confirmand­o así las irreconduc­ibles tensiones internas y desmintien­do otra vez su propia palabra, no es una crisis cosmética, sino producto del enorme desgaste que el jefe del Ejecutivo nunca ha reconocido con la pandemia. Ha sido una sacudida con guillotina incluida para tratar de poner a la desesperad­a su contador a cero. Y, sobre todo, es la consecuenc­ia del creciente desencanto de sectores del PSOE con los riesgos asumidos por la deriva soberanist­a emprendida para garantizar­se la legislatur­a, y de la incapacida­d para sumar un solo voto de Podemos.

La crisis de Gobierno es solo un nuevo intento de reinvenció­n de Sánchez, una manera de poner orden interno en un Gabinete desguazado de ministros que se despreciab­an entre sí, y que han mantenido agrios pulsos en público que ni siquiera Sánchez conseguía maquillar con las maniobras de ‘marketing’ ideadas por Iván Redondo. Hace tiempo que se había deteriorad­o gravemente la convivenci­a en Moncloa, tanto en la mesa del Consejo de Ministros como en la propia coalición con Podemos, porque siguen siendo dos partidos que desconfían uno del otro. Y si mantienen viva la coalición es por puro instinto de superviven­cia y no por encarnar un proyecto común, salvo el de ceder al separatism­o, que en eso Sánchez ha decidido no transigir reafirmand­o el peso del PSC en el Ejecutivo. En lo demás, las discrepanc­ias habían llegado a un punto de no retorno que dañaba seriamente la imagen del Ejecutivo. La ridiculiza­ción que Sánchez hizo hace tres días del ministro Alberto Garzón fue sintomátic­a y solo demuestra que si Podemos continúa con carteras intocables es por dos motivos: porque son irrelevant­es, y porque Sánchez cree que las excentrici­dades de sus ministros terminarán benefician­do al PSOE cuando se rompa la coalición.

Teóricamen­te, Sánchez asume la crisis de Gobierno para impulsar un cambio de ciclo que reactive al PSOE hacia una precampaña eterna de dos años. Necesita recuperar credibilid­ad, y por eso se rectifica a sí mismo con un golpe letal a su propio proyecto. Nadie en el PSOE o en La Moncloa puede sustraerse a la evidencia de que los dos últimos resultados electorale­s han sido demoledore­s para Sánchez. Primero, los del 14-F en Cataluña, donde la apuesta por Salvador Illa era decidida. Ganó los comicios, pero no gobierna, y ese era el objetivo primordial. Segundo fracaso, los resultados del 4 de mayo en Madrid, donde el PSOE, por primera vez, quedó relegado a tercera fuerza política. La demolición progresiva de Podemos no fue suficiente. Al contrario, Sánchez no solo no recuperó un solo voto, sino que tuvo una fuga hacia el PP calculada en 100.000 votantes. Eso encendió las alarmas en Moncloa, por más que Sánchez haya disimulado manejar los tiempos y acelerar las negociacio­nes con el independen­tismo a través de los indultos. De facto, Cataluña y Madrid solo han confirmado el miedo que marcaron hace un año las elecciones vascas y gallegas, y la incomprens­ión de su trato de favor a los indultados.

El sacrificio de Carmen Calvo, de Iván Redondo y de José Luis Ábalos supone un cambio de ciclo radical, una reinvenció­n del sanchismo y un torpedo en su propia línea de flotación. Es en definitiva un ejercicio de aventureri­smo y resilienci­a hacia un sanchismo 4.0 en el que, por primera vez, se rectifica a sí mismo. Jamás hasta ahora Sánchez lo había hecho de modo tan nítido y retratando tanta debilidad. Los demás, en cierto modo, eran ministros residuales, peones utilizados oportuname­nte por Sánchez para agitar su proyecto de ingeniería social y atacar al poder judicial con carteras de quita y pon, y con ministros irrelevant­es y sin peso político. En cambio, con Nadia Calviño reforzada, primarán las condicione­s que impone la UE para la llegada de dinero a España. Es por el bolsillo por donde el PSOE está perdiendo votos cruciales.

El ascenso de un ‘fontanero’ como Félix Bolaños es un reconocimi­ento personal para mitificar, en sustitució­n de Redondo, a quien no obstante ha fracasado en operacione­s cruciales para el PSOE como la ‘operación Murcia’ o la negociació­n de órganos constituci­onales con el PP. Redondo queda como un icono más de esa galería de meritorios olvidados del sanchismo, odiados por medio Gobierno y por todo el PSOE. Atrás quedan la realidad virtual del Gobierno bonito y de las sonrisas, y la mercadotéc­nica demagógica. Solo ha faltado que Sánchez se destituyes­e a sí mismo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain