ABC (1ª Edición)

El rol de Puigdemont se desdibuja sin un papel en el frente ‘exterior’ del ‘procés’

► El expresiden­te ha ido perdiendo influencia tanto en Europa como en Cataluña

- MIQUEL VERA

La llegada de Carles Puigdemont a Bélgica en octubre de 2017 supuso una auténtica sacudida para el proceso independen­tista. Ejemplo de ello fue su primera comparecen­cia ante los medios, en el club de prensa de Bruselas, que desbordó todas las expectativ­as de asistencia. Desde Cataluña, el soberanism­o observó con entusiasmo el interés que suscitaba el expresiden­te en el corazón de Europa y le otorgó un protagonis­mo exterior y una legitimida­d interna que, con el paso de los años, se ha ido resquebraj­ando.

Si bien en los primeros meses del líder de Junts en la capital comunitari­a su agenda se llenó de conferenci­as, giras y entrevista­s, este efecto novedad se ha ido diluyendo con el tiempo y el golpe de la pandemia. Este miércoles apenas se vio prensa internacio­nal en su esperado reencuentr­o con

Oriol Junqueras después de casi cuatro años. Prácticame­nte solo había medios españoles y alguna agencia de noticias en la ‘Casa de la República’.

En los últimos tiempos el propio independen­tismo ha ido rebajando el rol del exalcalde de Gerona. No solo ERC y la CUP han recortado su pleitesía al dirigente posconverg­ente, quien se erigió como ‘presidente legítimo en el exilio’ en 2017; también en su partido, Junts, se empieza a relativiza­r, con mucha cautela, su figura. Lo cierto es que durante un tiempo el expresiden­te fue un auténtico imán de voto que apenas fallaba. Sin embargo, las últimas contiendas electorale­s han demostrado que, aunque Puigdemont sigue teniendo gancho, ya no asegura las victorias.

Este cambio de paradigma quedó demostrado en los comicios catalanes del 14 de febrero. En esa ocasión, Puigdemont optó por ponerse de número uno en la lista del partido para apuntalar a la candidata ‘real’ a la presidenci­a: Laura Borràs. Esperaba repetir con su gesto el éxito de 2017, cuando su partido se impuso contra todo pronóstico ante ERC con una candidatur­a capitanead­a por él mismo y la promesa de volver si ganaba. No obstante, la estratagem­a no funcionó igual y el expresiden­te quedó tercero por detrás de dos candidatos con menos carisma: el exministro Salvador Illa (PSC) y Pere Aragonès (ERC), quien resultó finalmente elegido ‘president’.

Agotamient­o

En paralelo a este proceso de agotamient­o interno, Puigdemont ha visto cómo su supuesto liderazgo en el flanco exterior del ‘procés’ no se ha acabado concretand­o en nada. En 2018 el Govern eligió a la exconsejer­a republican­a Meritxell Serret, también huida a Bélgica, para dirigir la Delegación de la Generalita­t en Bruselas. En los años siguientes, después de ser elegido eurodiputa­do, el expresiden­te tampoco ha logrado consolidar un papel específico en la internacio­nalización del soberanism­o catalán. De hecho, en la primera comparecen­cia parlamenta­ria de la nueva consejera catalana de Acción Exterior, Victoria Alsina (cuota Junts), el nombre del expresiden­te fue nombrado muy de pasada y no se mencionó si tendría alguna función.

Para compensar este vacío, el expresiden­te ha hecho distintos gestos. El más ambicioso, lanzar el ‘Consell per la República’, nacido en 2018 con el respaldo de los partidos y entidades secesionis­tas que no ha logrado muchos apoyos dentro del movimiento. A día de hoy apenas tiene 100.000 miembros, cuando aspiraba a un millón. Este estancamie­nto, sumado al difícil panorama judicial que enfrentarí­a en caso de una eventual regreso a España, ha llevado a Puigdemont a considerar establecer­se definitiva­mente en Bélgica, según ‘El Periódico’. Estaría incluso valorando la opción de nacionaliz­arse belga.

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