El rol de Puigdemont se desdibuja sin un papel en el frente ‘exterior’ del ‘procés’
► El expresidente ha ido perdiendo influencia tanto en Europa como en Cataluña
La llegada de Carles Puigdemont a Bélgica en octubre de 2017 supuso una auténtica sacudida para el proceso independentista. Ejemplo de ello fue su primera comparecencia ante los medios, en el club de prensa de Bruselas, que desbordó todas las expectativas de asistencia. Desde Cataluña, el soberanismo observó con entusiasmo el interés que suscitaba el expresidente en el corazón de Europa y le otorgó un protagonismo exterior y una legitimidad interna que, con el paso de los años, se ha ido resquebrajando.
Si bien en los primeros meses del líder de Junts en la capital comunitaria su agenda se llenó de conferencias, giras y entrevistas, este efecto novedad se ha ido diluyendo con el tiempo y el golpe de la pandemia. Este miércoles apenas se vio prensa internacional en su esperado reencuentro con
Oriol Junqueras después de casi cuatro años. Prácticamente solo había medios españoles y alguna agencia de noticias en la ‘Casa de la República’.
En los últimos tiempos el propio independentismo ha ido rebajando el rol del exalcalde de Gerona. No solo ERC y la CUP han recortado su pleitesía al dirigente posconvergente, quien se erigió como ‘presidente legítimo en el exilio’ en 2017; también en su partido, Junts, se empieza a relativizar, con mucha cautela, su figura. Lo cierto es que durante un tiempo el expresidente fue un auténtico imán de voto que apenas fallaba. Sin embargo, las últimas contiendas electorales han demostrado que, aunque Puigdemont sigue teniendo gancho, ya no asegura las victorias.
Este cambio de paradigma quedó demostrado en los comicios catalanes del 14 de febrero. En esa ocasión, Puigdemont optó por ponerse de número uno en la lista del partido para apuntalar a la candidata ‘real’ a la presidencia: Laura Borràs. Esperaba repetir con su gesto el éxito de 2017, cuando su partido se impuso contra todo pronóstico ante ERC con una candidatura capitaneada por él mismo y la promesa de volver si ganaba. No obstante, la estratagema no funcionó igual y el expresidente quedó tercero por detrás de dos candidatos con menos carisma: el exministro Salvador Illa (PSC) y Pere Aragonès (ERC), quien resultó finalmente elegido ‘president’.
Agotamiento
En paralelo a este proceso de agotamiento interno, Puigdemont ha visto cómo su supuesto liderazgo en el flanco exterior del ‘procés’ no se ha acabado concretando en nada. En 2018 el Govern eligió a la exconsejera republicana Meritxell Serret, también huida a Bélgica, para dirigir la Delegación de la Generalitat en Bruselas. En los años siguientes, después de ser elegido eurodiputado, el expresidente tampoco ha logrado consolidar un papel específico en la internacionalización del soberanismo catalán. De hecho, en la primera comparecencia parlamentaria de la nueva consejera catalana de Acción Exterior, Victoria Alsina (cuota Junts), el nombre del expresidente fue nombrado muy de pasada y no se mencionó si tendría alguna función.
Para compensar este vacío, el expresidente ha hecho distintos gestos. El más ambicioso, lanzar el ‘Consell per la República’, nacido en 2018 con el respaldo de los partidos y entidades secesionistas que no ha logrado muchos apoyos dentro del movimiento. A día de hoy apenas tiene 100.000 miembros, cuando aspiraba a un millón. Este estancamiento, sumado al difícil panorama judicial que enfrentaría en caso de una eventual regreso a España, ha llevado a Puigdemont a considerar establecerse definitivamente en Bélgica, según ‘El Periódico’. Estaría incluso valorando la opción de nacionalizarse belga.