ABC (1ª Edición)

Cien años después, la herida del desastre de Annual sigue abierta

- ISRAEL VIANA / MANUEL P. VILLATORO

ABC reúne a cuatro descendien­tes de los héroes que, a finales de julio de 1921, sufrieron la mayor catástrofe de la historia reciente del Ejército español, con más de diez mil muertos, para hablar de la trágica huella que dejó en sus familias durante décadas

Reconoce Juan León Luna (Córdoba, 1939) que, cuando visitó Dar Quebdani hace un par de años, se vino abajo. Pidió a sus acompañant­es que, por favor, le dejasen solo un instante frente a aquel vasto territorio árido en el que su padre, Antonio, estuvo a punto de ser degollado hace un siglo. Quería imaginárse­lo allí de pie, reunido con sus compañeros, justo en el momento en el que el jefe rifeño Kaddur Namar se les acercó y les pidió que fueran a arreglarse un poco y a ponerse el mejor uniforme que tuvieran, pues el coronel Araujo les había entregado ya una importante cantidad de dinero en concepto de rescate. «Pensaban que les iban a dejar en libertad para que se marcharan tranquilam­ente a Melilla, pero, de repente, les quitaron las armas y la ropa y… ¡sálvese quien pueda! Mi padre recibió un balazo en el hombro y cayó herido, pero tuvo la suerte de salvarse porque se hizo el muerto entre los montones de cadáveres que se quedaron allí tirados, justo en el mismo lugar en el que estaba yo y donde se supone que todos ellos echaron a correr desnudos mientras los moros les disparaban. Se me cayó el alma al suelo, la verdad. Mi hija se dio cuenta y tuvo que venir a ayudarme», recuerda este profesor de instituto jubilado en la redacción de ABC sobre el Regimiento de Infantería de Melilla número 59. Unos mil soldados, de los cuales 950 fueron abatidos a balazos y rematados a golpe de gumía como si de una cacería se tratara.

Junto a Luna se hallan Bruno Navarro (Madrid, 1972), Gerardo Muñoz (Melilla, 1955) y Alfonso Basallo (Zaragoza, 1957). Le escuchan serios; se contagian las miradas cómplices. Han recorrido cientos de kilómetros para estar en la sede del diario. Todos comparten algo: cien años después de que se produjera el desastre de Annual, todavía recuerdan con una mezcla de orgullo y cierta aflicción la participac­ión de sus padres, abuelos o bisabuelos en una tragedia que se llevó la vida de más de 10.000 soldados españoles entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921. «Diría que fue la mayor catástrofe militar de la historia reciente de España», opina el primero.

Las casi dos horas de charla entre los cuatro dan para mucho. Se compar

ten recuerdos, se esbozan algunas sonrisas y, en definitiva, se bosqueja la calamidad que sucedió aquel fatídico mes a través de las historias de sus antepasado­s. Todos coinciden en que el desastre se forjó mucho antes, cuando el general Manuel Silvestre decidió avanzar a toda velocidad a través del Rif hacia la cabila de Beni Urriaguel, el corazón de la revuelta contra España. A mediados de mes, sin embargo, la posición de Igueriben, en la extrema vanguardia, fue cercada y asaltada. Tras su destrucció­n a manos de un ejército de miles de rifeños dirigidos por Abd el-Krim le tocó el turno a Annual.

Allí comenzó una carrera contrarrel­oj por salvar la vida. La situación que se vivió en esos campos después de que las tropas del general Silvestre fueran desarbolad­as en Annual y tuvieran que retirarse hasta Melilla fue tan trágica, que algunos de los soldados españoles se mataron entre sí para intentar hacerse con un hueco en los pocos transporte­s disponible­s para sacarlos de aquel infierno. No cabían todos y, de hecho, la mayoría no consiguió regresar jamás a casa. Sus cuerpos quedaron olvidados para siempre en aquellos terrenos yermos. La herida que se generó en las familias fue tan profunda que todavía sigue abierta, según explican los cuatro descendien­tes sobre una tragedia de la que dentro de unos días se cumplen cien años y que el Gobierno de Pedro Sánchez no va a conmemorar de manera oficial.

Dolor y orgullo

El desastre ha marcado a cada familia de diferente forma. Muñoz evoca cómo su abuela, a la que conoció de pequeño, pasó el resto de su vida abriendo la puerta de casa, cada vez que llamaban, con la esperanza de que fuera Miguel, el hijo que se presentó voluntario en el cuerpo de Sanidad, como camillero, cuando tenía solo 18 años. O, por lo menos, alguien que viniera a darle alguna noticia de su paradero. Aquello, sin embargo, nunca ocurrió. «Mi tío fue enviado a Annual justo dos días antes de que comenzaran las matanzas y jamás regresó. Su cadáver no fue recuperado», asegura.

«Esta tragedia siempre ha estado muy presente en mi casa», continúa este escritor e investigad­or de Melilla, autor de ‘El desastre de Annual: Los españoles que lucharon en África’ (Almuzara, 2021), el libro en el que ha estado trabajando los últimos tres años «para saldar una deuda familiar». De hecho, el barrio en el que creció de la ciudad autónoma –construido en honor a uno de los héroes de Annual en 1910, Pedro del Real Sánchez Paulete– fue un paso obligatori­o para todos aquellos que iban o venían de la Guerra de Marruecos. «Mis tías me contaban que, durante los días del desastre, pasaron mucho miedo porque se decía que los rifeños iban a entrar en el barrio del Real», apunta. Toda la familia esperaba, aquellos días, el regreso de Miguel.

«La desaparici­ón es el peor destino a nivel militar», le responde Navarro. Su bisabuelo tuvo un poco más de fortuna. Felipe Navarro y Ceballos-Escalera, al frente de las operacione­s una vez que el general Silvestre se suicidó, consiguió sobrevivir. Aunque lo hizo después de dirigir una defensa a ultranza en Monte Arruit y de que los rifeños le engañasen prometiénd­ole salvaguard­ar la vida de sus hombres si capitulaba­n. «Mataron a más de dos mil de sus soldados delante de él. Si viviera, estoy seguro de que nos diría que aquello es lo que más le dolió», desvela. Pero a la familia hay una cosa que le ha marcado todavía más a nivel personal: su penoso cautiverio en los campos del Rif.

Basallo afirma sentirse identifica­do con Navarro. Su abuelo Francisco, sargento de infantería, pasó por una situación similar. «También le cogieron prisionero en Dar Quebdani, donde los rifeños no respetaron el pacto de capitulaci­ón y mataron a aquellos noveciento­s hombres indefensos. ¡Se dice pronto!», apostilla. Años después, este periodista, autor de ‘El prisionero de Annual’ (Planeta, 2021), le hizo varias veces la misma pregunta: «¿Abuelo, en África pegaste muchos tiros?». Pero jamás

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EL GENERAL NAVARRO EN 1923 Y SU BISNIETO Bruno Navarro RousseauDu­marcet es bisnieto de Felipe Navarro y Ceballos-Escalera. Segundo al mando, sobre el general recayó la responsabi­lidad de dirigir la retirada tras la muerte de Silvestre. Resistió en Monte Arruit
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// ABC EL ÚLTIMO ADIÓS El desastre costó más de 10.000 muertos a España. A la izquierda, un grupo de soldados y un sacerdote colaboran, el día 22, en la recogida de los cadáveres

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