ABC (1ª Edición)

Bulgaria vuelve a las urnas con el populismo al alza y el temor de que se prolongue la inestabili­dad

▶ El partido del populista Slavi Trifonov podría superar al del conservado­r Borisov

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Tres meses después de las elecciones, Bulgaria repite unas generales que, según las encuestas, volverán a dar como resultado un Parlamento fragmentad­o que difícilmen­te permitirá la formación de gobierno. El partido conservado­r GERB ganó las del 4 de abril, pero Boiko Borisov, con una imagen muy desgastada por sucesivos escándalos de corrupción, no encontró socios, mientras que la oposición tampoco fue capaz de lograr un acuerdo. Ahora, el partido antisistem­a de la estrella de televisión y cantante Slavi Trifonov, de tinte populista, podría empatar o incluso superar al GERB con un porcentaje en torno al 20%, pero igualmente encontrará dificultad­es para sumar apoyos porque ha construido su campaña electoral en torno a su férrea negativa a asociarse tanto a socialdemó­cratas excomunist­as como a la minoría turca. Solo considera como opciones a Bulgaria Democrátic­a, de derecha y que podría llegar a obtener otro 20%, y al partido ¡De pie! Mafia fuera, de izquierda y que solo cuenta con un 5% en los sondeos. «Es difícil predecir los resultados de estas elecciones, haremos todo lo posible para atraer a los indecisos y el 20% dice que votará por nosotros, eso en todo caso supone un gran avance para nosotros», dice Hristo Ivanov, líder de Bulgaria Democrátic­a y que fue ministro de Borisov entre 2015 y 2015. Dimitió tras el fracaso de su reforma judicial y ha emprendido con su nuevo partido una cruzada contra la corrupción que alcanzó su punto más álgido cuando intentó asaltar la villa de uno de los políticos más poderosos de Bulgaria, Ahmed Dogan, detenido por su personal de seguridad. «Para conseguir un gobierno estable, no podemos descartar la posibilida­d de celebrar unas terceras y unas cuartas elecciones», vaticina por su parte el número dos de Trifonov, Tochko Yorddanov.

De la ola de manifestac­iones contra la corrupción que inundó de protestas las calles de Sofía el año pasado surgieron tres partidos de nueva formación que han terminado de fragmentar el panorama político hasta hacerlo prácticame­nte inoperante. Para tratar de eludir el castigo electoral, ni Borisov ni Trifonov se presentan como candidatos a primer ministro por sus respectivo­s partidos, pero a nadie escapa que seguirá dirigiendo ambas formacione­s políticas desde una segunda fila estratégic­a. EE.UU. ha echado todavía más leña al fuego al anunciar el 2 de junio sanciones económicas contra tres ciudadanos búlgaros y su entramado empresaria­l, por varios casos de corrupción. Es la primera vez en la que Washington sanciona a ciudadanos de un país de la UE.

«Para conseguir un gobierno estable, no podemos descartar la posibilida­d de unas terceras y unas cuartas elecciones»

Extorsión y corrupción

Si Bulgaria ha llegado a esta situación de parálisis política es a causa de una larga serie de casos de extorsión, escuchas telefónica­s ilegales, pago de prostituta­s con dinero oficial y favores concedidos a cambio de concesione­s de créditos estatales imposibles de enumerar en un espacio reducido. Muchos de estos escándalos apuntan a Borisov y su partido de centro derecha, el GERB, que ha gobernado Bulgaria desde 2009 y que ganó las elecciones de abril con el 25,8% de los votos. Uno de los más llamativos detonantes de las protestas fueron las fotos publicadas en junio de 2020 en las que Borisov aparecía semidesnud­o en la cama, con una pistola, fajos de billetes y lingotes de oro por doquier. Acusó a sus rivales políticos de haberle tendido una trampa y manipular la imagen, aunque reconoció su autenticid­ad. Confesó que había caído en los brazos de «una hermosa dama que me visitó y que actuó como una Mata Hari».

El Gobierno en funciones que ha dirigido el país desde las elecciones de abril ha profundiza­do en el surco de la desconfian­za ciudadana porque ha seguido haciendo públicos nuevos escándalos y casos de corrupción, hasta el punto de que el actual primer ministro, Stefan Yanev, un antiguo general al frente de un Gobierno de tecnócrata­s, ha calificado la situación que ha encontrado a su llegada como «un completo caos». «Estamos en una situación de descrédito general de los partidos tradiciona­les sin que los votantes se fíen plenamente tampoco de las nuevas formacione­s políticas. Los últimos tres meses han ensanchado esa brecha entre la confianza ciudadana y los líderes políticos y realmente no sabemos qué es lo que quiere el electorado búlgaro», analiza el director del Centro de Análisis y Marketing de Sofía, Julius Pavloff.

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