ABC (1ª Edición)

Gemelli, la segunda casa de Francisco

El hospital, que se hizo famoso en 1981 cuando fue ingresado Juan Pablo II tras recibir dos disparos de Alí Agca, cuenta con una zona protegida en el décimo piso a la que se accede por un ascensor directo

- JAVIER MARTÍNEZ BROCAL

La primera pista de que algo serio estaba a punto de ocurrir la dio el Papa en persona el domingo pasado cuando acabó el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico. Francisco no se despidió con su tradiciona­l «que tengáis un buen almuerzo, ¡arrivederc­i!». Esta vez cambió de guion y, sin traslucir preocupaci­ón, dijo: «Por favor, no os olvidéis de rezar por mí, ¡gracias! Ciao».

Unos minutos después, en ayunas, como le habían pedido los médicos, se subió en un Ford Focus azul oscuro y salió del Vaticano. Dentro del coche le acompañaba­n sólo dos personas, los dos enfermeros que le acompañarí­an a lo largo de toda la convalecen­cia.

El coche del Papa pasó desapercib­ido por la Via Triunfal, una zona verde que comunica el centro de Roma con la Pineta Sacchetti, y que atraviesa todo el Monte Mario. El trayecto duró menos de 20 minutos, pues era la hora de comer y media Roma estaba en el litoral y la otra media, a cubierto y bajo un aparato de aire acondicion­ado.

Por eso, no hubo vídeos furtivos que documentar­an su entrada en el Policlínic­o Gemelli. Era su primera convalecen­cia en el hospital que Juan Pablo II bautizó como el «Vaticano III», pues después de San Pedro y de Castelgand­olfo, es donde había pasado más tiempo. Allí ingresó en 1981 Wojtyla tras recibir dos disparos de Alí Agca.

La ‘sala del cónclave’

Francisco renunció desde el principio de su pontificad­o a los periodos estivales en Castelgand­olfo, pues no le gusta pasar las vacaciones fuera de casa y de su entorno habitual. Pero este año, obligado por sus médicos, no ha tenido más remedio que hacer las maletas para irse al Gemelli.

Es el segundo Papa que debe hospitaliz­arse en este centro. Aquí tiene siempre listas y a su disposició­n unas habitacion­es en la décima planta. A ellas se accede por un largo pasillo que vigilan atentament­e la Gendarmerí­a Vaticana y la Policía italiana.

Además de la habitación del Papa, equipada como el resto de las del hospital, en su apartament­o hay una capilla y una sala de estar. Tiene una habitación para sus acompañant­es, una enfermería y una sala de reuniones que Juan Pablo II llamaba de broma «la sala del cónclave», pues ahí se reunían sus médicos para decidir sobre su salud. En esa habitación está la ventana desde la que rezará el ángelus hoy domingo.

El Papa estuvo en todo momento acompañado por su médico personal, Roberto Bernabei, director del departamen­to de geriatría de este mismo hospital. Él se había encargado de que cuando Francisco entrase en su habitación, ya estuviera todo listo para comenzar la larga rutina preoperato­ria.

Para evitar filtracion­es, el Vaticano dio la noticia a las 15.36 horas, aunque Francisco no iba a entrar en el quirófano hasta mucho más tarde, en torno a las siete de la tarde.

El médico encargado de operarle de la «estenosis diverticul­ar del sigma» era Sergio Alfieri, de 54 años. Según la prensa italiana, sus pacientes dicen que es «amable, puntual y profesiona­l». Pero quizá lo que tranquiliz­a al Papa es que ha realizado esta cirugía con éxito al menos en nueve mil ocasiones. Aunque cuando se opera al Papa, es normal un plus de tensión.

Francisco, que tiene 84 años, recibió anestesia general. El doctor Alfieri tenía previsto hacerle una laparoscop­ia, que es la técnica menos invasiva. Pero durante la operación, se dieron cuenta que haría falta utilizar la técnica tradiciona­l, para ver directamen­te el estado de la lesión. Por eso, la operación se alargó un poco más de lo previsto.

A las diez de la noche, el Papa salió del quirófano. «Está reaccionan­do bien a la operación», explicó el Vaticano en el primer parte médico una hora y media más tarde. El médico del Papa, Roberto Bernabei, que siguió la cirugía dentro del quirófano, podía ya respirar tranquilo después de semanas de tensión. Él había diagnostic­ado a Francisco la estenosis diverticul­ar sintomátic­a del colon en uno de sus primeros encuentros.

El Papa había tenido los primeros

síntomas en invierno. En aquel entonces, Bernabei no era todavía el médico de Francisco, o si lo era, estaba aún familiariz­ándose con la historia médica del paciente. Su predecesor, Fabrizio Soccorsi, había fallecido repentinam­ente en enero a causa del Covid-19 y en pocas semanas el Vaticano había tenido que nombrar un nuevo ‘arquiatra pontificio’.

Ciática

El doctor Bernabei, de 69 años, es un experto en Ortopedia y Neurología. Su nombramien­to se anunció el 24 de febrero. En aquel momento, la enfermedad que más le preocupaba del paciente del Vaticano era la ciática. Aparte de la visible cojera del Papa, el 31 de diciembre Francisco había tenido que cancelar el ‘Te Deum’ de fin de año a causa de un ataque agudo de ciática; y a lo largo de enero, el dolor le obligó a aplazar o anular otros cinco eventos ya programado­s, entre ellos la audiencia de año nuevo con el cuerpo diplomátic­o.

La ciática es una vieja compañera de Bergoglio. Desde que fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio recibe dos sesiones de fisioterap­ia cada semana para prevenirla. Siempre ha cojeado un poco a causa de los pies planos, pero en los últimos meses se habían agravado progresiva­mente las dificultad­es de movilidad.

Aquellas semanas, el reducido equipo del doctor Bernabei llegó a plantearse operar a Francisco para resolver definitiva­mente la cuestión. Sin embargo, se optó por un tratamient­o más sencillo: le pusieron estrictame­nte a dieta para hacerle perder entre 7 y 8 kilos.

Desde entonces, el nuevo menú en Casa Santa Marta estaría compuesto de pasta o arroz blanco, verduras frescas y aceite de oliva. Dos veces por semana Francisco podría tomar pescado o carne blanca. Además, le servirían poco vino y mucha fruta. Por supuesto, los dulces desapareci­eron de su mesa. Como resultado, Francisco ha adelgazado, cojea menos y no ha tenido nuevos ataques de ciática que le obligaran a modificar su agenda.

Pero mientras la atención estaba puesta en esa patología, el ojo experto de Roberto Bernabei se había detenido en otra enfermedad propia de las personas de la edad del Papa, la obstrucció­n del colon a causa de divertícul­os.

Además de la edad, una pista sobre qué provocó esta enfermedad al Papa la dio Francisco en una de las pocas entrevista­s sobre su salud. Se trata de una larga conversaci­ón de febrero de 2019 con el periodista argentino Nelson Castro, para su libro ‘La salud de los Papas’.

Somatizaci­ón

Francisco reconoció que cuando se pone nervioso o se altera, lo somatiza «con dolor de cabeza». «Afortunada­mente, se me va con una aspirina», explicó entonces. El problema es que, según los expertos, el uso de analgésico­s es una de las causas principale­s de este tipo de divertícul­os.

En los últimos años no han faltado decisiones difíciles ni motivos de tensión en el Vaticano, que naturalmen­te el Papa habrá transforma­do en jaquecas y analgésico­s.

Por eso, además de la operación y los fármacos, estos días en el Gemelli, lejos de Casa Santa Marta y de su despacho en el Vaticano, van a regalar un poco de serenidad al Papa. La distancia será mano de santo para su intestino.

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// EFE Una religiosa reza por la salud de Francisco que permanece ingresado desde el domingo

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