ABC (1ª Edición)

Raffaella Carrá, la herencia de una diva millonaria

▶ La reina de la televisión italiana no tuvo hijos, pero se hizo cargo de sus dos sobrinos a la muerte de su hermano

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

Los italianos se preguntan quiénes serán los herederos del patrimonio de Raffaella Carrá, icono del mundo del espectácul­o en Italia, muy querida en todo el país. Terminado el funeral de Raffaella Carrá, celebrado el viernes en Roma con gran emoción y lágrimas en los asistentes al rito religioso, se plantean ya hipótesis sobre el destino de su herencia.

La reina de la televisión italiana, fallecida a los 78 años el pasado lunes en Roma a causa de un cáncer de pulmón, no tenía hijos, pero se hizo cargo de dos sobrinos que ella considerab­a como hijos y a los que podría ser destinado gran parte del patrimonio, al menos la legítima, la porción de herencia asignada por ley a los parientes más cercanos. Raffaella Carrá cuidó de Matteo y Federica tras la muerte de su hermano Renzo Pelloni, fallecido en el año 2001 a causa de un tumor cerebral. Su sobrino Matteo, en los tres días de luto que el país dedicó para homenajear a Raffaella rompió el silencio para destacar la relación que él y su hermana Federica mantuviero­n con su tía: «Ocupó el lugar de mi padre cuando falleció, siempre nos brindó el mejor cariño y educación».

Raffaella Carrá tuvo dos grandes amores. Durante mucho tiempo mantuvo una relación con el realizador de televisión Gianni Boncompagn­i, autor de sus grandes éxitos en programas musicales, fallecido a los 84 años tras una larga enfermedad. Cuando se fue a convivir con él, hizo de madre de las tres hijas pequeñas de Boncompagn­i, cuya mujer se había marchado de la casa. Ellas podrían figurar también en el testamento. Bárbara, la mayor de las tres, se despidió de ella de forma muy emotiva en la capilla ardiente: de rodillas se detuvo en meditación con las manos en el ataúd. Además, le dedicó emocionada­s palabras de agradecimi­ento y recuerdo: «Nos unía una condición especial: el abandono. Nosotras habíamos tenido el de la madre, ella el del padre. Fue una madre para nosotras; dentro de casa era un ciclón, como Mary Poppins». Durante un periodo, Raffaella Carrá comentaba que le hubiera gustado tener hijos, pero no pudo.

Su segundo gran amor, que a buen seguro aparecerá en el testamento, fue Sergio Japino, realizador de televisión, que fue su compañero de trabajo y de vida sentimenta­l durante 17 años. Tras separarse siguieron manteniend­o una relación de amistad muy estrecha. Japino fue quien hizo el anuncio de su muerte y ha aparecido siempre emocionado, recibiendo a los amigos y compañeros de la artista, durante los tres días en que estuvo abierta la capilla ardiente. Dada la generosida­d de Raffaella Carrá, no sería extraño que en su testamento figure también algún recuerdo o asignación especial de tipo humanitari­o. Amaba a los niños, por eso creó el programa «Amore», de adopción a distancia. No se dan cifras sobre su patrimonio, pero se considera que es importante. Ella misma reconoció: «Ciertament­e gano mucho dinero, pero el mío es un trabajo duro y pago muchos impuestos». Vendió millones de discos en Italia y en muchos países, sobre todo del mundo hispano, en particular en España.

Aparte de los derechos televisivo­s y por sus canciones, está su patrimonio inmobiliar­io. La reina de la televisión italiana vivía en una lujosa residencia en el barrio de Vigna Clara, una zona muy cotizada. Además contaba con otra propiedad en la Toscana: una villa inmersa en Cala Piccola, en el corazón de Monte Argentario, a tiro de piedra de Porto Santo Stefano, famosa localidad turística.

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