Historia e historietas
«Me ha parecido una magnífica idea que el Instituto Elcano se decidiera a encargar un libro desmitificador, ‘La disputa del pasado’, editado por Turner, en el cual hay esclarecedores ensayos de Emilio Lamo, Martín F. Ríos, Tomás Pérez Vejo, Luis F. Martínez Montes, José María Ortega Sánchez, María Elvira Roca y Guadalupe Jiménez Codinach»
LOS historiadores españoles –y los hay muy buenos– continúan sufriendo el acoso de las ‘historietas’ que siguen llegando, sobre todo de la mano del indigenismo americano, empeñado en reescribir la Historia de la Monarquía católica a su gusto y afición. Por ejemplo, echando sobre la espalda de Hernán Cortés todo tipo de calumnias que alimentan la leyenda negra. Por eso me ha parecido una magnífica idea que el Instituto Elcano se decidiera a encargar un libro desmitificador, ‘La disputa del pasado’, editado por Turner, en el cual hay esclarecedores ensayos de Emilio Lamo, Martín F. Ríos, Tomás Pérez Vejo, Luis F. Martínez Montes, José María Ortega Sánchez, María Elvira Roca y Guadalupe Jiménez Codinach.
Como muestra de una ‘historieta’ mostraré el destrozo que de una de ellas hace José María Ortega bajo el título ‘Mirada, ¿de quién?’, donde pone en su sitio a Marie Arana, autora de una biografía titulada ‘Bolívar: American Liberator’. Arana llama colonias a los virreinatos, cuando la verdad es que en la América española nunca hubo colonias al estilo de las del siglo XIX. Además, esta autora confunde a Carlos IV con su padre, Carlos III, y aporta una «descabellada explicación de las razones de Carlos III». Que siguen siendo discutidas, pero no fueron para «mantener las colonias en la ignorancia». Arana olvida también que fue Carlos III quien potenció la creación de escuelas de primeras letras (1768), su secularización y la profesionalización del profesorado (1771), con especial atención a la educación de las niñas (1783). Se trataba de una educación pública y gratuita y esa política tuvo eco en toda la Monarquía, en España y en América.
Según Ortega, «Arana ‘explica’ la estupidez de una América española como si fuera un conjunto de colonias habitadas por gentes mantenidas deliberadamente en la ignorancia, mito levantado por los enemigos de la Monarquía, avivado por los líderes independentistas durante las guerras civiles de la independencia, y consolidado por la historiografía decimonónica de las nuevas repúblicas. Y así hasta hoy».
Las barbaridades de Arana son de un tamaño inadmisible, llegando a afirmar que «la Corona reprimió ferozmente el espíritu empresarial americano» y prohibió a los americanos plantar tabaco, olivos, viñedos, hacer bebidas alcohólicas, tener tiendas en las calles, minas, imprentas, crear fábricas, el comercio y, en general, prosperar. Afirma que todo el dinero recaudado en impuestos «se enviaba de vuelta a España». Asegura, además, que la Constitución de 1812 no permitía votar a los americanos y acusa a Colón de propagar la sífilis en América.
Esta farsante imagina una América española invariable durante tres siglos y uniforme de Chile a California, corrupta, ineficaz y racista. Pero lo peor es que cuando Arana publicó su libro (2013) ella había sido elegida por ‘Whasingtonian’ una de las personas más influyentes de la capital. Durante una década fue editora en jefe de la sección de crítica literaria de ‘The Washington Post’, formó parte de la junta directiva del National Book Critics Circle y la de la National Association of Hispanic Journalists. También del jurado del Pulitzer y del National Book Award.
Sólo Felipe Fernández-Armesto dedicó una demoledora reseña en ‘The Wall Street Journal’. Pero Arana fue nombrada en 2012 Senior Consultan del bibliotecario del Congreso y fichó por ‘The New York Times’ en 2013. El texto de Arana, de nulo valor histórico y plagado de errores, recoge, según Fernández-Armesto, «los tópicos de la leyenda negra de la crueldad, la tiranía, el racismo y la mala gestión de los españoles».
Para Arana, el oro fue una de las obsesiones «que devoró a España en su despiadada conquista, impuso un cruel sistema de esclavitud y explotación colonial que provocó la revolución de Bolívar». Escribir –nos dice Ortega– que hace mil años moraban latinoamericanos recuerda las afirmaciones de AMLO, cuando aseguró que México se fundó hace diez mil años.
Los autores de ‘historietas’ no sólo ponen sus manos sobre Latinoamérica. Hace pocos días la analista Emilia Landaluce nos recordaba que un profesor de estudios africanos llamado Tony Martin, nacido en Trinidad, enseña a sus alumnos que la filosofía, la democracia y la cultura de los griegos fueron en realidad fruto del expolio a los egipcios.
Según el profesor Martin, Aristóteles viajó hasta Alejandría, robó varios libros de la famosa biblioteca y luego los firmó como si fueran obra suya. Claro que Martin olvidó un detallito: Aristóteles murió antes de que la biblioteca de Alejandría se construyera.
La profesora de estudios clásicos en el Wellesley College Mary Lefkowitz pensó que haciendo público el dato de la que la biblioteca es posterior a la muerte de Aristóteles Martin quedaría desacreditado. Pues no. La respuesta de Martin fue la siguiente: «Y quién es ella, una judía blanca, para cuestionar mi interpretación de la Historia». Y lo peor del caso fue que las protestas de Lefkowitz ante el rector de la institución recibieron la siguiente respuesta: «Él tiene su visión de la Historia Antigua y usted tiene la suya».
Vamos, que los hechos y la objetividad no sirven para nada, sólo la ideología vale.
Este ignorante y prepotente Martin recomienda a sus alumnos un libro (publicado por Nation of Islam) en el que se dice que los judíos eran los verdaderos responsables de la esclavitud.
Otro profesor, de apellido Bernal, que ejerce en la universidad de Cornell, sostiene que hasta el siglo XVIII Europa era consciente de que todo el legado cultural griego era en realidad de origen egipcio, porque Egipto había invadido Grecia dos mil años antes de Cristo. Sin ningún soporte lingüístico afirma también que un tercio de las palabras griegas provienen de Egipto. Según esto, no se entiende que Champolion se devanara los sesos para descifrar la Piedra Rosetta.
Visto tanto disparate no nos debe extrañar que otros mentirosos como los separatistas catalanes sostengan sin ruborizarse que Santa Teresa nació en Cataluña y que allí nacieron también Cervantes y Colón.
Las mentiras lo han invadido todo. Por lo tanto, no sé por qué tenemos que reprochar a Pedro Sánchez que nos mienta sin ponerse colorado.