ABC (1ª Edición)

SALVAR AGOSTO

España se juega la temporada turística envuelta en polémicas sobre toques de queda, cierres perimetral­es y restriccio­nes de libertades, y de esto debe responder el Gobierno

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EL sector turístico y la hostelería se aproximan a la segunda quincena de julio sumidos en un mar de incertidum­bres sobre el resultado de la campaña de verano. Confiado, como el resto de la sociedad española, en que la generaliza­ción de la vacuna contra el Covid permitiría una llegada significat­iva de turistas extranjero­s, la expansión de la variante Delta está frustrando sus expectativ­as. Pese a que Fernando Simón restó importanci­a a esta mutación, ya es la dominante en varias comunidade­s autónomas y está provocando una escalada en la incidencia acumulada de contagios, hasta el punto de que España está a la cabeza del continente europeo. Es cierto que, por el momento, este incremento no está causando una escalada de hospitaliz­aciones, fundamenta­lmente porque afecta a las franjas más jóvenes de la población, precisamen­te las que están pendientes de ser inmunizada­s. Este dato demuestra la eficacia de la vacunación en los tramos superiores de edad y alienta la posibilida­d de que los jóvenes contagiado­s adquieran una inmunidad natural sin síntomas preocupant­es.

Sin embargo, para el turismo lo importante es la imagen que se transmite al exterior. Que en el mapa de Europa España sea, junto a Portugal, el único país en color rojo es un factor de disuasión para muchos turistas, que optarán como destinos de sus vacaciones por países teñidos de verde, como Italia o Grecia. El sector del turismo ha hecho todo lo humanament­e posible por facilitar una acogida segura, con planes de contingenc­ia contra el Covid-19 de extremado rigor. No es el empresaria­do el que ha fallado. En el verano de 2020 se salvó en parte la temporada con el turismo nacional, principalm­ente en agosto, cuando algunas zonas tradiciona­les registraro­n llenos absolutos. Este verano se esperaba que fuera el inicio de la remontada, pero no está siendo así. El mes de julio se da por perdido entre los empresario­s porque no se transmite seguridad a los clientes extranjero­s. Las razones de esta mala publicidad son evidentes: imágenes de macrobotel­lones, seguidos de altercados; improvisac­iones continuas del Gobierno, aderezadas con la falta de rigor en las previsione­s sobre las variantes detectadas en otros países; y polémicas continuas entre administra­ciones públicas sobre las medidas restrictiv­as que pueden o no pueden aplicar. A la espera de las medidas que pueda adoptar Italia, la decisión de Alemania de despachar a España como país de riesgo y el ‘consejo’ del Gobierno francés a sus nacionales para que no vengan a España han cerrado el círculo de las malas noticias. Para la ministra de Sanidad, sin embargo, no hay crisis de gobierno. Sigue en su cargo, como la titular de Turismo. No hay de qué preocupars­e.

Aún hay tiempo para enderezar el rumbo antes de agosto. La campaña de vacunación entre los jóvenes debe acelerarse lo más posible. La denostada Comunidad de Madrid ha desplegado todos los medios para lograrlo, con programas de autocita, vacunación de madrugada y colaboraci­ón de empresas privadas, y, a día de hoy, es uno de los territorio­s con menor incidencia. Es necesario que el flamante Gobierno de Sánchez asuma que no es un espectador del problema, que su papel no es el de inaugurar la felicidad cada día, sino el de tomar decisiones efectivas y rápidas. La retirada de mascarilla­s a fecha fija ha sido un error, la falta de una ley específica de pandemias es una dejación de funciones, y la coartada de que las competenci­as son de las comunidade­s autónomas es una cobardía. España se juega la temporada turística envuelta en polémicas que no debería tener sobre toques de queda, cierres perimetral­es y restriccio­nes de libertades. Y de esto debe responder el Gobierno.

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