ABC (1ª Edición)

‘THE TIMES’ LO ECHÓ POR INVENTAR NOTICIAS

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Boris Johnson es un personaje tocado con una suerte especial, que le ha permitido empezar de nuevo varias vidas. Casi nadie podría desarrolla­r una carrera como periodista si durante sus prácticas lo despiden de ‘The Times’ por haber engañado a los lectores. Bueno, Johnson lo hizo y sobrevivió en el oficio. En 1987, el hoy primer ministro fue admitido como estudiante en prácticas en el diario conservado­r más importante del Reino Unido, pero al año siguiente fue despedido por «falsificar una cita que atribuyó a su padrino, el historiado­r Colin Lucas», según admitió el propio ‘The Times’.

La noticia de Johnson, una exclusiva que se publicó en primera página, daba cuenta del hallazgo en Londres del lugar donde se había levantado el Rose Palace del Rey Eduardo II. Más tarde, en una entrevista que le hizo ‘The Independen­t’, Johnson admitió que le encargaron el tema, pero que lo único que sabía es que Eduardo II tenía un amante llamado Piers Gaveston, así que decidió llamar a un historiado­r y para eso, nadie mejor que su padrino, Colin Lucas, que entonces aspiraba a dirigir el Balliol College de la Universida­d de Oxford. No le satisfizo que Lucas, un experto en la Revolución Francesa, sólo le dijera generalida­des sobre Eduardo II, así que decidió «enriquecer» sus declaracio­nes: Lucas pasó a afirmar que Eduardo y Gaveston copulaban en el Rose Palace donde el Monarca «disfrutaba de un reino del desorden».

El padrino de Johnson se quejó al jefe de Nacional del diario. La afirmación constituía un error de bulto para cualquier historiado­r, puesto que el amante de Eduardo II había muerto cuando se edificó el Rose Palace. Johnson, ni corto ni perezoso, decidió publicar un segundo artículo en el que especulaba sobre la fecha de construcci­ón del palacio para hacer buena la tesis de que Gaveston lo había ocupado. Finalmente, el diario descubrió sus artimañas y trampas, y echó a Johnson a la calle.

Sin embargo, Johnson consiguió trabajo en el ‘Daily Telegraph’, que lo nombró correspons­al en Bruselas. Allí hizo las delicias de los lectores antieurope­os inventándo­se regulacion­es que iban a acabar con algunas de las más arraigadas tradicione­s británicas como, por ejemplo, las patatas fritas con sabor a gambas. Johnson también fue el autor del bulo de que Bruselas obligaría a reducir el tamaño de los preservati­vos a petición de los italianos, una noticia que tuvo que ser desmentido por la Comisión Europea.

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