Cambios en el Gobierno
La lectura económica de los cambios en el Consejo de Ministros es evidente. Su única baza a estas alturas del partido es la economía y se aferra a ella como a un clavo ardiendo. Las dudas que se habían suscitado ante un eventual giro a la izquierda en esta segunda parte de la legislatura se han borrado de un plumazo en el momento que los ministros de corte más tecnócrata no solo se mantienen sino que se refuerzan con Calviño como todopoderosa vicepresidenta primera. Más economía y menos política. Y a Escrivá lo mantiene incluso con lo tentador que seguro le hubiera resultado sacarlo teniendo en cuenta los derrapes verbales del ministro en algo tan delicado políticamente como las pensiones.
Con los fondos europeos no se juega. Esos casi dos puntos extra de crecimiento que supone el maná europeo al año durante los próximos ejercicios pueden ser la diferencia para llegar al final de la legislatura con alguna opción de que lo económico tape todo lo demás.
Por lo tanto, en lo que toca con la economía, los cambios suenan bien. Se despeja la duda que había surgido cuando se anunció la remodelación del Gobierno y se constata que se impone el pragmatismo que caracteriza a Sánchez.
El presidente, como ha demostrado una vez más, no hace rehenes.
No tiene amigos, pero tampoco ideología –como podía ser el caso de Zapatero– que marque su agenda política. Y en este momento procesal, eso se traduce en ir cumpliendo con las exigencias europeas para que vaya llegando el dinero puntualmente. Las reformas pendientes –la segunda parte de las pensiones, la laboral, administraciones públicas– irán cayendo al ritmo que marque Europa. Seguro que no tienen el alcance que a muchos nos gustarían pero seguro que serán pasos en la dirección correcta porque las debilidades de la economía española están desde hace tiempo diagnosticadas.
Economía y reconstruir los puentes con el partido es a lo que fía Pedro Sánchez su futura reelección. El tiempo dirá.