ABC (1ª Edición)

El vendedor de tabaco

Conviene volver sobre la novela de Seethaler, un alegato a favor de la razón y la prensa libre

- KARINA SAINZ BORGO

E lpríncipe Arkádievic­h no compra los periódicos porque esté o no de acuerdo con ellos, los compra porque le dicen qué pensar. El hermano de la Anna Karénina de Tolstoi rara vez cambia sus opiniones y si lo hace es porque el diario que lee así lo dispone. No le interesan el arte, la política o la ciencia, pero necesita un juicio del mundo. Los elige como el corte de una levita. Acepta las modas, pero sólo las que le convienen.

Entre la prensa, la prisa y la prosa, aún es posible pensar que los periódicos y las novelas sostienen el pulso que libraron en el XIX y el XX. Y aunque la novela entonces podía presumir de ser la forma más refinada para interpreta­r la realidad, la prensa tenía la buena costumbre –y la mantiene– de ser puntual en su encuentro y escrutinio del mundo. En tiempos de ultraderec­ha, ultraizqui­erda y neolengua, es preciso recuperar las buenas costumbres y lecturas, y ésta es una de ellas.

Publicada hace unos años, conviene volver sobre ‘El vendedor de tabaco’ (Salamandra), del austríaco Robert Seethaler. La lectura inicial mejora con el paso del tiempo, porque añade lucidez a un tiempo empeñado en renunciar a ella. Ambientada en los años treinta, cuando el III Reich está a punto de anexionar Austria, cuenta la historia de Franz Huchel, un chico que comienza a trabajar como aprendiz en un estanco de la calle Berggasse al que acude a diario Sigmund Freud para proveerse de periódicos y puros.

En esa Viena sobre la que se cierne la invasión, el estanco se convierte en una ciudadela de la razón. «La gente está loca por ese Hitler y por las malas noticias, lo que en la práctica es lo mismo. En todo caso, es bueno para el negocio de la prensa, ¡y fumar siempre se fuma!», asegura su jefe al joven aprendiz, que lee a conciencia –no como el príncipe Arkádievic­h– buscando una mirada que le permita construir la suya. Puede que hoy fumar esté mal visto, y que los periódicos también, pero la realidad seguirá ahí pidiendo a gritos que alguien se detenga a pensar en ella.

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