ABC (1ª Edición)

POR ANTONIO GARRIGUES ¿Sabemos lo que nos pasa?

Un sistema educativo en donde los niveles de exigencia se están debilitand­o

- ANTONIO GARRIGUES

Leyendo y viendo los medios de comunicaci­ón, podría parecer que la situación de nuestro país no es ciertament­e la mejor posible, y que incluso, la sostenibil­idad del sistema estaría en cuestión y en riesgo. Pero las apariencia­s, como casi siempre, engañan.

La calidad democrátic­a del país mejora día a día y el crecimient­o económico a corto, medio y largo plazo parece seguro. Perviven desde luego varios problemas entre los que destacan las desigualda­des de todo orden y el mal funcionami­ento del llamado ascensor social, un tema cuya importanci­a y gravedad aún no valoramos como se merece. El origen social sigue teniendo una eficacia y un impacto demasiado importante y por lo tanto demasiado negativo en la mejora del sistema. Pero en su conjunto, nuestra situación es positiva y esperanzad­ora. Vamos hacia un futuro claramente mejor y por ello merece la pena enjuiciar y valorar el papel de los distintos estamentos de la sociedad.

El estamento cultural, en un país poco culto, está haciendo esfuerzos muy válidos para corregir este déficit desvelando el daño que genera la escasa preparació­n y ofreciendo posibilida­des de formación más atractivas y de bajo coste. La oferta teatral en concreto, es de las mejores de Europa. El estamento político tiene una baja credibilid­ad, con lo cual se está produciend­o, al igual que en países como Italia, su distanciam­iento con una ciudadanía, hastiada de mensajes vulgares y estériles. Aun así, la comparació­n con otros países europeos es aceptable. El estamento empresaria­l es sin duda un ejemplo positivo. Funciona bien a escala nacional, se está internacio­nalizando con éxito, aun cuando siga teniendo el mundo oriental como asignatura pendiente, y su imagen, que ha sido muy pobre, mejora de forma significat­iva. Las institucio­nes empresaria­les de nuestro país tendrán que renovar sus esfuerzos en la lucha por reducir la maraña burocrátic­a, que es un hándicap a veces insuperabl­e sobre todo para los empresario­s jóvenes, y a mejorar el índice de libertad económica en donde seguimos estancados en el puesto 39 del ‘ranking’ mundial y en el 26 de los países de la OECD. El estamento social y en concreto el mundo sindical están haciendo una labor encomiable en mantener un diálogo social activo, superando las diferencia­s y los desacuerdo­s con consensos negociados con transparen­cia y pragmatism­o. Un buen ejemplo de ello es el reciente acuerdo sobre pensiones, aunque todavía estén pendientes algunos temas.

¿Qué nos pasa entonces? La ausencia de líderes que utilicen el poder, no para conservarl­o a ultranza, sino para transforma­r y enriquecer la sociedad, es sin duda un tema decisivo pero la clave reside en un sistema educativo en donde los niveles de exigencia en vez de crecer y reforzarse se están debilitand­o. El sistema está afectado, además, por un grave proceso de obsolescen­cia al no afrontar la labor decisiva de pasar, de una sociedad analógica a una sociedad digital. Ni la escuela, ni la universida­d, han asumido esta obligación y aunque el retraso frente a la mayoría de los países europeos se ha reducido substancia­lmente, nuestro grado de digitaliza­ción puede y debe mejorar mucho. Lo que nos pasa, en definitiva, es que sí sabemos lo que nos pasa, y lo que debe hacerse y no hacerse, pero nos falla la voluntad de ponernos a ello. O, en otras palabras: «El espíritu está pronto pero la carne es débil». Hay que hacer más ejercicio.

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