ABC (1ª Edición)

Imbatible, presidente

- MANUEL MARÍN

N Oes cosa de alimentar más la lenguaraz temeridad de un ministro reafirmado, con menos agenda que lógica y más osadía que Sánchez paseando con Biden. Tenga Alberto Garzón asesores para esto, y que el militante de cuota de IU, si aún existe, lo vea con salud de camarada y tomates orgánicos. O con mariscadas sindicales. Pero si un presidente del Gobierno te destroza por la cuaderna riéndose en público de tus ocurrencia­s cárnicas y te mantiene en el Consejo de Ministros, quizás uno debería pensar en ir haciéndose creyente. Los milagros existen. A fin de cuentas, Garzón, nuevo héroe de la resilienci­a sanchista, no ha dicho nada distinto a lo que antes sostuvo la propia mujer del presidente en su cátedra de Transforma­ción Social, cuando improvisó aquello de que los restaurant­es no deben dar comidas, sino «educar a sus clientes en alimentos sanos a través de productos ecológicos de proximidad». El mismo chuletón al punto de toda la vida, pero con el empalago de la semántica progre, el meñique izquierdo estirado, y la cursilería de la ciudadanía global. Así, con concordia y un crianza.

Otra ministra, Irene Montero, ha querido desmentir algunos «bulos» sobre su vida privada. Se siente acosada por las ‘cloacas’ del Estado, y huye de los focos que antes explotaba con ansiedad de estrella emergente. Pero fue ella quien hizo ostentació­n de pareja e hijos y se entregó al ‘cuore’ con la tentación irresistib­le del ministro de jornada que explota en famosillo de portadas ‘couché’. Nadie merece el acoso. No obstante, el infantilis­mo, como la fobia al chuletón, no debería pagarse con dinero público mientras abusan de una cartera que no merecen. Montero, escarmenta­da, se lo ha pedido a todos –y a todas–: «No os metáis en política porque si lo hacéis bien, esto es lo que os espera». Persecució­n, especulaci­ones matrimonia­les, que si la niñera, que si el chalé en venta… Mucho me temo que habría quien pagase el peaje de su actual cuenta corriente con gusto y sin tanto cinismo. Sobre todo, porque es libre de dimitir ahora que Sánchez está de saldo.

Demasiado victimismo enlatado para tanto ‘escrachead­or’ de profesión. Podemos lo ha logrado: es una caricatura de sí mismo y Sánchez ni esconde la carcajada. Pero ahí los guarda, en el formol de Moncloa, intactos, para echarse unas risas de vez en cuando mientras malversan nuestro prestigio. Imbatible, presidente.

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