ABC (1ª Edición)

Bongos en la Gran Vía

Cuba no es una democracia, pero tampoco una dictadura. No podría yo responder a eso sin infringir el Código Penal

- GABRIEL ALBIAC

DESDE antes de llegar a Sol, oigo los bongos. La noche es suave, me digo. Y éste es otro festejo más de las tórridas noches del verano madrileño. Son siempre así las de julio.

No. No siempre, no esta. En la esquina de Sol con la Gran Vía, mi vista va precisando, primero, sus banderas. Enseguida, lo que sonaba a rumba se traduce en aún imprecisas consignas. A cuyo compás se acunan banderas y cuerpos. Una muchacha negra se aleja, bailoteand­o al ritmo de las palmas, los bongos, las consignas.

Me aproximo. Preservo, con un tímido respeto, la distancia. Se me hace extraño todo: poco que ver con lo que yo haya llamado una manifestac­ión política: y he hecho unas cuantas. Y allí, en Sol y mirándolos desde lejos, me vuelve una vieja oleada de vergüenza. ¿Qué hemos hecho nosotros por esta gente a cuyos familias masacran estos días, como las han masacrado siempre? Nada. Justo antes de salir de casa, escuché el último hallazgo del presidente Sánchez: Cuba no es una democracia, pero tampoco una dictadura. No podría yo responder a eso sin infringir el Código Penal.

Pero no es sólo cosa del Doctor Sánchez. La vergüenza nos toca todos: es la más perseveran­te de los tres últimos cuartos de siglo en España. Cuba. Nadie aquí supo evitar la pleitesía hacia la tiranía de los Castro. Los miro desde lejos, pues. Y me avergüenzo. ¿Qué hemos hecho nosotros por ellos? Joderles la vida. O dar aliento a los que se la joden. O sea, hacer a costa suya suculentos negocios.

Porque, seamos serios. Sin el turismo sexual que viene desde España, ese gran proxeneta de Cuba que es el Estado Socialista se hubiera asfixiado hace mucho. Cuba pagó en hoteles robados y en chicas –y en chicos– estupendos y a bajo precio. Las agencias solidarias que, desde Madrid, organizaba­n –y organizan– eso se forraron. Se forran. Es la ley del mercado. Se forraron los Castro y su gente. Como todo chulo debe forrarse. Y el país se siguió pudriendo.

Si consulto a mi inexorable ordenador me salen varias decenas dedicadas a esta vergüenza, desde que en 1989 inicié mis columnas. Por entonces, Fidel había asesinado ya a sus opositores militares, para evitar el golpe reformista que Gorbachov propiciaba. Quedaba un largo matadero. Hasta ahora. Mi inexorable ordenador deja constancia del asco.

Maldije al Suárez que abrazó a Castro. Maldije al González que abrazó a Castro. Maldije al Fraga que abrazó a Castro… Como maldigo al Doctor Sánchez. Y maldigo su hallazgo: Cuba no es una democracia, tampoco una dictadura. Puede que sea aún más obsceno que sus predecesor­es. No me he buscado en esto demasiados amigos. Pero es que a los amigos no se les busca.

Sol persevera en la rumba. Y una muchacha negra, lejos ya por la Gran Vía, camina bailoteand­o al ritmo vago de los bongos, las palmas, las consignas: «¡Patria y vida!» Mañana en Cuba seguirán matando.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain