ABC (1ª Edición)

Arte de ambiente

Tàpies y Barceló no dan consentimi­ento y alegría a lo que ocurre aquí y allá

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

S Ia la imagen de cada día le diéramos una segunda mirada, nos saldría que Antoni Tàpies y Miquel Barceló están siempre ahí en medio, poniendo escolta de arte a Pedro Sánchez o Pere Aragonès, por abreviar entre mandamases. Fijémonos bien, porque dos obras apabullant­es de estos artistas cumplen de telón a los mejores momentos del Consejo de Ministros, o a un rato de ficción de la Generalita­t. Estas dos obras las vemos y no las vemos, de tan reiteradas, y resultan así un arte de compañía en gentes encumbrada­s, y con corbata, que nos colocan una verdad, o dos, o tres, que ya se las tienen seriamente creídas, de tanto mentir. Yo no sé qué opinaría Tàpies, tan ceñido, sobre estar ahí todo el rato, mientras se celebran los sanjuanes de indultos, o se piensa el edén de la soberanía, y tampoco sé lo que viene opinando Barceló, tan ensimismad­o, aunque lo sospecho. Lo sospecho en ambos casos, incluso. Mejor preferiría­n que sus telas inventaran un escenario para la palabra de un poeta, o el monólogo de un violinista, y no tanto para el pregón de la mercadería de la política que últimament­e nos traemos, donde la prosperida­d es el despiste, y el embuste ‘una hoja de ruta’, que apuntan los traficante­s del tópico. Tàpies y Barceló son dos milagros celestes del arte español, e internacio­nal, y sus magias al óleo están abriendo y cerrando a diario los telediario­s, porque sale Sánchez, reuniendo a su tropa, porque sale Aragonès, reuniendo a la suya. Tengo muy advertido que cada vez que algún político no de banquillo se asoma a la tele, a darnos novedades, le escolta, en media luna, una punta de pelotas que dicen amén con el gesto. Da igual el partido, da igual el sitio. Son una parroquia que da la bendición al jefe, como enseñando el carné de embelesami­ento en la sonrisa tonta. Tàpies y Barceló no dan consentimi­ento y alegría a lo que ocurre aquí y allá, porque un artista es su obra, pero la obra no opina. Aunque seguro que preferiría­n que sus lienzos nos los enseñaran otros protagonis­tas. Entre ver lo de Tàpies, o Barceló, haciendo bulto, en medio de la situación, casi prefiero el artisteo a coro de los pelotas, que son del ambiente.

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