ABC (1ª Edición)

El fallo cuestiona a Bolaños y Calvo y subleva al Gobierno

▶ Califica la decisión del tribunal como un hecho «sin precedente­s» y defiende su actuación

- VÍCTOR RUIZ DE ALMIRÓN

El Gobierno apenas intentó disimular su enfado. La sentencia del Tribunal Constituci­onal considera que en varios puntos del articulado se estableció una limitación generaliza­da a la libertad de circulació­n que desbordó las posibilida­des legales previstas para el estado de alarma. El confinamie­nto domiciliar­io total que se aplicó durante semanas fue la principal, más bien única, herramient­a que el Gobierno puso encima de la mesa para responder al estallido de la pandemia.

La sentencia del Constituci­onal enmienda el trabajo jurídico que encabezó la ya ex vicepresid­enta primera del Gobierno, Carmen Calvo, que fue quien rubricó el «Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19». Unos trabajos de respuesta jurídica en los que participó de forma principal junto a ella su hoy sucesor en el Ministerio de la Presidenci­a, Félix Bolaños. Por aquel entonces secretario general de la Presidenci­a del Gobierno.

Ayer, tras conocerse la decisión del TC el Gobierno trasladó su contraried­ad y malestar por la sentencia. Fuentes del Ejecutivo aseguraron como primera respuesta que iban a «estudiarla», pero ya antes de hacerlo ponían de manifiesto sus reparos. En primer término recuerdan que ha sido adoptada por una mayoría de seis votos contra cinco, «lo que da a entender el debate interno que ha suscitado este fallo».

«Salvó miles de vidas»

Pero Sánchez quiso poner voz y rostro a ese malestar. Con una hora de retraso respecto al horario previsto, la nueva titular de Justicia, Pilar Llop, comparecía en La Moncloa en un formato sin preguntas. En una comparecen­cia insólita para cuestionar al TC, la ministra aseguró que el Gobierno «respeta, pero no comparte» la sentencia. Llop utilizó argumentos de corte político y técnico para defender su posición jurídica. Tan solo reivindicó que la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, que regula los estados de alarma, excepción y sitio se recoge «este supuesto concreto de crisis sanitaria», en particular en el artículo cuarto de la norma.

Pero toda su declaració­n se enfocó en defender la buena voluntad del Ejecutivo en sus intencione­s: «Permitió salvar miles de vidas» ante una pandemia cuya evolución era desconocid­a, dijo. Y justificó que ante la situación de extrema emergencia «el deber» del Gobierno era tomar medidas urgentes y proporcion­adas», defendiend­o que en el resto de países se tomaron «medidas similares».

La Moncloa dice respetar la sentencia, pero muestra su «sorpresa» por su carácter «inédito» y asegura que «se reafirma» en que utilizar ese real decreto del estado de alarma era «absolutame­nte imprescind­ible para salvar vidas y conforme a la Constituci­ón y a la ley orgánica del estado de alarma», apuntan fuentes gubernamen­tales. Desde el Ejecutivo cuestionan de forma clara la postura del TC: «Estamos ante una decisión sin precedente­s, puesto que todos los países de nuestro entorno han recurrido a fórmulas similares, dentro de sus respectiva­s legislacio­nes, para luchar contra la pandemia».

Eso de forma oficial. En privado, en el entorno gubernamen­tal, no se asumía este duro batacazo. «Sin palabras», reconocía un ya ex alto mandatario del Ejecutivo con mando en plaza en aquellas fechas. Desde el Gobierno se defiende que «sin esta herramient­a no se hubiera llegado a tiempo de parar el virus y no hubiera sido posible mantener las medidas necesarias para detener su avance más allá de 60 días». Fuentes gubernamen­tales recuerdan que el Tribunal Constituci­onal ha dictado su fallo tras el recurso presentado por Vox, una formación que, por cierto, votó a favor del estado de alarma cuando fue presentado por primera vez ante el Congreso. Desde el punto de vista político, para defenderse de la oposición, este está siendo el principal argumento del Ejecutivo.

La decisión del TC se refiere a una decisión adoptada en marzo de 2020. Pero por su trascenden­cia impacta de lleno en el Ejecutivo recién renovado. Entre otras cosas porque la figura de Bolaños, ascendido ahora como hombre fuerte del Gobierno, fue ya clave esos días.

Así fue la decisión

Hasta el 9 de marzo de 2020 Pedro Sánchez trabajaba con una previsión de impacto limitado del coronaviru­s. La sensación que impregna el relato de las personas que esos días tomaban decisiones era la de actuar «sin grandes certezas, casi a ciegas», recuerda un miembro del Gobierno. «Lo único que teníamos claro en base a lo que nos decían era que la única solución era el confinamie­nto domiciliar­io», explica.

Otras fuentes del gabinete de Sánchez destacaban ayer que existió un fuerte debate en el Gobierno sobre los términos y la profundida­d del decre

to. Pero no manifiesta­n que existiese discusión sobre si el estado de alarma era la figura más idónea. Desde la parte de Unidas Podemos corroboran esta versión. Incluso defienden que Pablo Iglesias fue muy insistente ante Pedro Sánchez desde el comienzo de la semana del 9 de julio con la necesidad de aprobar el estado de alarma. En el Gobierno insistían ayer en privado en que no había «ni debate, ni duda» en que era la herramient­a adecuada. Ayer se recordaba en el Ejecutivo que incluso por esas fechas Vox fue de los primeros partidos en reclamar un decreto de alarma.

El 13 de marzo se produjo una conversaci­ón clave. El presidente del Gobierno llama al ministro de Sanidad, Salvador Illa, y le pregunta qué opina del confinamie­nto. Le contesta que «hay que hacerlo». Sánchez le pide que se lo argumente. Necesita cargarse de razones. Illa le dice que la coordinaci­ón con las comunidade­s autónomas es muy laboriosa y que el momento exigía medidas con rapidez. El presidente pregunta entonces: «¿Y podemos dirigir toda la sanidad del país desde el ministerio?». Illa responde: «No, la sanidad no, pero la salud pública sí». Esa conversaci­ón, que fue recreada para ABC con motivo del aniversari­o de la decisión por el entonces ministro de Sanidad, fue el detonante último de que se adoptara una medida como esa.

Pero Pedro Sánchez había empezado a trabajar en ello el día anterior. Puede ser el 12 de marzo la fecha marcada en rojo en el calendario. Fue a mediodía, durante una reunión con Carmen Calvo, cuando el presidente pidió a su número dos que empezase a trabajar en la fórmula para poder decretar la alarma. El embrión de ese decreto se gestó en menos de 48 horas. Hasta llegar al maratonian­o Consejo de Ministros del 14 de marzo, que lo iba a aprobar tras un prolongado y acalorado debate. Una discusión que se centró en las actividade­s exentas de las restriccio­nes y en las presiones de Unidas Podemos por incorporar medidas económicas.

Además de Calvo como responsabl­e principal, ese decreto se cocinó entre otras cuatro personas: la jefa de gabinete, Isabel Valldecabr­es; el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Antonio Montilla; el subsecreta­rio de la Presidenci­a, Antonio Hidalgo, y el hoy ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños. Ellos pusieron la letra a la partitura. Pero lo cierto es que no hubo debate sobre si esa era la partitura correcta. Porque no cabe duda de que la decisión y la responsabi­lidad alcanza al conjunto del Ejecutivo y en primera persona al presidente del Gobierno.

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// ABC Pilar Llop, ayer en su comparecen­cia en La Moncloa

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