ABC (1ª Edición)

El imperio regulador

El paquete ‘verde’ de Bruselas es extraordin­ariamente intervenci­onista, los europeos lo notarán en su vida cotidiana y en los precios

- JOHN MÜLLER

A LComisión Europea presentó ayer un paquete legislativ­o para que Europa reduzca en 2030 sus emisiones de CO2 al 55% de los niveles que generaba en 1990. Se trata de un conjunto de normas extraordin­ariamente intervenci­onistas que afectará a casi todos los aspectos de la vida cotidiana de los europeos: desde la calefacció­n de sus hogares hasta la comida que ponen en sus platos, pasando por la motorizaci­ón de sus coches, que no podrá ser de combustión a partir de 2035. La Comisión de Ursula von der Leyen se juega su futuro y el de la Unión con este salto legal.

Con todo, el aspecto más conflictiv­o del plan también es el menos popular. Se trata del Mecanismo de Ajuste del Carbono en Frontera (Carbon Border Adjustment Mechanism). El éxito del plan depende de este arancel que debe evitar la llamada «fuga de carbono», es decir, la deslocaliz­ación de producción europea en países que sean menos estrictos con las emisiones. Para ello habrá que fijar una tasa a las importacio­nes de ciertos bienes de fuera de la UE que permita compensar los sacrificio­s que la industria europea hará en la producción de bienes equivalent­es.

Bruselas sostiene que esto no es proteccion­ismo, sino una garantía de igualdad de condicione­s en una situación en la que algunos países están más dispuestos que otros para alcanzar la descarboni­zación. La medida tendrá un impacto importante sobre los precios al consumo.

La Comisión espera que, a más tardar en 2023, exista una normativa de ajuste en frontera que cubra al sector eléctrico y los sectores industrial­es intensivos en energía, que son las áreas donde más rápido se puede avanzar gracias a la existencia previa del Sistema de Comercio de Emisiones (ETS).

Este nuevo conjunto normativo supone pasar de las musas al teatro en el Pacto Verde Europeo. No todos los gobiernos están dispuestos a empeñar su popularida­d en la promoción de estas leyes. Hay países como Polonia que llevan oponiéndos­e desde el principio porque consideran que amenazan su estilo de vida. Tampoco se han hecho coincidir las hojas de ruta hacia la descarboni­zación de sus economías de todos los miembros. Y un aspecto clave: no se ha acordado una metodologí­a común para calcular el contenido de carbono de los bienes, un elemento fundamenta­l para alimentar el famoso mecanismo de ajuste.

La Comisión recibió ayer una buena noticia. China anunció que mañana estrenará su propio sistema de comercio de emisiones de carbono que constituir­á el mercado más grande del mundo y duplicará las emisiones cubiertas por estos programas. Ya están inscritas las 2.225 empresas eléctricas del país, responsabl­es de la séptima parte de las emisiones globales. En los próximos cinco años, siete sectores industrial­es chinos deberán negociar sus derechos en este mercado. jmuller@abc.es

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