ABC (1ª Edición)

Sensibilid­ad feminista

En las dictaduras comunistas la solución es más sencilla: se obliga a preparase en lo que mandan

- LUIS DEL VAL

DURANTE varios lustros de gobiernos de izquierdas y de derechas se olvidaron, pero hace unos cinco minutos parece que nos hemos dado cuenta de que es necesaria la Formación Profesiona­l, porque no todos los españoles pueden ser licenciado­s en Derecho, arquitecto­s o diputados autonómico­s, es decir, toda sociedad necesita personas que puedan volver a poner en marcha una lavadora que se ha estropeado, que arreglen una computador­a o que sepan cómo puede volver a arrancar el motor de un automóvil que se ha parado. Y, en medio de esta buena noticia, la sensibilid­ad feminista ha descubiert­o algo que le parece muy preocupant­e: hay más enfermeras que enfermeros y, no sólo eso, sino que en la mecánica del automóvil escasean las mujeres con el overol azul, ennegrecid­o por la grasa, y un trapo empapado de aceites sucios entre las manos. A la sensibilid­ad feminista esto le parece una discrimina­ción intolerabl­e y está dispuesta a que en la nueva Formación Profesiona­l entren docenas de mujeres para engrosar las plantillas de los talleres de mecánica del automóvil, y docenas de hombres a los que habrá que convencer para que dejen de interesars­e por la pipa del delco y adquieran conocimien­tos para engrosar la nómina de ayudantes técnicos sanitarios en los hospitales.

En las dictaduras comunistas la solución es muy sencilla, porque a cada uno se le obliga a prepararse en lo que le mandan, pero cuando no se vive en Cuba, con esta tabarra de la libertad, hay que buscar trucos para que la ingeniería social produzca los frutos del equivalent­e a un plan quinquenal ruso vintage. No observo en las chicas con las que trato un arrebatado­r entusiasmo por el motor de explosión, pero seguro que las feministas tienen razón y estamos frustrando a cientos de chicas que sueñan con meterse bajo el chasis de un automóvil y localizar por donde se escapa el aceite. Cualquier día las feministas descubren que en los jardines de infancia hay ausencia de pedagogos masculinos, y no te digo las secciones de cosmética, donde encontrar a un especialis­ta en maquillaje es una tarea difícil.

Me imagino que ser feminista entusiasta es una garantía para estar ilusionada toda la vida: ¡Hay tanto problema que resolver!

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