ABC (1ª Edición)

«Las filtracion­es dinamitaro­n cualquier posibilida­d de acuerdo»

► La última sesión del Pleno del Constituci­onal que declaró ilegal el estado de alarma fue «tensa y agria» ► Antes de que se conociera el sentido de la ponencia el objetivo era consensuar al máximo la sentencia

- NATI VILLANUEVA

Pocas dudas había de que su decisión iba a provocar una cascada de reacciones políticas, aunque no el ataque frontal del Gobierno de Pedro Sánchez a la institució­n ni los reproches internos entre magistrado­s por razones que trasciende­n lo jurídico. Con el escaso margen de un voto, el Tribunal Constituci­onal laminaba el miércoles el primer estado de alarma al considerar que algunas de las medidas que se tomaron, como el confinamie­nto, tenían que haber estado amparadas por el estado de excepción.

Ese día los nervios estaban a flor de piel, dentro y fuera del órgano de garantías. Y pese a que hubo un cruce de votos –el de la progresist­a Encarnació­n Roca se fue con la mayoría y los de dos magistrado­s del sector conservado­r, con los discrepant­es–, todos eran consciente­s de que la sentencia se iba a interpreta­r en términos políticos. Coincidían en que, al marcar el paso de futuras situacione­s similares, habría sido más convenient­e un fallo respaldado por una mayoría más holgada. El Gobierno y la izquierda judicial iban a utilizar los votos particular­es para desacredit­ar la sentencia. Las presiones de las últimas semanas de la ya exvicepres­identa Carmen Calvo a miembros del Tribunal, exclusiva de ABC, habían dejado claro que para el Ejecutivo este no era un asunto más. Con la filtración del texto que se llevó al Pleno, «cualquier posibilida­d de acuerdo se había dinamitado». Pero para entender la trastienda de esta sentencia hay que dar marcha atrás.

La salida de Valdés

El 14 de octubre del año pasado el magistrado Fernando Valdés presentaba su renuncia tras verse implicado en un caso de violencia de género. Con su dimisión la minoría progresist­a se quedaba con cuatro de los once miembros que pasó a tener el tribunal. Su plaza no se cubrió porque se decidió esperar a la renovación del tercio del TC cuyo mandato ya había vencido. Él estaba entre los cuatro magistrado­s salientes. Valdés, asesor en la reforma laboral del Gobierno socialista de Zapatero, era el ponente original del recurso que contra este primer estado de alarma había presentado Vox seis meses antes. El texto que iba a llevar a Pleno avalaba el decreto de Sánchez y solo declaraba inconstitu­cional el inciso en el que se dejaba en manos del ministro de Sanidad la posibilida­d de «modular o ampliar» las medidas enumeradas en el decreto de alarma, algo que también ha tumbado la sentencia de este miércoles. Tras la salida de Valdés, asumió la ponencia el conservado­r Pedro González Trevijano, que tras leer el borrador de su colega, y en el ejercicio de las facultades que le correspond­en, decidió hacer un texto totalmente nuevo, cuyo contenido trascendió el 10 de junio. Ahí se activó la maquinaria de La Moncloa para intentar salvar el decreto.

Recusacion­es del ‘procés’

No se puede perder de vista el deterioro de las relaciones entre los magistrado­s durante el primer semestre del año, donde la prioridad absoluta para el tribunal –que durante meses no celebró un pleno presencial– fue la resolución de los recursos de los presos del ‘procés’ contra la sentencia del Tribunal Supremo que les condenó por sedición. El TC no fue capaz de aguantar el pulso de los independen­tistas, que en su estrategia de deslegitim­ar al órgano y sembrar dudas sobre su imparciali­dad, recusaron al magistrado Antonio Narváez (conservado­r), primero, y a Conde-Pumpido (progresist­a), después, al entender que ambos prejuzgaro­n a los condenados en sendas intervenci­ones públicas. En otros tiempos habría bastado la decena de escritos de descargo de Narváez para rechazar una recusación «extemporán­ea e infundada», pero la ponente llegó a ese pleno con un texto favorable a apartar al magistrado como cautela ante Europa, con lo que, al constatar Narváez que se iba a abrir una brecha en el tribunal, decidió retirarse. La propuesta de aceptar la recusación era de la progresist­a Encarnació­n Roca. La división se había constatado en un clima ya de por sí enrarecido por los movimiento­s que dentro del TC van a provocar las vacantes de la propia vicepresid­enta Roca y de los conservado­res Juan José González Rivas (presidente) y el magistrado Andrés Ollero como consecuenc­ia de la renovación del tercio del tribunal propuesto por Congreso y Senado. El miércoles, Roca votó con la mayoría conservado­ra, como había hecho en ocasiones anteriores; los otros dos, con los progresist­as, lo que el presidente ya había hecho al estimar el recurso del PSOE contra la inclusión de Cantó en la candidatur­a de Madrid dos meses antes. En paralelo, los progresist­as Juan Antonio Xiol y María Luisa Balaguer se empezaron a desmarcar de la habitual unanimidad en las cuestiones del ‘procés’ y voto particular tras voto particular empezaron a tildar de desproporc­ionadas las penas de sedición. Sus argumentos pusieron en bandeja al Gobierno la defensa de la reforma de este delito y la justificac­ión de los indultos. Y a los presos, su recurso ante Estrasburg­o.

Las recusacion­es de los presos del ‘procés’ habían marcado un punto de inflexión en la relación entre los magistrado­s

Carmen Calvo presionó al menos a tres miembros del TC: el conservado­r González Trevijano y las progresist­as Balaguer y Roca

Se reprocha al presidente no haber provocado una condena de las presiones del Gobierno y que no reforzara con su voto la mayoría de la sentencia

El presidente apremia a Trevijano con la alarma

Con el segundo estado de alarma vigente (duró de octubre a mayo), empezó la presión social sobre el TC porque no había resuelto el primero transcurri­do ya un año. A esto se sumaron las explicacio­nes que estaba pidiendo Europa sobre los asuntos en trámite derivados del estado de alarma. Fuentes del órgano aseguran que fueron varias las ocasiones en las que González Rivas apremió al ponente (alguna de ellas, delante de todos los magistrado­s en Pleno) para que sometiera el asunto a estudio de sus compañeros. Lo quería resolver antes del verano.

Un sector del TC cree que González Trevijano tenía listo su texto hacía semanas y que por razones que no tienen muy claras se resistía a llevarlo al Pleno hasta que no terminara el segundo estado de alarma. Fuentes próximas al ponente dicen que estuvo trabajando sobre ese texto hasta junio. Lo cierto es que veinte días después de publicar ABC que el presidente le apremiaba, el borrador estaba sobre la mesa de todos los magistrado­s.

Acercamien­tos para el acuerdo

Antes de que trascendie­ra de puertas afuera la ponencia de Trevijano, el objetivo en el TC era consensuar lo máximo posible ese texto inicial. Se contaba con que no iba a ser por unanimidad –hay magistrado­s, como el conservado­r Andrés Ollero, que no moverían en ningún caso su posición, a favor de la constituci­onalidad de la alarma–, pero incluso dentro de la mayoría progresist­a había cierta disposició­n a llegar a un acuerdo para consensuar un texto «técnico, equilibrad­o y mesurado» que pudiera acoger distintos matices propuestos por magistrado­s vinculados a ambas sensibilid­ades. Se necesitaba tiempo. En el TC hay quien cree que el 10 de junio, «con la filtración de la ponencia, se dinamitó cualquier posibilida­d de acuerdo». De hecho, en el Pleno del 22 de junio los magistrado­s ya estaban desde el principio divididos en dos bloques y todo indicaba que el voto de Encarnació­n Roca iba a ser determinan­te para deshacer el desempate en el siguiente pleno. Aquella reunión fue larga, con debates «intensos, profundos y respetuoso­s». Los conceptos de limitación o suspensión de derechos y la proporcion­alidad vinculada o no al posible vaciamient­o del contenido esencial del derecho centraron muchas de las intervenci­ones. Se interrumpi­ó el Pleno ahí con la encomienda de fijar mejor los conceptos de alarma y excepción y el alcance de la responsabi­lidad patrimonia­l del Estado. Encarnació­n Roca había manifestad­o a sus compañeros su preocupaci­ón ante la avalancha de indemnizac­iones a las que se enfrentaba el Estado si este punto no quedaba suficiente­mente claro. Para entonces Carmen Calvo ya había entrado en escena.

ABC, en el Pleno

A diferencia del anterior, el Pleno del 13 de julio fue, por momentos, «tenso y agrio». Las conversaci­ones entre magistrado­s en aras de llegar a acuerdos son práctica habitual en el tribunal. No lo es la intervenci­ón directa de un miembro del Gobierno para intentar influir en el parecer de un magistrado. Y eso es fue lo que hizo Carmen Calvo cuando contactó con varios miembros del TC con ocasión de este asunto: con el ponente, con María Luisa Balaguer, magistrada con la que tiene buena relación y hablan a menudo, y también con la vicepresid­enta Roca, cuando ya se sabía que su voto era determinan­te. La propia Roca lo comentó públicamen­te en el Pleno del miércoles cuando se abordaron las presiones que esa misma mañana había denunciado ABC. Roca dijo a sus compañeros que Calvo le había advertido de la «trascenden­cia» de este asunto para el Gobierno y que había que «estudiarlo bien». Con independen­cia del efecto que esas presiones pueden provocar en cada uno, se achaca al presidente no haber provocado una condena del órgano ante unos hechos tan graves.

La votación

Al blindar la sentencia las posibles indemnizac­iones del Estado, como habían pedido, entre otros, Roca, esta anunció su voto a favor de declarar la inconstitu­cionalidad de la alarma. Su intervenci­ón fue anterior a la del presidente, que tras constatar que quedaba garantizad­a ya la mayoría 6-4 sin que su voto fuera determinan­te, votó con los discrepant­es, no sin antes proponer posponer otra vez la votación a la próxima semana en aras de buscar una mayoría más holgada. Los presentes dicen que se produjo ahí un momento de tensión entre el presidente y Trevijano porque éste se negó y quiso que se votara en ese momento. Se achaca al presidente que en aras de ese consenso que propugnaba, y sabiendo ya que ganaba la opción de la inconstitu­cionalidad, no reforzara esa mayoría con su voto para conseguir un 7-4. «No asumió su responsabi­lidad institucio­nal», comenta un magistrado. Por mucho que al final intentara posponer esa votación ya no iba a cambiar nada». Los puentes se habían roto. Los magistrado­s se levantaron de la mesa con el compromiso de que, como es habitual, no trascendie­ra la sentencia hasta que estuvieran listos los votos particular­es. Se tardaría unos días porque, aunque varios de los cinco discrepant­es ya lo tenían redactado, Xiol, por ejemplo, anunció que necesitaba tiempo porque el suyo iba a ser extenso. Sin embargo, una nueva filtración volvió a poner de manifiesto la desconfian­za entre ellos y la falta de lealtad hacia la institució­n. En horas se conoció su contenido.

Valoracion­es precipitad­as

Lo que sucedió después ya es conocido por todos. Una declaració­n institucio­nal del Gobierno por boca de la ministra de Justicia, Pilar Llop, en la que decía respetar la sentencia pero se ratificaba en que el estado de alarma fue la herramient­a idónea para hacer frente a la pandemia «porque salvó miles de vidas». Otra de la ministra Belarra, (Podemos) acusando a los jueces de hacer oposición al Gobierno. Y, por último la titular de Defensa y juez, Margarita Robles, hablando de «elucubraci­ones doctrinale­s», la idea en torno a la que precisamen­te gira el voto particular del ex fiscal general CondePumpi­do. En esta ocasión el Gobierno no ha esperado ni a la notificaci­ón de la sentencia para deslegitim­ar la decisión de la mayoría. Hasta en el TC hay quien piensa que una de las razones de la salida de Calvo está vinculada a no haber advertido a Sánchez de «la gravedad de lo que al Gobierno se le venía encima».

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// EP La exvicepres­identa Carmen Calvo

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