«Al naufragar pensé: me comen los tiburones»
Emilia Ferrer recuerda su dramático viaje a Florida durante el éxodo del Mariel de 1980. La actual crisis en Cuba amenaza con desatar una nueva salida masiva de ciudadanos
Emilia Ferrer Triay
Cubana emigrada en el Mariel
«Nos llenaron el barco con gente desconocida, sobrepasando así su capacidad»
Víctor Triay
Historiador y marido de Emilia
«El régimen utiliza la emigración para soltarse la presión por la falta de libertad y la crisis»
El barco acababa de entrar en aguas internacionales, en pleno estrecho de la Florida, cuando Emilia Ferrer miró hacia abajo y vio sus sandalias rodeadas de agua. «Pensé que salía del baño, pero seguía subiendo y entró en el motor. Yo estaba en puro pánico y pensé que los tiburones me iban a comer». La vetusta embarcación se hundía y solo el auxilio de los guardacostas de EE.UU. la libró de ser pasto de los escualos.
Emilia, entonces una niña de 13 años, fue una de las 125.000 personas que huyeron de Cuba en 1980 en el llamado éxodo del Mariel. Más de cuatro décadas después cuenta a ABC su angustiosa experiencia desde Connecticut, donde vive actualmente.
Las autoridades estadounidenses temen estos días que la agitación social en Cuba y la consiguiente represión del régimen deriven en un nuevo éxodo masivo, como el de 1980 o la crisis de los balseros de 1994. De hecho, el ministro cubano de Exteriores, Bruno Rodríguez, ya lo ha dejado caer: «Sorprendería que EE.UU. con impunidad, aliente la emigración irregular y discriminatoria». La Administración Biden avisa a quienes pretendan alcanzar las costas de Florida de forma irregular de que no entrarán en el país y la Guardia Costera ruega: «Por favor, no te eches al mar».
El éxodo del Mariel se desató después de que un grupo de cubanos irrumpiera en la Embajada de Perú en La Habana en demanda de asilo y el país andino les otorgara protección. En los días siguientes hasta 10.000 personas se concentraron en la legación. En respuesta, Fidel Castro decidió dar vía libre a aquellos que quisieran salir de la isla por el puerto del Mariel, unos 50 kilómetros al oeste de la capital. En los meses siguientes unas 2.000 embarcaciones procedentes de Florida atestadas sacaron de la isla a esos miles cubanos.
Los padres de Emilia Ferrer, de Morón
(provincia de Ciego de Ávila), llevaban meses organizando la salida y, cuando se presentó la ocasión del Mariel, no se lo pensaron. Pero al padre, ingeniero azucarero, no le permitieron irse. Emilia y su hermano se separaron de sus progenitores para embarcar con una tía abuela en un pesquero que consiguió en Florida un hermano de su madre. «Nos montamos en el taxi, nos abrazamos a mis padres por la ventana del carro... Eso fue bien fuerte...», rememora la exiliada, a la que la emoción impide por momentos continuar.
Tras ocho horas de viaje llegaron a La Habana. En el centro social obrero Abreu Fontán, un antiguo club privado incautado por la revolución, recibieron los papeles necesarios, y de allí los llevaron a un campamento hasta que a los tres días los llamaran a embarcar. Una vez en el bote que trajo su tío, las autoridades castristas «le llenaron el barco de gente», de desconocidos que debía llevar obligatoriamente, sobrepasando así la capacidad del pesquero. «El que no siga mis reglas, será comida de tiburón», avisó el tío por si los inesperados pasajeros daban problemas, cuenta Emilia. Eran unos 24 en total.
Salida a escondidas
Zarparon una primera vez, pero una tormenta les obligó a regresar a puerto, sin que en los días venideros les permitieran hacerse de nuevo a la mar. Al tercero el barco logró salir, escondido entre dos grandes camaroneros y a toda máquina, a aguas internacionales. Pero al parecer la precipitada huida causó daños y sobrevino el naufragio. Rezaron lo que podían –«yo no sabía, porque en Cuba no pude ir más a la iglesia», apunta la mujer–, hasta que por fin los rescataron y los llevaron a Cayo Hueso, el punto de EE.UU. más cercano a Cuba. Llegaron poco antes de medianoche del martes 13 de mayo. «Había gente que besaba el suelo». Emilia y su hermano fueron acogidos por una tía en Miami. «Estábamos superimpresionados por montar en un carro con aire acondicionado y las casas perfectas, con el césped cortado y sin basura», evoca.
Entre tanto, sus padres vivían un infierno, con actos de repudio a diario instigados por el régimen, y trataron de huir. «Mi papá se disfrazó de gay o santero, considerados indeseables, pero no funcionó». Al final salieron de Cuba por Costa Rica y, casi once meses después, se reencontraron con sus hijos en EE.UU.
Emilia Ferrer está hoy casada con otro cubanoamericano, el historiador Víctor Triay, autor de ‘The Mariel Boatlift: A Cuban-American Journey’ (‘El éxodo del Mariel: un viaje cubano americano’), que explica cómo el régimen cubano ha utilizado la salida masiva de ciudadanos para «quitarse la presión de encima» por la falta de libertades y la situación económica. No obstante, no cree que se produzca ahora otro Mariel o crisis de balseros. «La situación general ahora en EE.UU. es más complicada, tal vez fue una táctica de otra época. Aquí no van a permitir un éxodo de cubanos», asegura Triay. Aunque matiza: «Tampoco en el año 80 se creía que fuera a pasar. Uno nunca sabe».