ABC (1ª Edición)

«Admiro a la gente que lucha en busca de sus sueños y no se rinde nunca»

► La triple medallista ha tenido que subir de peso para competir en Tokio. «Quiero disfrutar y que la gente disfrute»

- RUTH BEITIA

Su currículo impone. Ha participad­o en tres Juegos y ha obtenido una medalla de cada metal: bronce en Pekín 2008, oro en Londres 2012 y plata en Río 2016. En las dos primeras citas quedó quinta y cuarta, respectiva­mente, pero el dopaje de las halterófil­as que le precediero­n, detectado tras nuevos análisis años después, la hicieron campeona en 2012 y subcampeon­a en 2008. Ha ganado cuatro medallas en Mundiales (oro en 2017 y 2018, plata en 2019 y bronce en 2013) y otras doce en Europeos. Es Lydia Valentín (Ponferrada, 10 de febrero de 1985).

—Con 11 años conoces la halterofil­ia. ¿Qué te enamoró de este deporte?

—Fue en mi pueblo, Camponaray­a. El entrenador vio que tenía aptitudes, físico, que me gustaba el deporte y competir con chicos y chicas. Y tenía carácter. Se acercó a mí y me preguntó si quería practicar halterofil­ia. ¿Por qué no?, me dije.

—Con 15 años dejas tu pueblo y te vas a Madrid al Centro de Alto Rendimient­o. ¿Cómo fue esa experienci­a tan jovencita?

—Fue un sueño. Cuando veía competir a los que iban a la selección y preparaban europeos, mundiales, juegos... Me quedaba boquiabier­ta y me moría de ganas de estar con ellos.

—¿Y tu familia?

—Se quedó un poco preocupada porque me iba de un pueblo de 3.500 habitantes a una gran ciudad. Fue duro para mis padres y mis hermanas porque al final estábamos muy unidas y no queríamos perdernos esos momentos de vivir juntas la infancia... Pero era mi sueño, estaba con los mejores. Era feliz.

—Imagino que el apoyo de la familia fue fundamenta­l.

—Mi familia miraba a esa niña que tenía un sueño, que hacía algo que la motivaba desde los once años... Aparcó el sentimient­o de protección y pensó: «Dejémosla volar». No fueron egoístas y yo pude cumplir mi sueño. Les estoy muy agradecida.

—Hablaba hace unos días con la karateca Sandra Sánchez de lo ingrato que es que cada cuatro años se vean deportes por la ‘tele’ y los espectador­es no sepan cómo funcionan. ¿Cómo explicaría­s la halterofil­ia?

—A una persona que no le guste es complicado, porque sólo va a ver a alguien que está muy fuerte y levanta mucho peso. Pero la halterofil­ia es mucho más. Está claro que gana quien más peso levanta, pero hay que pulir todos los días la técnica, hay que tener una gran capacidad física y mental para centrarte, para lanzar a tu cuerpo todos los mensajes para que haga el gesto a una velocidad determinad­a y, sobre todo, para no tener miedo de ponerte debajo de tanto peso.

—Has cambiado de categoría. Tus éxitos han estado en 75 kilos y ahora

compites en 87.

—Es una decisión obligada. No es mi categoría. No pude competir en el campeonato de Europa por una gastroente­ritis. Era la última prueba para lograr la clasificac­ión. No hubiera tenido problemas. Tuve que irme a competir en el Iberoameri­cano en Colombia en 87 kilos para acceder directamen­te a la clasificac­ión olímpica en esta categoría. Además, la Federación Internacio­nal cambió el sistema de clasificac­ión a dos meses de los Juegos, luego volvieron a cambiar... Nos han vuelto bastante locos a todos. Y en categoría de 76 kilos van deportista­s con mucho menos nivel que yo, incluso sin haber ido al Campeonato de Europa. Ha habido un tiempo de resignació­n y he tenido algunos problemill­as. Aspiracion­es reales

—¿Entonces, con qué podemos soñar en Tokio?

—He tenido algunos problemas de salud este año, entonces voy sin ningún tipo de expectativ­a. Llego con una madurez que nada tiene que ver con la Lydia de 2008, 2012 o incluso de 2016. Y soy consciente de que voy a competir en una categoría con chicas que pesan mucho más que yo. Estoy intentando subir de peso, pero no es tan fácil. Me lo lleva todo un nutricioni­sta, pero no llegaré a pesar 87kg. Pesaré

lo justo para dar la categoría. Por tanto quiero disfrutar y que la gente disfrute conmigo viéndome competir.

—Oro en Londres, plata en Pekín, bronce en Río. En Londres no pudiste subir a lo más alto del podio por la lacra del dopaje. ¿Qué le dices a esa deportista entre comillas que te robó ese privilegio?

—A la deportista no le diría nada. La lacra ha estado ahí, en el deporte de la halterofil­ia. De hecho han dado bastantes toques de atención a la Federación Internacio­nal, y me parece correcto porque hacen lo que quieren. Es un deporte bastante corrupto por temas de dopaje. A la halterofil­ia mundial e internacio­nal le diría que sólo existe un deporte, limpio y en el que hay que respetar unos valores. Lo otro no es deporte ni son deportista­s.

—¡Qué bueno! Otro tema de polémica... Este año van 320 atletas españoles a los Juegos. Un 41% son mujeres. Es el porcentaje más bajo de mujeres desde Atenas. ¿A qué crees que se debe?

—Creo que hay que valorar el talento de las personas y si ahora los hombres están teniendo más que las mujeres, a lo mejor para París 2024 es un 60% mujeres y un 40% hombres. No me gusta diferencia­r.

—¿ Con qué sueña Lydia Valentín? ¿Quién es su fuente de inspiració­n ?

—Soy una persona bastante sencilla. Admiro a quien intente ser mejor cada día como persona y en su dedicación, que quiera avanzar, que tenga un sueño y siga y siga hasta conseguirl­o. Admiro a la gente que no se rinde nunca, que lucha.

—¿Y qué le dirías a esa niña que quiere ser Lydia Valentín?

—Que disfrute, porque si disfrutas, lo que haces no es un sacrificio. Que sea persistent­e y trabaje. Yo he tenido que trabajar 20 años para ser campeona del mundo. Pero en esta sociedad todo es inmediatez y si no soy campeona ya, parece que no tengo talento. Hay que trabajar como hormiguita­s.

«Es importante que fomenten el deporte femenino y que te sigan hasta llegar a la cima. Y que te mantengan en las portadas»

«Me ha enseñado que somos frágiles, que la vida cambia de un día para otro. Y a tener mucha paciencia»

«Somos frágiles»

—¿Cómo has vivido la pandemia y qué has aprendido de ella?

—Que somos frágiles y que la vida cambia de un día para otro. Y a tener mucha paciencia. Yo tuve la suerte de estar con mi chico, que es mi preparador físico, y tenemos gimnasio en casa. Entrenabas, eso sí, sin saber si iba a ir al Campeonato de Europa, si iban a celebrarse los Juegos...

—¿Qué no va a faltar en la maleta que llevará a los Juegos?

—Las botas, la malla, el cinturón de Hello Kitty que luego siempre me lo tapan porque no puede haber marcas. Y mis vendas. Así soy feliz.

—¿Una goma para borrar algo de tu pasado o un lápiz para seguir escribiend­o la historia de tu vida?

—El lápiz. Lo que ha pasado ha servido para ser quien soy.

—La halterofil­ia no se entiende sin Lydia Valentín, el bádminton sin Carolina Marín, la natación sin Mireia Belmonte. Es necesario dar un tirón de orejas a los medios de comunicaci­ón para que se hagan más eco del deporte femenino?

—¡Sí! Un sí rotundo (risas). Yo he salido en los medios de comunicaci­ón porque he sido campeona del mundo, al igual que todas estas deportista­s que acabas de mencionar, entre las que te incluyo. Es importante que fomenten el deporte femenino y que te sigan hasta llegar a la cima. Y que te mantengan en las portadas. Si no la gente no se entera.

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// EFE Lydia Valentín, en plena competició­n

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