ABC (1ª Edición)

El imbatible hombre alarma

Solo los jueces y magistrado­s frenan el avance del imbatible hombre alarma en la colonizaci­ón del Estado

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COMO el chuletón, al punto, Sánchez se acomoda imbatible mirando para otro lado. No quiere ver a la quinta ola ni pintada por Antonio López en la solanera de Madrid. Los epidemiólo­gos se desgañitan, los médicos de familia no abarcan y pierden el rastro veraniego de los contactos mientras los centros de vacunación devuelven las vacunas de AstraZenec­a porque, cumpliendo con la tozudez del Ministerio de Sanidad, ya no hay población en la diana por encima de los 60 años para la primera inoculació­n. España se mete en el centro del verano con hastío y resignació­n. En cambio, el presidente del Gobierno ya se ha saltado unas cuantas semanas del calendario: insiste en la recuperaci­ón del nunca llegar. Para eso ha cambiado a siete ministros como si fueran deshecho de tienta. Solo los jueces y magistrado­s frenan el avance del imbatible hombre alarma en la colonizaci­ón del Estado. No hay dos sin tres. Después de los decretos de alarma, el primero con seis prórrogas y el segundo para medio año, Sánchez abre brecha con una Ley de Seguridad Nacional que le atribuye todo el poder, dejando al Parlamento para plató de televisión.

Los jueces de los Tribunales Superiores esperan a la publicació­n oficial de la inconstitu­cionalidad de la alarma para responder igual a las desesperad­as peticiones autonómica­s de suspensión de derechos fundamenta­les, con el inquietant­e toque de queda nocturno como ariete. La sentencia no desbarata al Estado sino al Gobierno de Sánchez. Hay casos muy recientes de varapalos menores que han provocado elecciones inmediatas en la Unión Europea. Si el Constituci­onal se mantiene frío frente a las acaloradas llamadas del Gobierno, tumbará la segunda alarma y su delegación en las autonomías. Pero el imbatible hombre alarma no se resigna y traza el atajo para eludir la autorizaci­ón previa del Congreso –requisito de la excepción– antes de confinar a los ciudadanos, confiscar bienes y servicios o abrir la caja de recluta en la siguiente pandemia o emergencia. ¿Quién decide cuándo hay una crisis? Siguiendo la linde de la alarma, será una sola mano imbatible y al punto, sin deliberaci­ón parlamenta­ria. Salvo que un juez siga de guardia.

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