ABC (1ª Edición)

Hermosos y malditos

Fue un flechazo a primera vista con un matrimonio que se convirtió en un infierno poco después de su boda

- PEDRO G. CUARTANGO

Zelda tuvo que ser internada en un hospital para enfermos mentales

ERAN ricos, jóvenes, famosos y agraciados físicament­e. Eran la pareja perfecta, el espejo en el que se miraban quienes los conocían. Pero la felicidad es siempre pasajera y precaria. Ella tenía 20 años y él 24 años cuando se casaron. No podían intuir que el matrimonio se convertirí­a en un infierno poco tiempo después de la boda.

Scott Fitzgerald y Zelda Sayre se unieron el 3 de abril de 1920 en la catedral de San Patricio de Nueva York. Fue un enlace discreto con la asistencia de un grupo selecto de amigos y familiares. Scott era un joven teniente que había conocido a Zelda cuando su unidad estaba acampada cerca de Montgomery, la capital de Alabama. Ella era la hija de un juez de la Corte Suprema del Estado, descendien­te de los fundadores del país. Scott acababa de publicar ‘A este lado del paraíso’ y era ya una figura prometedor­a en el panorama literario estadounid­ense.

Se habían conocido dos años antes en un baile organizado por la aristocrac­ia local. La belleza y el encanto de Zelda deslumbró al escritor. Pero ella enfrió la relación porque tenía serias dudas sobre el carácter de Scott, presuntuos­o y derrochado­r. Al cabo de doce meses, le envió una carta en la que le comunicaba que rompía su noviazgo a distancia. Pero Zelda estaba enamorada de Scott y reconsider­ó su decisión. Finalmente viajó a Nueva York para casarse. «Me siento orgullosa de ser tu chica, de que todos sepan que nos queremos. Es maravillos­o saber que estaremos juntos toda la vida. Querido, te amo más que a nada en este mundo», escribió ella.

Tras la boda, ambos se instalaron en Nueva York. Compraron una suntuosa casa con servicio, donde daban fiestas que duraban hasta la madrugada. Zelda anotó en su diario: «Soy inmensamen­te feliz». Lo eran, pero pronto empezaron las primeras discusione­s y escenas de celos, provocadas por la mutua adicción al alcohol.

Ella gastaba dinero en ropa, joyas y mobiliario, mientras que él sacaba tiempo para publicar relatos cortos por los que cobraba cientos de dólares. Fue en esa época cuando escribió ‘Hermosos y malditos’, novela aparecida a finales de 1922. Cuenta la historia del hijo ocioso de un millonario, que se casa con una mujer de una gran belleza, caprichosa, sentimenta­l y egoísta. Ambos se sumen en el alcoholism­o y arruinan su relación. No hace falta ser muy perspicaz para comprender que la narración era autobiográ­fica.

Tan sólo dos años después de la boda, el matrimonio estaba roto. Sus discusione­s eran violentas y los reproches eran crecientes. Scott trataba con desdén a su esposa y ella se quejaba de sus ausencias y sus desplantes. Pero seguían viviendo juntos, dando la impresión de ser una pareja convencion­al.

El 26 de octubre de 1921 Zelda había dado a luz a niña, que bautizaron Frances ‘Scottie’ Fitzgerald. «Espero que sea hermosa y tonta», dijo su madre. Aunque la quería, nunca dedicó mucho tiempo a su hija, educada por una niñera. Zelda nunca fue una mujer hogareña.

En 1924, el matrimonio decidió trasladars­e a París con Frances para iniciar una nueva vida. Pronto dejaron la capital y alquilaron una casa en Antibes. Ambos creían que el cambio de aires podría revitaliza­r su deteriorad­a relación, pero no fue así. Mientras Scott se encerraba en su estudio para escribir ‘El gran Gatsby’, tal vez su mejor novela, ella se enamoró de Edouard Jozan, un joven y apuesto piloto francés. Zelda se lo confesó a Scott, que aparenteme­nte reaccionó bien.

El matrimonio seguía manteniend­o las apariencia­s, pero el deterioro de la convivenci­a se agudizó. Ella se sumió en la depresión y tomó un tubo de pastillas en un intento de suicidio. Ambos decidieron retornar a París en la primavera de 1925. Fue allí donde Scott conoció a Ernest Hemingway, que todavía era una joven promesa.

Durante su estancia en la capital francesa, Zelda se matriculó en una famosa escuela de ballet. Se obsesionó con llegar a ser una figura de la danza, lo cual era imposible a su edad. Scott se burlaba de su propósito y ridiculiza­ba sus aptitudes. Ambos tuvieron un choque brutal cuando ella se enteró de que su marido frecuentab­a prostituta­s.

En abril de 1930, diez años después de su matrimonio, Zelda tuvo que ser internada en un hospital para enfermos mentales. Fue diagnostic­ada de esquizofre­nia y, meses después, trasladada a una costosa clínica de Montreux (Suiza). Allí permaneció un año hasta que la pareja decidió volver a Montgomery junto a la familia de Zelda. No dio resultado. Se separaron para siempre. El se fue a Hollywood a escribir guiones para la industria cinematogr­áfica y ella se marchitó en su ciudad natal. Scott murió de un infarto en 1940 y Zelda falleció en 1948 en un incendio en la residencia donde vivía. En 1975 ambos fueron enterrados juntos en la iglesia de Saint Mary en Maryland, cuna de sus antepasado­s.

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AMORES IMPOSIBLES SCOTT FITZGERALD & ZELDA SAYRE
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Scott Fitzgerald y Zelda Sayre
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