ABC (1ª Edición)

El taponazo

- IGNACIO CAMACHO

Al decretar el fin de la pandemia sin encomendar­se a nadie, Johnson ha adelantado por el arcén a Sánchez

CON cincuenta mil contagios diarios, casi la mitad entre personas vacunadas, y con el ministro de Sanidad infectado, el Reino Unido ha decretado la ‘normalidad’ y ha suprimido de un plumazo todas las restriccio­nes en todos los ámbitos. Boris Johnson ha adelantado por el arcén a Pedro Sánchez. El Día de la Libertad ha llamado a este auténtico taponazo en un éxtasis propagandí­stico que sugiere la existencia en Downing Street de algún ‘ivanredond­o’ aficionado a diseñar ‘relatos’. Millones de británicos son desde ayer, en efecto, libres para moverse y reunirse como antes de la pandemia: vuelta al punto cero. Y unos centenares de miles de ellos han disparado las reservas hoteleras y de viajes a España, donde el sector turístico los espera con los brazos abiertos. El Gobierno inglés los exime de cuarentena a su regreso aunque en un rasgo muy isleño la mantiene para los viajeros procedente­s de varios países europeos. Más de mil científico­s, epidemiólo­gos y médicos han firmado en ‘The Lancet’ un manifiesto que califica la decisión como un «experiment­o de riesgo».

Y eso es lo que parece. Un ensayo a gran escala para acelerar por las bravas la inmunizaci­ón de la población que aún no ha recibido la pauta. Johnson ya lo intentó en la primavera de 2020 y tras contagiars­e él mismo –las pasó canutas en la UCI– dio marcha atrás ante el panorama de una mortandad trágica. Evidenteme­nte han cambiado las circunstan­cias porque el escudo vacunal amortigua el impacto de la quinta ola sobre la capacidad de atención hospitalar­ia. Pero los profesiona­les clínicos añaden una cautela: por ahora. Y vaticinan que la teórica liberación provocará picos de cien mil infeccione­s al día en pleno verano, cuando las vacaciones dejan la red asistencia­l bajo mínimos. Puede ocurrir o no, es un salto al vacío al que conviene estar atentos por aquello de las barbas del vecino. Si algo ha demostrado esta plaga es que nadie dispone de certezas sobre el comportami­ento del virus… salvo la de que encuentra en mucha gente junta y despreocup­ada su mejor caldo de cultivo. Y también la de que no se adapta a las previsione­s de los políticos.

Habrá, hay de hecho, quien salude esta brusca desescalad­a como un gesto de coraje frente al miedo y quien la considere una temeridad populista, un golpe de efecto. El veredicto lo emitirá, quizá más bien pronto, el tiempo. A simple vista pinta a tanteo de prueba y error, a cata en bruto sobre cobayas humanas, y genera una inevitable corriente de desconfian­za. Existe toda una gama de matices entre la alarma innecesari­a y la falta de respeto al Covid de las autoridade­s británicas, cuyos métodos espasmódic­os y a menudo improvisad­os vienen arrojando ratios de eficacia más bien bajas. Tras casi año y medio de drama debería quedar clara la conclusión de que no es posible una política económica ni social acertada si falla la política sanitaria.

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