Sin control en los campamentos: «Donde iban 50 niños, había 208»
Padres y monitores de unas colonias estivales en Celorio (Asturias) denuncian en grupo a la organización Crece el desconcierto por los brotes, pero Sanidad se inhibe en la responsabilidad de las comunidades
Elena Barroso contrató un campamento, del 1 al 15 de julio, para su hijo de 14 años y varios amigos suyos a través de la academia de idiomas ‘Eagle Road’. Los pequeños estaban ilusionados porque, al tiempo que aprendían inglés, iban a hacer actividades de multiaventura y surf programadas. Sin embargo, la realidad que vivieron fue radicalmente distinta. El primer día, cuando Elena llevó a su hijo al albergue de la Casona de Celorio, en Asturias, y lo dejó en la puerta –no le permitieron entrar– se quedó sorprendida por la cantidad de niños que había. Su asombro fue a más cuando se enteró de que a su hijo lo habían alojado en un hotel cercano en lugar de en las instalaciones del albergue.
Pasaron los días y en las llamadas el menor le contaba, entre otras cosas, que no hacían actividades, que estaban todo el día «tirados» en la playa o que había muchos, demasiados, niños. «Mamá, aquí hay mucha gente», le explicaba al teléfono. Tras una semana de campamento, comunicó que se habían esfumado del campus el «90% de los monitores». Uno de ellos, que tenía un grupo de chavales a su cargo, ha asegurado a ABC que «se han cometido graves irregularidades de aforo». La colonia de verano tenía permiso para 50 niños y había, según las mismas fuentes, 208. «Tengo dudas de si la cifra era todavía mayor, a la cocinera no le cuadraban los platos a la hora de hacer las comidas», testifica este monitor. En total, al principio de la actividad había 26 monitores, pero el 8 de julio «dimitieron diez», incluyendo la coordinadora y su ayudante.
«Tras la espantada de los trabajadores, al día siguiente trajeron a chavales de 16 años sin experiencia ni titulación», denuncia Barroso a este diario. Después de enterarse de que la nueva coordinadora había ordenado a los niños que se «encerraran» en las habitaciones, el viernes, día 9 de julio, la madre cogió un avión y fue a buscarlos. «Cuando llegué la situación que vi era dantesca. El comedor estaba atestado de niños sin mascarilla ni medidas», recuerda con horror. Además, su hijo le contaba que para las comidas y cenas no mantenían los grupos burbuja y que cada día se sentaban con alguien diferente en la mesa. Al día siguiente, sábado, uno de los amigos empezó a presentar síntomas. Le realizaron la prueba, y el resultado fue positivo. A los pocos días, el otro amigo repitió positivo. Más de cien padres y algunos monitores se han organizado en un grupo de WhatsApp para denunciar que desde la organización sabían que había niños con síntomas desde el día 11 de julio y «no se hizo nada».
El grupo tiene constancia de 36 positivos entre los hijos de los padres que participan en él. Hay 18 casos más, por la información que han recibido de otros progenitores que no están en el grupo.
Diana Comenge es madre de una de esas niñas que empezaron a encontrarse mal el día 15. «Venían en un autobús lleno de Covid-19. Pararon en Bilbao sin permiso, en vez de volver a Madrid directamente», comenta. Comenge cuenta que ese día en la capital vizcaína la Policía hizo un alto a la ruta. «Les pararon. Ordenaron que se hicieran varias PCR porque diferentes padres avisaron de que había severas anomalías en el autocar», reseña esta madre. Destaca que las «irregularidades» empezaron desde el primer momento. «Al embarcar a mi hija en la ruta de ida desde Madrid, faltaban plazas y hubo que llamar a otro autobús que se llevó a menores sin un monitor. Yo ya me fui a casa preocupada», recalca. Según Comenge, la cabaña en la que estuvo alojada la menor tenía capacidad para cinco personas, pero dormían ocho, dos de ellas tuvieron fiebre a mitad de la semana. «Siguieron conviviendo con estas personas enfermas y mi hija ha llegado a Madrid con síntomas, ahora tiene Covid».
«La impresión que da es de que han querido quitarse del medio a los niños y que se coman el marrón las comunidades de origen», expone, Barroso, enfadada. «Este campamento ha sido un desastre y una estafa», remacha. «El dueño de la academia ‘Eagle Road’ no presenta cuentas desde 2014 –acusa una tercera madre, que prefiere mantener el anonimato–. Hoy mismo voy a poner una denuncia a la Oficina de Información al Consumidor de Collado Villal
ba». Este periódico ha intentado ponerse en contacto con ‘Eagle Road’, sin obtener ninguna respuesta. El Ministerio de Sanidad, por su parte, se inhibe en las comunidades ante la responsabilidad para controlar los brotes.
Test de antígenos
El de Celorio es el último en sumarse a la lista de actividades de ocio infantil impactadas por la quinta ola pandémica. En Cataluña, casales y campamentos de verano se han visto obligados a confinar grupos tras la aparición de algunos casos, aunque, según revelan los datos de la Generalitat, la incidencia es mínima. Según la Dirección General de Juventud, ayer había 398 positivos y 1.259 contactos –el 6 de julio eran 42 positivos y 416 contactos– en estos espacios, lo que supone un 0,22% del total de jóvenes (250.000) y monitores (30.000). Viendo el incremento de casos, la Generalitat empezó ayer con un plan para que los niños de entre 10 y 15 años que participen en casales y campamentos, así como los monitores y trabajadores puedan realizarse test de antígenos en las farmacias, informa Esther Armora.
Asimismo, el Gobierno riojano dio ayer por controlado el brote del campamento de Lardero (en la localidad cántabra de Cóbreces). En el campus había un centenar de monitores y chicos de 7 a 16 años, en dos grupos. El foco, con 11 positivos, surgió a pesar de que antes de la actividad –organizada por el Ayuntamiento de Lardero– los asistentes se realizaron un test de antígenos, con resultado negativo. El sábado un niño se empezó a sentir mal, con fiebre. Dio positivo. Los test entre los contactos arrojaron otros diez positivos, por lo que se interrumpió la colonia y se adelantó el regreso, informa Rocío Fernández.