La ‘riada de la muerte’ también sepulta a regiones belgas como Verviers
ABC visita una de las localidades más afectadas por el temporal en Centroeuropa
El Vesdre es un riachuelo que serpentea por los valles entrecruzados de las Ardenas belgas hasta desembocar en el gran Mosa, a la altura de Lieja. A su paso por Verviers en esta época del año suele ser poco más que una acequia. Sin embargo, el jueves pasado se convirtió en un torrente gigantesco que causó las peores inundaciones que se recuerdan en esta ciudad belga. Se le ha bautizado ‘la riada de la muerte’. Entre Verviers y el conocido balneario de Spa se podría localizar el epicentro de la tormenta extraordinaria que según los datos publicados ayer mismo ha causado la muerte de 36 personas y 163 desaparecidos.
Los efectos de las riadas se pueden ver prácticamente a lo largo de todos los riachuelos, que han arrasado como si nada campos, jardines y carreteras que se creían a salvo de una cosa así. En todos los pueblos de la zona hay barrios elevados en los que el agua pasó sin causar daños mayores, pero en las orillas de los cauces se produjo una situación que había sido hasta ahora inimaginable. «No es solo que subía el nivel del agua» cuenta Marcel, que tiene –él lo dice en pasado– una tienda donde vendía tabaco en la Rue du College. «El agua venía con tanta fuerza que apenas han aguantado los muros de las casas. Todo lo ha arrastrado el agua», explica mientras intenta limpiar su tienda.
Toda esta región de Bélgica es ahora mismo un auténtico vertedero. Pueblo tras pueblo, calle tras calle, todo lo que el agua no se pudo llevar lo están sacando los damnificados al exterior, formando montañas sin fin de muebles, enseres, electrodomésticos, puertas o ropa. «Hemos hecho fotos de todo antes de empezar a limpiar y después, para el seguro, ¿nos pagarán? Espero que sí, lo que no voy a recuperar es lo que pierdo teniendo el negocio cerrado». Los coches, sin embargo, probablemente no podrán reclamarlos porque el seguro obligatorio, que en Bélgica puede ser más caro que un «todo riesgo» en España, no cubre este tipo de catástrofes.
El director del centro federal de crisis, Bart Raeymaekers, dijo ayer que cree que el número de víctimas aumentaría aún más en los próximos días, cuando se esclarezca la suerte de los desaparecidos, personas de las que las autoridades no tienen noticias. Puede que hayan abandonado el pueblo justo antes o durante las inundaciones, que estén de viaje fuera del país, o puede que sus cuerpos se encuentren debajo de las toneladas y toneladas de escombros y ramas que el agua ha ido acumulando en los bordes de los cauces. La policía federal empezó ayer ya la fase de búsqueda estructurada de víctimas, lo que significa que ya no tratan de encontrar supervivientes, sino cadáveres. Empezaron en Pepinster y en un camping en Esneux, siempre en la provincia de Lieja, dos de los lugares donde se registraron más víctimas. Utilizan perros rastreadores y laboratorios para identificar los restos que puedan encontrar bajo las toneladas de barro y ramas que se han acumulado fuera de los pueblos.
Jamás llegarán a destino
Al lado de lo que queda del estanco que se llamaba ‘La Maison Maron’, está o estaba una oficina de correos, de la que lo que han sacado son cartas y paquetes completamente destrozados por el agua y que seguramente jamás llegarán a su destino. Un amigo de Marcel que venía a ayudarle culpa de «al menos» parte del desastre a la mala gestión de las compuertas de las dos presas que hay aguas arriba y que estaban llenas a rebosar cuando cayó la gota fría. «Si las hubieran vaciado antes, hubieran podido servir para regular el agua, pero al final las tuvieron que abrir y eso agravó las cosas».
En toda la zona el Gobierno ha desplegado al Ejército para colaborar en las tareas de reconstrucción. Se ven militares dirigiendo el tráfico en los desvíos improvisados necesarios para sortear los tramos aún inundados y camiones que colaboran en la retirada de escombros y enseres destruidos. Todo el mundo se pregunta cuánto se tardará en reconstruir los daños en carreteras y puentes. Decenas de escuelas no podrán abrir en septiembre.
Menos aún teniendo en cuenta otra de las peculiaridades belgas, que es la quincena de vacaciones para el sector de la construcción (en la segunda mitad de julio) y que tradicionalmente tiene paradas todas las obras en este periodo. La mayor parte de trabajadores y empresas que podrían ayudar en estos momentos están cerradas. Para pensar en arreglar puertas o ventanas reventadas para poder volver a casa, habrá que esperar probablemente a que termine el verano.
Hoy martes el Gobierno belga ha decretado un día de luto nacional, una decisión un poco puesta con calzador, porque coincide que el miércoles 21 es el día de la fiesta nacional y las autoridades tampoco querían anular las festividades, el baile, el desfile militar y los fuegos artificiales. Así que han encontrado un hueco para organizar hoy una ceremonia en presencia de Felipe VI de homenaje a las víctimas para que la fiesta nacional no se sienta como un agravio por parte de aquellos que lo tendrán que celebrar entre escombros.
Peor lo tienen en la vecina Spa, donde ya dan por perdida una segunda temporada estival. El que fuera el balneario más de moda en el siglo XIX conservaba aún un aire elegante y romántico y atraía a miles de turistas y visitantes en verano. El año pasado fue malo por la pandemia, este año aún será peor porque hay que reconstruir muchos edificios antes de pensar en nada más.