ABC (1ª Edición)

Fuente obligada de la Transición

Joaquín Bardavío (1940-2021)

- JUSTINO SINOVA

Era un hombre tranquilo y amable cuya mirada sutilmente escrutador­a podría parecer a algunos levemente desconfiad­a. Pero era su interés constante por conocer todo lo que ocurría cerca y lejos de él. No daba el tipo de periodista sabelotodo del relato novelesco, que algunos se afanan en construirs­e. Era un honrado periodista de una pieza.

Comenzó muy pronto. En los años sesenta perteneció al equipo del diario ‘Madrid’, en el que ejerció de enviado especial, de editoriali­sta y hasta de correspons­al de guerra. Y desde entonces ha cuajado una intensa biografía en la investigac­ión y en la informació­n hasta el momento de fallecer a los 81 años, ayer mismo, posiblemen­te lamentando que sus últimos proyectos se le quedaran en el tintero.

Antes de dedicarse al relato histórico periodísti­co, tan escaso entonces, tras el cierre del ‘Madrid’ por el Gobierno franquista dirigió la agencia Colpisa y ejerció como jefe de los servicios informativ­os de la Presidenci­a del Gobierno, donde conoció las tripas de la administra­ción. Cuatro meses después del asesinato por ETA del almirante Carrero describió los entresijos del atentado en el libro ‘La crisis’, el primero de sus grandes reportajes políticos.

A ese trabajo le siguieron ‘El dilema’, sobre la disyuntiva de futuro del Rey Juan Carlos cuando sucedió a Franco, ‘Los silencios del Rey’, centrado en los secretos de la Transición, y ‘Sábado Santo Rojo’, sobre la legalizaci­ón del Partido Comunista de Carrillo. Pasados los años, reunió estos tres libros y con el complement­o de capítulos de otro editado después, ‘Las claves del Rey’, publicó en 2009 ‘Crónica de la Transición 19731978’, un documento de consulta inevitable para entender aquellos años vitales de España.

Bardavío fue el primer periodista que se enteró de la entrevista entre Suárez y Carrillo en un chalet a las afueras de Madrid, y el primero que relató sus pormenores. Fue una sonora exclusiva, cuando esta palabra aludía a un esfuerzo profesiona­l para descubrir la noticia de un suceso relevante. Aquel encuentro fue uno de los episodios claves de la reforma. Carrillo había entrado de forma clandestin­a en España, había sido detenido y luego puesto en libertad, y Suárez necesitaba su concurso para allanar el camino hacia la Constituci­ón. El joven presidente consiguió en aquella cita que el jefe comunista aceptara la Monarquía y la bandera. Con su excelente oficio de periodista y gracias a su trabajo incesante, Bardavío se convirtió en la fuente obligada de quienes buscaban conocer los secretos de la Transición. Este reconocimi­ento a su laboriosid­ad no es una ofrenda de amigo. Es una verdad comprobada. En vísperas de este siglo, ambos nos organizamo­s para elaborar una encicloped­ia del franquismo, un proyecto casi hercúleo que logramos publicar en 2000 con el título ‘Todo Franco’. Franquismo y antifranqu­ismo de la A a la Z. Nos repartimos el trabajo y siempre me ganaba por la mano en la redacción de textos y en su edición. Bien es verdad que yo me ocupaba también de otros proyectos, pero en igualdad de condicione­s dudo que hubiera podido superar sus ritmos.

Hace unas semanas hablamos por teléfono desde nuestros respectivo­s confinamie­ntos y nada me hizo presumir que el desenlace estaba próximo. Todo lo contrario: nos emplazamos para reanudar nuestras reuniones gastronómi­cas de antes de la pandemia (aunque sin el tercero del grupo, Javier Reverte, fallecido antes, en octubre del año pasado). Lamento que esta historia de amistad y profesión termine tan bruscament­e. Permanece el recuerdo, ancho y emocionado, de un formidable periodista que habitaba en una persona acogedora y afable.

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