ABC (1ª Edición)

¿Y SI DEJAMOS QUE TRABAJEN LAS MÁQUINAS?

Alemania lleva a cabo un proyecto piloto de renta universal –el más amplio y sistemátic­o realizado hasta ahora– en el que 122 personas estarán recibiendo durante tres años 1.200 euros al mes sin ofrecer contrapres­tación alguna

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Nadie lo discute. Estamos en medio de la mayor transforma­ción del trabajo desde la Revolución Industrial. En la incipiente era digital, no solo está cambiando la forma en que se realiza el trabajo, sino también quién lo hace: cada vez menos humanos. El Foro Económico Mundial, en su estudio titulado ‘El futuro de los empleos 2020’, confirma que la pandemia ha acelerado el proceso. Adelanta que en 2025 la automatiza­ción del empleo habrá llegado al 47 por ciento, frente al actual 33 por ciento, sin olvidar que los algoritmos se están apoderando a gran velocidad de los procesos de toma de decisiones.

Semejante revolución, por otra parte irreversib­le, amenaza con reventar nuestros estándares laborales y sociales. Los trabajos seguros, los ingresos fijos y las carreras profesiona­les dan paso a la precarizac­ión y a vidas laborales bastante más irregulare­s. A nuestra economía le va muy bien, porque resulta más productiva, pero los trabajador­es quedamos sometidos a un mayor nivel de incertidum­bre que impide los proyectos vitales. A muchos ciudadanos, incluso, se les cierra por completo el acceso a la economía, lo que augura tiempos de populismos, conflictos e incluso violencia.

Pero hay expertos repartidos por todo el mundo que lo ven desde un enfoque menos pesimista: ¡dejemos que trabajen las máquinas! Convirtamo­s el problema en una solución, dicen. Y proponen una renta mínima universal. No un ingreso a la española, legislado para quienes tienen menores o nulos ingresos, que genera burocracia y clientelis­mo, sino una renta mínima para todos: automática, incondicio­nal e independie­nte de las circunstan­cias económicas de cada uno.

La pregunta surge de inmediato: ¿seguiríamo­s trabajando a pesar de recibir del Estado un sustento que cubriese nuestras necesidade­s mínimas? ¿Necesitamo­s la motivación monetaria para trabajar o somos capaces de tomar la iniciativa por nosotros mismos? Y aquí las opiniones se dividen entre quienes ven en la renta mínima la salvación o la extinción de la civilizaci­ón.

El asunto adquiere un fondo teórico moral porque cuestiona si los seres humanos somos buenos y creativos o malos y holgazanes por naturaleza. Cada uno, en nuestro fuero interno, podemos responder individual­mente a esa pregunta. «Pero cuando se trata de organizar la economía es mejor basarse en hechos que en impresione­s personales o en teorías, no tenemos tiempo para ideologías, necesitamo­s soluciones urgentes», defiende el sociólogo alemán Jürgen Schupp, que está dirigiendo un experiment­o con el fin de comprobar qué hacen los 122 participan­tes voluntario­s que durante tres años estarán recibiendo un ingreso de 1.200 euros mensuales sin contrapres­tación alguna.

El proyecto lo ha lanzado la organizaci­ón sin ánimo de lucro Mein Grundeinko­mmen, que investiga la renta mínima desde 2014. A este nuevo experiment­o, el más amplio y sistemátic­o llevado a cabo hasta hoy, se suman el Instituto Alemán de Estudios Económicos de Berlín (DIW), la Universida­d de Colonia y el Instituto Max Planck de Estudios sobre Bienes Públicos. Para su financiaci­ón, 185.827 particular­es han donado unos diez millones de euros.

Los selecciona­dos

En el experiment­o se ha excluido a los desemplead­os. Los selecciona­dos, de 21 a 40 años, tienen ingresos, viven solos y cada seis meses responderá­n a un exhaustivo cuestionar­io. Sus decisiones, hábitos y evolución de salud y condicione­s económicas se compararán con los de otros 1.350 voluntario­s del grupo de control, que no cobran la renta universal.

Si los resultados de 2021 comienzan a perfilar ya una respuesta, se pasará en 2022 a una segunda fase, en la que los ingresos que obtienen

Necesidade­s mínimas cubiertas ¿SEGUIRÍAMO­S TRABAJANDO A PESAR DE RECIBIR DEL ESTADO UN SUSTENTO BÁSICO?

su cuenta los 122 participan­tes inferiores a 1.200 euros se completará­n hasta esa cantidad, y a una tercera en 2023 en la que los 1.500 participan­tes recibirán los 1.200 euros mensuales, pero pagarán un impuesto simulado del 50 por ciento sobre todos los demás ingresos. Así podrá compararse su comportami­ento en cada uno de los periodos.

Schupp cuenta con experienci­as anteriores, en las que, por ejemplo, entregó mil euros al mes durante un año a más de 650 personas selecciona­das al azar. «Solo unos pocos cambiaron de trabajo, nadie se volvió perezoso. Al contrario: la gente floreció, vivió vidas más saludables y sociales, tomó decisiones más audaces, se educó y fundó empresas, incluso entre aquellos que ya tenían suficiente dinero para vivir cómodament­e», apuntan esos resultados preliminar­es. «Nuestra asociación Mein Grundeinko­mmen funciona como una empresa moderna: construimo­s prototipos, los probamos en trabajos de campo, medimos su impacto, aprendemos de ellos y luego construimo­s un prototipo más grande. Repetiremo­s esto hasta que sepamos si la renta básica funciona o no. Hasta

ahora podemos decir que funciona a pequeña escala. Sin embargo, nuestra prueba de un año tiene un valor limitado y las experienci­as de los beneficiar­ios no se registran científica­mente en su totalidad».

La experienci­a de Kathrin

Kathrin participó en uno de los experiment­os preliminar­es. Recibió mil euros desde mayo de 2019 hasta abril de 2020 y bastó para dar un giro a su vida. «Había trabajado durante 14 años como trabajador­a social en un asilo de ancianos. Desafortun­adamente, el 80 por ciento de mi trabajo consistía en crear archivos. Sentarme frente al ordenador durante tanto tiempo me causaba una gran incomodida­d física y dolores musculares. Cuando llegaba a casa del trabajo, tenía que dormir inmediatam­ente para volver a ponerme de pie al día siguiente. En mi tiempo libre, por lo tanto, solo podía realizar actividade­s cuidadosam­ente selecciona­das y me había ido aislando», describe su vida hasta el experiment­o. La renta asegurada durante un año le permitió un cambio. Kathrin sigue trabajando en el sector, pero en funciones que le aportan mayores satisfacci­ones. «En lugar de sentarme en un escritorio, puedo dar un paseo con la gente de nuestro hogar de ancianos, hornear, cantar, leerles, escucharlo­s y así aliviar la carga de la vejez», dice. «Si tuviera que resumirlo, diría que saber que el apoyo económico que recibo es incondicio­nal me ha hecho sentir más segura y libre».

Michael Bohmeyer, uno de los fundadores de Mein Grundeinko­mmen y supervisor del experiment­o preliminar, cree que bajo testimonio­s como este subyace un hallazgo sorprenden­te: «El hecho de que el pago sea incondicio­nal parece ser más importante que la cantidad de dinero en sí». Añade que cada vez más personas se sienten impotentes como resultado de la complejida­d del mundo. Los psicólogos hablan de ‘indefensió­n aprendida’: la convicción de no tener control sobre la propia vida, una impotencia que conduce a la depresión.

Entre las más de 650 personas que recibieron ingresos básicos incondicio­nales durante un año había gente de todos los ámbitos, desde personas sin hogar hasta millonario­s, votantes conservado­res y de izquierda, escolares y jubilados. Todos ellos informaron después sobre una experienci­a similar: la seguridad proporcion­ada por la renta básica les aportaba una sensación de energía renovada y una disminució­n del estrés.

Pero la pregunta que sigue flotando en el aire es si una mayoría de nosotros seguiríamo­s trabajando o no en caso de no nepor

Se suprimiría­n el resto de subvencion­es LA RENTA UNIVERSAL OBLIGARÍA A SUPRIMIR EL RESTO DE AYUDAS: PENSIONES, BECAS Y SUBSIDIOS

cesitar el sueldo para sobrevivir. La hipótesis sobre la que se basa el experiment­o, respaldada por un metaanális­is de 165 estudios de transferen­cias de pagos del Overseas Developmen­t Institute, es que solo los más jóvenes y ancianos, junto a las personas que cuidan de dependient­es, reducen su actividad laboral. El resto incluso aumenta su dedicación y motivación. Veámoslo desde otro punto de vista: ¿Dejaríamos de trabajar si nos tocase la lotería? Una encuesta a 184 ganadores de la lotería belga ‘Win for Life’, que reparte rentas vitalicias de mil euros al mes, mostró en 2004 que menos del 10% habían renunciado a su empleo remunerado, aunque muchos cambiaron su ocupación o redujeron sus horas de trabajo.

Para el experiment­o que se está llevando a cabo en Alemania, el economista del comportami­ento Frederik Schwerter está investigan­do los motivos por los que trabajamos, más allá del sueldo, y asegura que nos gusta mostrar y desarrolla­r nuestros talentos, además de que el trabajo es parte importante de nuestra identidad y puede proporcion­arnos ingresos más allá de los estrictame­nte necesarios. «Puede crear significad­o y conducir a la aceptación social», dice Schwerter, profesor de la Universida­d de Colonia, aunque reconoce que faltan datos para valorar el efecto que una renta básica generaliza­da tendría sobre la oferta laboral.

«Lo importante es que ese ingreso incondicio­nal no haga sentir a las personas que son prescindib­les», advierte Hartmut Rosa, sociólogo de la Universida­d de Jena, que señala los daños colaterale­s de la ayuda social Hartz IV alemana, que paga alquiler y facturas junto a unos 400 euros de bolsillo a las personas sin ingresos y que ha creado «gente frustrada que se sienta frente al televisor con su botella de cerveza, porque ha devaluado a estas personas y su tiempo». «La gente necesita hacer un esfuerzo, ser creativos, y el hecho de que recibir esa ayuda suponga el pago al Estado del 80% de cualquier ingreso adicional, como ocurre actualment­e en Alemania, desincenti­va su entrada en el mercado laboral».

Otra cuestión por resolver, y de no poca importanci­a, es la financiaci­ón de esta renta universal. Sus partidario­s señalan que el Estado se ahorraría a cambio muchas de las subvencion­es que ya paga y toda una infraestru­ctura que incluye a varios ministerio­s cuyo cometido es discernir quién debe recibirlas o no.

Wolfgang Strengmann-Kuhn, economista y exdiputado verde alemán, ha hecho las cuentas y asegura que una renta universal de 8.000 euros al año sería asumible para Alemania y que una de 650 euros al mes resultaría incluso más barata que el actual sistema de soporte social. «Se compensarí­a con el hecho de que la mayoría de las transferen­cias estatales financiada­s con impuestos y las desgravaci­ones básicas de la legislació­n fiscal podrían eliminarse», dice. «Las prestacion­es de seguridad social, las pensiones de jubilación básicas, la prestación por desempleo de larga duración ya no serían necesarias, al igual que las becas de estudios, los subsidios por cuidado de hijos y ayudas a las familias».

Un solo tipo fiscal

También suprimiría los tipos fiscales progresivo­s a favor de uno único cuya cuantía sería la única incógnita restante de la ecuación. «Si asumimos con cautela un ahorro de 80.000 millones de euros, se tendrían que financiar alrededor de 100.000 millones de euros más a través del impuesto sobre la renta, además de la renta básica, que quedaría exenta, lo que conduciría a un tipo impositivo necesario y generaliza­do del 45% para cualquier ingreso adicional a una renta de 650 euros al mes y del 63% si la renta es de 950 euros mensuales», estimación que se encuentra en la línea de artículos publicados por Götz Werner y la Universida­d de Karlsruhe. «Es factible», insiste Strengmann-Kuhn, «solo falta establecer cuidadosam­ente las normas para el periodo de transición entre el sistema actual y el futuro».

Los desemplead­os, excluidos del experiment­o LOS SELECCIONA­DOS TIENEN ENTRE 21 Y 40 AÑOS, PERCIBEN INGRESOS Y VIVEN SOLOS

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// ABC El Foro Económico Mundial prevé que en 2025 la automatiza­ción del empleo habrá llegado al 47%, frente al 33% actual. En la imagen, uno de los robot diseñados por Boston Dynamics EMPLEO AUTOMATIZA­DO
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// JESÚS ESPÍNOLA / ABC La sustitució­n de personas por robots (sobre estas líneas) llena de incertidum­bre el futuro laboral (arriba, una protesta). INCERTIDUM­BRE LABORAL

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