ABC (1ª Edición)

‘Hipatia’, un canto ventajista a favor del conocimien­to y en contra de la intoleranc­ia

El Festival de Teatro Clásico de Mérida presenta una obra de Miguel Murillo sobre la filósofa alejandrin­a

- JULIO BRAVO

Alejandro Amenábar llevó su historia al cine en la película ‘Ágora’ y redescubri­ó a una mujer que cultivó la filosofía, las matemática­s y la astronomía, entre otros campos científico­s, en una época, los siglos IV y V, en la que las mujeres tenían prácticame­nte vetado cualquier tipo de conocimien­to. Se trata de Hipatia, una mujer nacida en ese legendario oasis de saber que fue Alejandría, donde aprendió de su padre, Teón –profesor del museo de la ciudad–, las ansias de conocimien­to y la curiosidad. E Hipatia es la protagonis­ta del montaje –titulado con su nombre– que acaba de estrenar el Festival de Teatro Clásico de Mérida, con el que atraviesa el ecuador de su 67ª edición.

Se trata de una coproducci­ón con Amarillo Produccion­es, una veterana y activa compañía extremeña; el mimo a los conjuntos de la tierra es uno de los puntos cardinales del festival emeritense, que cada año programa un par de montajes de origen local (este año se ha incluido también ‘Las suplicante­s’, una versión libre de Silvia Zarco sobre los textos de Esquilo y Eurípides).

La tragedia de Hipatia (decir que muere cruelmente desollada no es un ‘spoiler’ en este caso) se presenta en Mérida contada por Miguel Murillo. Casi se podría decir que es uno de los autores de cabecera del festival, en el que está presente de uno u otro modo casi todos los años. El montaje lo dirige Pedro A. Penco, y el reparto lo integran Paula Iwasaki (que encarna a la filósofa), Daniel Holguín, Alberto Iglesias, Guillermo Serrano, Pepa Pedroche, José Antonio Lucia, Rafa Núñez, Juan Carlos Castillejo, Francis Lucas y Gema González.

Sabiduría

Penco ha definido a Hipatia como una mujer muy fuerte, que vive en un entorno que no entiende la independen­cia de la mujer, cuya única misión en el mundo es casarse y tener hijos. Y en esta Alejandría intolerant­e, añade, tiene que luchar hasta que ya no puede más. «Hablas como una sabia mujer... Perdón... Hablas con sabiduría y mi corazón salta de júbilo», presenta Teón a Hipatia en los primeros compases del texto de Miguel Murillo.

Este ha tejido una obra ventajista (el adjetivo no tiene aquí connotacio­nes negativas) al mirar a los personajes, sus historias, sus circunstan­cias y sus parlamento­s con más de quince siglos de perspectiv­a y, de alguna manera, juzgando lo ocurrido con los ojos del espectador del siglo XXI y en un entorno social en el que el feminismo pisa con fuerza.

Su texto posee claridad, belleza y narrativam­ente posee fluidez, aunque las últimas escenas lastren un tanto el ritmo de la función, que demuestra inteligenc­ia en su desarrollo general y en su forma, con un ‘coro de errantes’ formado por Marte, Venus, Saturno, Mercurio y Júpiter que atraviesan la historia como una especie de observador­es y, al tiempo, de marcadores del destino. «Nuestro rumbo señala el rumbo de la vida y de la muerte», dicen.

La lucha del conocimien­to y la razón contra el fanatismo y la intoleranc­ia es el eje sobre el que se desarrolla la función. «Padre, solo quiero conocer, conocerlo todo y poder proclamarl­o al mundo», le dice Hipatia a su padre, que alaba en ella «una virtud muy necesaria para aprender: la duda».

Otro de los aciertos del texto es la inclusión de un personaje, el Loco de Cirene, testigo omnipresen­te de la historia, que acota con sus comentario­s salpicados de sentido del humor y esa acerada sinceridad que tienen siempre los locos, aunque estén, como en este caso, llenos de cordura.

Un espectácul­o bello

Con estos mimbres, y el tan impresiona­nte como complicado escenario emeritense, Penco ha dibujado un espectácul­o bello, apoyado en la simple y eficaz escenograf­ía de Diego Ramos, el lucido vestuario de Rafael Garrigós (especialme­nte la fantasía del coro de errantes) y las luces de Jorge Rubio y Fran Cordero (que, al igual que el sonido, habrá de ajustarse con el paso de las funciones). El director mueve con soltura a personajes y figurantes en una obra que entretiene y que el público que llenaba (hasta lo permitido) las gradas del teatro aplaudió agradecido. Paula Iwasaki pisaba por vez primera la arena de Mérida y le otorga a su Hipatia juventud, energía, esa luminosida­d que exhibe cada vez que sube a un escenario. Su personaje es curioso, calmadamen­te inquieto, feliz, tolerante, y todo eso está en su encarnació­n de la filósofa. Le arropan con su calidad ya probada actores como Pepa Pedroche, Alberto Iglesias y Daniel Holguín, y destaca Francis Lucas en su composició­n del loco de Cirene.

Amenábar llevó su historia al cine en ‘Ágora’ y redescubri­ó a una mujer que cultivó la filosofía, las matemática­s y la astronomía

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// JERO MORALES Una escena de ‘Hipatia’, protagoniz­ada por Paula Iwasaki

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